Políticos bicicleteros

Mario Granados Roldán/Vale al Paraíso.-En 1817, el barón alemán Karl Christian Ludwig Drais von Sauerbronn inventó el primer vehículo de dos ruedas, al que llamó máquina andante (en alemán, laufmaschine), precursora de la bicicleta y la motocicleta.

Este aparato consistía en una especie de carrito de dos ruedas, colocadas una detrás de otra, y un manillar. La persona se mantenía sentada sobre una pequeña montura, colocada en el centro de un pequeño marco de madera. Para moverse, empujaba alternativamente con el pie izquierdo y el derecho hacia adelante, en forma parecida al movimiento de un patinador. Con este impulso, el vehículo adquiría una velocidad casi idéntica a la de un carruaje. Sus brazos descansaban sobre un apoyabrazos de hierro, y con las manos sostenía una vara de madera, unida a la rueda delantera, que giraba en la dirección hacia la cual quería ir el conductor.

La construcción de la primera bicicleta con pedales se atribuye al escocés Kirkpatrick Macmillan, en el año 1839. Una copia de la bicicleta de Macmillan se exhibe en el Museo de Ciencias en Londres, Inglaterra. Macmillan nunca patentó el invento, que posteriormente fue copiado en 1846 por Gavin Dalzell de Lesmahagow, quien lo difundió tan ampliamente que fue considerado durante cincuenta años el inventor de la bicicleta.

Cerca de 1890, el inglés John Boyd Dunlop, aficionado al ciclismo y creador de la empresa homónima, inventó una cámara de tela y caucho, que se inflaba con aire y se colocaba en la llanta. Para evitar pinchazos, Dunlop concibió, además, una cubierta también de caucho. Estos inventos casi no han sufrido variaciones significativas.

La recreación histórica de Wikipedia viene a cuento, porque al diputado Cuauhtémoc Escobedo Tejada se le ocurrió la infeliz de idea de bajar a sus queridos compañeros del flamante automóvil Nissan de lujo que el contribuyente les compró recientemente, para subirlos a la modestísima bicicleta doméstica los martes de cada semana. El lapsus presentado en la sesión ordinaria del Pleno camaral, seguramente caló en la acendrada vanidad de los ahora Políticos Bicicleteros, al confundir a sus compañeros de legislatura con albañiles y jardineros, en lugar de reconocerles el título de arquitectos del Aguascalientes posmoderno, el del siglo XXV.

La argumentación del perredista se sustenta principalmente en los “beneficios a la salud y la economía”: ayuda al sistema cardiovascular, aumenta el flujo sanguíneo, mejora la capacidad pulmonar, reduce los niveles de colesterol en la sangre, mejora la capacidad física, incrementa la coordinación motriz y un largo etcétera.

Debo suponer que la medida incluye otros magnánimos beneficios, como evitar el alcoholímetro después de una larga “comida de trabajo”, aunque se corre el riesgo de una mortal caída al zigzaguear de más para evitar al peligroso camión urbano o al imprudente perro callejero, interesados en derribar al congresista para mancillar el fuero constitucional bordado a mano. Me resisto a la saludable pero insensata propuesta. No quiero vivir con el Jesús en la boca. La visita a los hospitales me deprime.

Pero, además, se presenta otro problema, también delicado. Los diputados, de finos gustos y refinado vivir, seguramente van solicitar la compra, con cargo al pagano de los impuestos, de la Jaca de Acero más costosa del mercado internacional, del mejor equipo de protección personal, de los renombrados accesorios de seguridad y de la herramienta básica para reparar al vehículo.

Obviamente la adquisición no será masiva, porque entre las bicis también hay clases sociales, y la anatomía y las necesidades laborales distan entre los 27 diputados y los funcionarios del Congreso del Estado.

Por ejemplo, la diputada Lourdes Dávila Castañeda requerirá de una bicicleta cuádruple, de las llamadas tándem, para el chofer que será el encargado de pedalear, para el jovencito que le carga la bolsa de reconocida marca extranjera, para la asistente todo terreno y para ella que irá cómodamente sentada en la parte de atrás, a fin de darle vuelo a la whatsappeada.

Esta limusina Lincoln Continental de un manubrio, dos ruedas, cuatro asientos, ocho pedales, larga cadena, frenos de disco y potente aire acondicionado, será pintada de azul y blanco, según las indicaciones dictadas por la señora Dávila Castañeda, en homenaje a sus viejos tiempos de militante y estratega del PAN, con Arturo González Estrada.

Para Miguel Ángel Najera Herrera, el secretario general del Poder Legislativo, se recomienda una bicicleta de reparto, particularmente usada en los países bajos de Europa, para trasladar en el cajón delantero a los muy talentosos Sergio Carrillo López y Rogelio Carrillo López, al Vademécum Legislativo, y la canasta básica compuesta por tortas de carnitas del Mono, la Pecsi tamaño familiar y los Gansitos Marinela, de preferencia fríos.

Y a Norma Guel Saldivar deberán mercarle un triciclo muy fashion, de tres ruedas, para evitarle una penosa visita al suelo mugroso, que descomponga su juvenil figura, dorado cabello, psicodélicas uñas, vestimenta antrera y veraniegas sandalias compradas en Prada. La descripción no corresponde a una top model, sino a una diputada local, aclaro.

La movilidad en bicicleta como política pública, necesita de algo más que una alucinación legislativa.

Porque alguien debe de escribirlo: Hoy sesionan los tres Consejos Distritales. La escasa diferencia en los distritos I y II obliga a guardar mesura al PAN y al PRI. Vale la pena esperar los resultados finales validados en la sesiones de los organismos electorales, previo diluvio de voto por voto, casilla por casilla. Estas demarcaciones seguramente formarán parte de la larga lista de asuntos por resolver en el Tribunal Federal Electoral.

Perdedoras y perdedores colocan los ventiladores para esparcir culpas ajenas y responsabilidades propias de la derrota electoral, siempre dolorosa y humillante, aunque sea por un voto de diferencia.

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