Opiniones 

Tercer Informe de Gobierno: agudización de contradicciones

El estudio y análisis de un informe presidencial, como ahora es el tercero del Presidente Enrique Peña, es extenso; para abordarlo de una manera útil, es oportuno considerar algunas perspectivas, y trabajar sobre ellas. Encontramos, por lo tanto, una infinidad de asuntos informativos, de los que pueden tomarse algunos para sustentar determinadas perspectivas.

Una que puede acercarnos a la realidad que vive la sociedad mexicana para poder contrastarla con lo planteado por el Presidente en el documento del informe, es la detección de contradicciones; éstas manifiestan, consecuentemente, la oposición entre lo expresado por Peña y lo que los ciudadanos observamos que está sucediendo.
La explicación que podamos encontrar en esta perspectiva variará dependiendo de la posición política que adoptemos los ciudadanos para su consideración.

Si somos ciudadanos que coincidimos con el ejercicio de gobierno que está realizando la administración federal, podremos señalar conclusiones distintas a las que señalan quienes no comparten y no dan el visto bueno a todo el ámbito gubernamental federal.

Es comprensible que la aplicación de los varios billones de pesos del presupuesto de egresos de la federación, cuya derrama depende de una o varias personas, tenga importantes beneficios para la población mexicana; bajo este supuesto, el gasto en educación, salud, vivienda, apoyos sociales a grupos vulnerables, etcétera, tiene efectos benéficos en las personas que reciben las acciones. Además, es comprensible también, que los datos actuales arrojan un natural y consecuente resultado de incrementos porcentuales sobre los años y las administraciones anteriores (se atiende cada vez a más personas, porque cada año está aumentando la población).

Un indicador que por su importancia podemos tomar para iniciar la construcción del esquema de contradicciones es el aumento en el gasto social, que ha mostrado como efecto el aumento del número de personas en pobreza: según Coneval, dice el Presidente, 100 mil mexicanos superaron la Pobreza Extrema –sin salir de la pobreza-, y reconoce que según esta misma medición, otros 2 millones de personas entraron a las condiciones de pobreza -bajando del nivel superior de personas en no pobreza-.

Veamos otros puntos de contradicción: «De manera abierta o velada, la demagogia y el populismo erosionan la confianza de la población, alientan su insatisfacción, y fomentan el odio en contra de instituciones y comunidades enteras. Donde se impone la intolerancia, la demagogia o el populismo, las naciones, lejos de alcanzar el cambio anhelado, encuentran división o retroceso». Los tres puntos señalados, la intolerancia, la demagogia y el populismo, son contradichos en las acciones de gobierno: en el posicionamiento del Grupo Parlamentario del PRI, la diputada censuró al Presidente de la Cámara por haber señalado, durante la recepción del documento de manos del Secretario de Gobernación, que sería deseable que el Presidente de la República acudiera al Congreso de la Unión para dialogar con los legisladores (petición que significa un acto republicano, no obstante que su partido haya promovido en otro tiempo el rechazo al presidente).

La demagogia la observamos cuando el Presidente Peña menciona, por ejemplo, que el último año ha sido difícil para México por los hechos de Iguala, la fuga de un penal de alta seguridad -que recuerdan la debilidad del Estado de Derecho-, y los conflictos de interés; dicha mención se queda, precisamente, en eso, ya que no encontramos más: Iguala se quedó –para el gobierno- en ‘verdad histórica’, la fuga sí fue perdonada, y los conflictos de interés no existieron. El populismo lo encontramos en la forma como se está combatiendo la pobreza, teniendo como indicador claro lo ya mencionado líneas arriba (otros serían los resultados si hubiera menos populismo y más involucramiento de las personas en pobreza, en las actividades y circuitos económicos; y también si dejaran de ganarse a los ciudadanos con aquello de ‘completamente gratis’).

Pasemos a otros indicadores de contradicción: acepta e impulsa la transparencia y el acceso a la información, pero el Gobierno de la República obstruye los requerimientos informativos de los ciudadanos, y presiona a periodistas que hacen investigaciones sobre asuntos de conflictos de interés, corrupción y abusos de autoridad (un caso es el de la periodista Carmen Aristegui, ahora Premio Nacional de Periodismo por investigación de la ‘Casa Blanca’).

Afirma el Presidente que en su Gobierno se avanza en el respeto a los derechos humanos, pero en los hechos encontramos casos altamente significativos, no sólo por la participación de fuerzas federales, sino también por la renuencia a que se esclarezcan de manera satisfactoria. También señala que no habrá cambios en la estructura fiscal, como lo ofreció anteriormente, y que México –según la OCDE- es el mayor reformador de los últimos años entre esas 34 economías, mientras el crecimiento de la economía cada vez es más bajo, aduciendo que la causa es por las condiciones externas al país, y no por las condiciones internas.

En el ámbito de seguridad informa que el número de homicidios ha sido 24.3 por ciento menor a 2012, destacando Nuevo León, Durango y Coahuila, mientras que deja de lado Guerrero, Michoacán, Tamaulipas, o el mismo Estado de México; información que contrasta con otra como la del Sitio de la red SinEmbargo, que reproduce los datos del Semanario Zeta que contabiliza más de 57 mil asesinatos (14 mil más que en los tres primeros años de la anterior administración, y que si continúa con este ritmo llegará en 2018 a más de 130 mil, superando los 83 mil anteriores).

Finalmente, una contradicción que parece agudizarse cada vez más es la siguiente: el Presidente Peña dice a los mexicanos que entra a la segunda parte de su periodo ‘con más fuerza’; sin embargo, desde hace meses –debido a los muchos acontecimientos lamentables en el país y a la baja en la aprobación presidencial-, observamos que se está anticipando la sucesión presidencial de 2018 (agreguemos lo visto con los cambios en el gabinete).
Los mexicanos esperamos más soluciones en los hechos, que expresiones triunfalistas en las palabras.

Por: Abelardo Reyes Sahagún