Opiniones 

Explicar el delito y sus consecuencias / Ruelas

Sin duda, la justicia penal electoral es muy compleja y nos falta andar, “al andar se hace camino”. Sería todo un detalle de urbanidad política y jurídica que no hubiera delitos, un escenario utópico, en que las reglas de juego, que tanto han costado y que el diálogo imaginó y dio vida, se cumplan. Que el Derecho Electoral cumpla su misión pedagógica de los límites, la ética su misión didáctica de incluir carácter a las competencias. Tendrían en la escena el respeto a la ley, de la misma manera que los comportamientos dignificarían la equidad. La concepción filosófica del delito“consiste en la vulneración de un deber”; empero, “somos muy chingones” para evadir la norma.

Empero, hay democracias de calidad en las que no acontecen incidentes que cuestionen la legalidad de la elección. En democracia se debe avanzar a pesar de los actores, la razón es simple, la política es actividad ciudadana de mujeres y hombres, un diálogo que a pesar de las diferencias llegue a acuerdos democráticos.

Los delitos electorales en nuestro país adquieren una importancia de primer orden. Nuestro Estado de Derecho, tiene su sístole-diástole en la Constitución, en las leyes que de ella emanan, la arquitectura jurídica de la Patria, garante de la ascesis democrática, la cual determina una forma de vida compartida mostrada en la cotidianidad de la participación sistemática del pueblo en las decisiones públicas, de manera estelar mediante el voto universal, libre, secreto, directo, personal, intransferible, es decir, dignidad ciudadana. Las reglas de la competencia atienden de manera igualitaria a todos. La equidad muestra su rostro en la aplicación de los recursos de manera equitativa, sobre todo la prohibición a los gobernantes del uso de recursos para apoyo o en contra de partido político o candidatura alguna.

Ahora más que nuca es necesario el diálogo sobre los delitos electorales, sobre su futuro. Le corresponde al Estado posibilitar que sean serios. La agenda es amplia, las rutas para presentar denuncias, es decir, la confianza de la ciudadanía para acceder a las puertas institucionales, la certeza de la autonomía del ministerio público, el castigo a las conductas delictivas… No enfrentar el tema es abonar a la crisis de conductas y comportamientos e inhibir virtudes ciudadanas. Todos sabemos que, durante las campañas electorales, las denuncias son por afectar las condiciones de la competencia política y ética, compra y coacción del voto, las notas falsas empujadas por el modelo virtual de comunicación sus nichos y sus redes, las actuaciones de gobernantes en el mal uso de los recursos públicos, las circunstancias de los discursos de posverdad que cancelan el diálogo. Es fundamental prever y atender los delitos electorales, que su infracción tenga una efectiva procuración de justicia penal electoral. Desde luego no se trata de que las penas tengan un menú a modo o de nuevos delitos, ello no basta.

Es preciso que los profesionales estén en la estrategia integral para atender delitos electorales, que ello permita hacerlos funcionales y al mismo tiempo suficientes para ganar la legitimidad perdida. La vacuna requerida es la confianza. La confianza de todas y de todos, gobernantes y partidos políticos en el pueblo y del pueblo en sus gobernantes y en sus partidos políticos, confianza para modificar los esquemas de disputa del poder. Inocular confianza en la conciencia cívica del valor del voto, confianza en un sistema educativo y cultural que blinde las conciencias, que inhiba los regalos que compran conciencias, desde luego, afinar con nuestra realidad los tipos penales electorales. Una crítica que debería ser tomada en el derecho como propedéutica. En tiempos escolásticos se decía “tener temor de Dios”, necesitamos tener temor en los delitos electorales, cuando hay temor aparece la prudencia y el respeto a la norma, el temor se transforma en virtud.

En el centro de nuestra convivencia esta la palabra, el uso del lenguaje modifica las interpretaciones, simplemente, hoy los partidos políticos presumen candidatos activos a pesar en que, en tiempo, modo y lugar, solo han solicitado el registro de candidaturas; la entrega de una despensa a cambio de un voto es un delito; empero, esa misma despensa en la escena de la vehemencia del proselitismo, el acto anticipado de campaña por medio de encuestas no constituye falta electoral. Una línea delgada de evasión, corrupción, comisión de delitos electorales.

Al tratar delitos electorales se habla de personas, las refiere, la geo referencia en los espacios públicos, es ahí donde operan relaciones de verdad en torno a la competencia política. El delito electoral reclama una comprensión por parte de los actores, con ello demanda una hermenéutica jurídica por los que imparten justicia, los convoca a acercarse lo más posible a la producción de la justicia, castigos reales que no sean producto de una ficción.

Por: Ignacio Ruelas Olvera