Opiniones 

¡Hasta siempre, tío! / Güero

El 28 de junio del presente año recibí la irremediable noticia. Fue un mensaje que hace eco todavía transcurridas casi 12 horas del suceso. Su remitente, Martha, quien se desempeña en la secretaría de la oficina consular, redactó: “Hola, muy buenas tardes. Para darles la triste noticia de que se nos adelantó el Cónsul Alejandro. El breve, pero impactante escrito venía acompañado de un emoji de lágrima en alusión a la inesperada y emotiva noticia. Mas tarde recibí un segundo WhatsApp en el que, acompañado de una fotografía, se dan los pormenores de los servicios funerarios y misa de cuerpo presente: Cónsul. Alejandro Muñoz Fernández, Consulado Honorario de España en Aguascalientes y Zacatecas, Mesón del Taco. Se velará en la Funeraria Hernández con domicilio General Miguel Barragán 1401, Gremial, Aguascalientes. Horario 08:00 horas a 15:00 horas. La celebración será en la Parroquia del Señor del Encino, Jardín Barrio del Encino, Aguascalientes, en punto de las 4pm.

Esa madrugada de martes vino a mi mente una canción de  la agrupación Flamenco Pop y Rumba Flamenco, de Los del Río, originarios de Dos Hermanas, provincia de Sevilla (Andalucía), España: Algo se muere en el alma cuando un amigo se va. Y va dejando una huella que no se puede borrar. Un pañuelo de silencio a la hora de partir. Ese vacío que deja el amigo que se va. Es como un pozo sin fondo que no se vuelve a llenar.

La madre Teresa de Calcuta resumió muy bien en una frase el actuar de Alejandro durante su vida: Que nadie se acerque jamás a ti sin que al irse se sienta un poco mejor y más feliz. Y es que quienes tuvimos el gusto de conocerle sabemos que su carisma, sus dotes de alegría, sus ocurrencias de buen humor le caracterizaban. Era una persona que irradiaba paz interior, servicio innato a los demás y muchas ganas de vivir, apasionado por ello.

Originario de Sabadell, Cataluña, España, Alejandro “cruzó el charco” junto a su hermano Luis y sus padres a mediados de la década de los años 70´s. Una decisión común entre la comunidad ibérica en búsqueda de una mejor vida en el continente americano. Pasó de dependiente en la céntrica y ahora extinta tienda de conveniencia La Quemazón, a colaborar en Industrias Jobar, para posteriormente emprender por su cuenta confecciones Muro y finalizar ingresando en el ramo de la restauración con el tradicional restaurante Mesón del Taco. Fusionó la gastronomía Española con la Mexicana, dando como resultado una mezcla única. “Los mejores tacos de Aguascalientes se comen sentado”, decía.  Así, consolidado en los negocios, fue que a comienzos del milenio, en el año 2002, pasó a ser representante consular de España en Aguascalientes y Zacatecas. Labor que realizó ininterrumpidamente hasta el día de ayer.   

El transitar por este mundo es rápido, es limitado el tiempo del que disponemos para heredar un legado, para dejar huella. Esto lo sabía bien el amigo que ahora honro con estas palabras. Por eso, no desperdició las oportunidades que se le presentaron en el camino, se armó de valor para cambiar su destino, para no ser uno mas, de esos del montón. Hoy destaco que sus contribuciones en el mundo de los negocios, la diplomacia, la desinteresada atención y entrega a los demás, a la población que lo acogió y tanto lo quiso. Es este rincón de México, Aguascalientes, quien lo recordará siempre como Alejandro, de sangre española y corazón hidrocálido. ¡Hasta siempre, tío!  

En esta madrugada de martes viene a mi mente una canción de  la agrupación de Flamenco Pop y Rumba Flamenco, de Los del Río, originarios de Dos Hermanas, provincia de Sevilla (Andalucía), España: Algo se muere en el alma cuando un amigo se va. Y va dejando una huella que no se puede borrar. Un pañuelo de silencio a la hora de partir. Ese vacío que deja el amigo que se va. Es como un pozo sin fondo que no se vuelve a llenar.

La madre Teresa de Calcuta resumió muy bien en una frase el actuar de Alejandro durante su vida: Que nadie se acerque jamás a ti sin que al irse se sienta un poco mejor y más feliz. Y es que quienes tuvimos el gusto de conocerle sabemos que su carisma, sus dotes de alegría, sus ocurrencias de buen humor le caracterizaban. Era una persona que irradiaba paz interior, servicio innato a los demás y muchas ganas de vivir, apasionado por ello.

Originario de Sabadell, Cataluña, España, Alejandro “cruzó el charco” junto a su hermano Luis y sus padres a mediados de la década de los años 70´s. Una decisión común entre la comunidad ibérica en búsqueda de una mejor vida en el continente americano. Pasó de dependiente en la céntrica y ahora extinta tienda de conveniencia La Quemazón, a colaborar en Industrias Jobar, para posteriormente emprender por su cuenta confecciones Muro y finalizar ingresando en el ramo de la restauración con el tradicional restaurante Mesón del Taco. Fusionó la gastronomía Española con la Mexicana, dando como resultado una mezcla única. “Los mejores tacos de Aguascalientes se comen sentado”, decía.  Así, consolidado en los negocios, fue que a comienzos del milenio, en el año 2002, pasó a ser representante consular de España en Aguascalientes y Zacatecas. Labor que realizó ininterrumpidamente hasta el día de ayer.   

El transitar por este mundo es rápido, es limitado el tiempo del que disponemos para heredar un legado, para dejar huella. Esto lo sabía bien el amigo que ahora honro con estas palabras. Por eso, no desperdició las oportunidades que se le presentaron en el camino, se armó de valor para cambiar su destino, para no ser uno mas, de esos del montón. Hoy destaco que sus contribuciones en el mundo de los negocios, la diplomacia, la desinteresada atención y entrega a los demás, a la población que lo acogió y tanto lo quiso. Es este rincón de México, Aguascalientes, quien lo recordará siempre como Alejandro, de sangre española y corazón hidrocálido. ¡Hasta siempre, tío!  

La opinión de César Omar Ramírez de León: Empresario, maestro en psicoterapia gestalt adultos y capacitador en gestión efectiva de recursos humanos.