Sin política no hay soluciones / Ruelas
Vamos transitando las avenidas de una nueva organización social, nuevas formas de intercambios, nuevas actitudes ante “el mundo de la vida”. La pandemia “Covid-19”, sin duda, trae más crisis que una guerra mundial, lo documenta la historia, se requerirá más esfuerzo colectivo para salir adelante. No dudo que la sociedad civil lo haga, demuestra cada día más capacidad que los gobiernos para atender contingencias. ¡Cierto!, quien vestirá una nueva casulla es la política, la obligaron a comportarse testimonial, terrosa, olvidada, obsoleta; ahora se apresta a ser nuevo baluarte de vida compartida. Los paradigmas de la política de Estado, de partidos políticos, de relaciones de poder, se han quedado en páginas desagradables del pretérito.
La primera víctima de la pandemia fue la verdad, los políticos apresuraron sus funerales y se ahogan con su propia saliva; las redes sociales se inundan de interpretaciones ideológicas, intereses, perspectivas…, a modo. Las medidas de contingencia en los estados han sido las partituras de un himno nunca cantado, confusiones, agresividades, ironías, palabras mal intencionadas. La muerte, nuestros poderes públicos intentan disimularla, ¡claro!, no estaban preparados para enfrentar una responsabilidad de esta envergadura, tampoco se le han dado sentido al carácter social.
La política es el quid, en clave de verdad. Desde las tempranas aulas se descredita en las currículos la convivencia en medio del bien, del amor, de la solidaridad…, comportamientos que demandan pensar en el Otro, eje del acontecer del mundo. En efecto, la muerte es un misterio, nos muestra que estamos llenos de vanidades y dudas, cuando en el haber solo habitan los odios, los rencores, la ira…, valores y virtudes serán la alfarería de las palabras cardinales de la política, cuyos alcances es iluminar los equilibrios de la vida en comunidad.
La política debate con las adversidades, busca soluciones a los problemas, confronta las voces para encontrar acuerdos que atenúen los problemas. La alteridad es la fuerza de sus contenidos, en la palabra busca los órdenes adecuados para que comparta significados, en las políticas públicas extiende los cuidados a las enfermedades de todo tipo, en la política se conjugan los más claros anhelos, las esperanzas más significativas del porvenir.
Las naciones del mundo enfrentan un problema grave, el “Covid-19”. Lo enfrentan los gobernados, muchos que asumen un papel solidario y otros ponen en peligro los contagios con sus comportamientos. Pero más lamentable es la falta de una pedagogía pública para haber orientado a los pueblos qué hacer, cómo comportarse, qué es lo que vivimos en realidad. México está en este concierto, se atiende o se soslaya el problema desde las perspectivas de gobiernos de minorías, refractarias al diálogo y a los consensos políticos, es obvio que en ningún país se ha mostrado calidad política de estadistas a la altura de las soluciones para replantear la vida cotidiana.
No menos cierto es que la ciudadanía cometimos un error grave, dejarle la política a los políticos. La política es tema de todas y de todos, el poder público distingue a los mandatarios, es decir, los que tienen que cumplir y hacer cumplir las disposiciones del pueblo, representado en un congreso de donde emanan las disposiciones. Para dar prudencia al cumplimiento de ambos poderes se encarga el poder judicial, es decir, equilibrio, nadie está por encima de nadie. Los estadistas lo entenderían, los políticos lo llevaría a niveles de satisfacciones colectivas; pero el debate y la coordinación política dificulta los entendimientos conceptuales, por ejemplo, qué debemos entender por “derecha”, qué debemos entenderse por “izquierda”, las definiciones e interpretaciones, resultan irreconciliables.
Cada país tiene un ente que lo preside, generalmente son representantes políticos con amplio sentido en sus proyectos personal y de partido. Todos llegaron al poder en medio de la moda mercantil de la política que obtiene simpatías a través de la mentira y del uso inadecuado de palabras lanzadas al corazón de los sentimientos, se pusieron banda, toga, birrete, mucho antes de la pandemia. No llegaron a nutrir de contenido de Estado la convivencia de poderes públicos, de ahí que no puedan atender ni prever, ni operar liderazgo para resolver los problemas.
En el caso de México el “coronavirus” pone en evidencia nuestras debilidades gubernamentales en todos los niveles, los proyectos viables antes y después de la pandemia. Los políticos defienden sus ideas traducidas en intereses singulares, no aportan vigor de Estado. Es posible decrecer este año entre -5% a -10%, será lamentable la falta de resultados políticos, pérdida de empleos, una política fiscal para dar, sin estímulos para desarrollo y crecimiento. El 1 % de los mexicanos son dueños del 80% de la riqueza del país, ¡este es el problema!, cómo distribuirla sin menoscabo de emprendedores, con políticas públicas viables, no con gritos demagógicos inconsistentes, la riqueza no se regla, requiere planes y programas de Estado.