Opiniones 

Deterioro ideológico / Ruelas

La falta de acreditar, por irresponsabilidad ideológica y anemia política, el sentido y avance de la democracia es una muestra de falta de un “ethos” de coherencia de los políticos, olvidar el consenso creativo de las reglas del juego político muestra a “Narciso” viejo e inoperante. Nuestro marco democrático se levanta sobre la base de un Estado Democrático Constitucional de Derecho. Solo en estos límites es posible cumplir el derecho del pueblo a estar informado y representado en los poderes públicos, en el mérito de cada Poder; un déficit democrático ha sido la falta de un modelo dialógico que garantice la participación real del pueblo en la toma de decisiones en el poder del Estado. Las encuestas a mano alzada y las compradas a trúhanes de la estadística son antidemocráticas. 

Para que el pueblo sea soberano se deben asumir derechos y obligaciones, hacer uso de libertad y conocer sus límites frente a la otredad, en este sentido, asumir las funciones y derechos que tiene consignadas la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, para adquirir la calidad de pueblo soberano. La ciudadanía es un concepto que se activa a partir de los derechos individuales y sociales. Una ciudadanía participativa y deliberante se aparta de la violencia y del monopolio político de los partidos políticos, para impulsarle calidad al pluralismo, a la diversidad, a la inclusión, a la tolerancia. Los partidos disputan el poder público en elecciones pacíficas, civilizadas, periódicas…, el que gana debe gobernar sin distingos, sin exclusiones, cuidando de no retomar ideologías necrosadas en la incoherencia y la zafiedad. Es responsabilidad de Estado el tránsito de los valores a las virtudes, por las alamedas de políticas públicas, por el sentido ético del liderazgo de gobierno por vía de, programas, planes, decisiones, cultura, instrucción, educación, así es el reflejo esencial de la democracia política: el Estado al servicio de la comunidad por vía de normas y no de alboradas ocurrentes. El colectivo se matrimonia con el gobierno, dado que este es su voluntad democrática. Los derechos ciudadanos no se comprimen en el instante del voto en la soledad de una mesa de votación, la participación y deliberación van más allá del sufragio que transita de boleta a voto.

La economía de la democracia tiene una dosis suficiente de representación popular. Las decisiones, las políticas públicas, los planes y programas, las ideas creativas, disruptivas, están en el sustrato de la planeación democrática de la economía nacional y subnacional con la causa que sea garante de la mejor distribución y uso de la riqueza colectiva nacional, la distribución justa a la sociedad con todas sus complejidades y divergencias. La democracia demanda un Estado que gobierne la economía con la colaboración del colectivo nacional. Ahora bien, la democracia social es una instancia de igualdad formal ante la Ley. En otras palabras, el mandato de la Carta Magna dicta condiciones materiales, económicas y políticas que aseguren a la sociedad igualdad de oportunidades. Este es el momento de la política, gobernar mediante el dialogo, la verdad y la exigencia, es en ese corto circuito de pueblo y gobierno donde surgen las soluciones institucionales que atiendan los problemas colectivos. Luego de las urnas se presenta el trabajo de coordinación de pueblo y gobierno, un sentido democrático integral, deliberativo y participativo…, para dar cumplimiento al mandato Constitucional de los Derechos y las Responsabilidades.

La palabra democracia, no el concepto, la encontramos reiteradamente en los discursos de la llamada “izquierda”, caprichosa y compleja geometría política. Una herencia de tipo medieval, una didáctica escolástica que enfrenta los opuestos, noche – día, bueno – malo, justo – injusto… Si profundizamos en el discurso de la “izquierda” en sus contenidos cuantitativos encontraremos deficitarias formas tanto de interpretación como de análisis de contenido cualitativo. Sin la palabra democracia las motivaciones y fundamentos de la lógica y teleología de la “izquierda” se derrumban. Va de izquierda a izquierda, hay niveles. La “Izquierda” inculta, oportunista, ha restringido su propia producción discursiva, la emite vacía de contenidos, de motivaciones, sobre todo de fundamentos, en ese formato de frases mercadológicas, con pretensión de “axiomas” publicitarios y propagandísticos engendran la violencia que es el argumento de los insolventes. Sin embargo, ésta no es la política, no puede ser la violencia el eje de una representación de lo político, en cambio muestra un modelo de gobernabilidad sostenido en la guerra de frases imperativas para sostenerse mediante el clientelismo, el populismo, la simulación, el engaño, comenten un secuestro político de la ciudadanía, mediante el acomodamiento de un cuerpo electoral muy poco politizado, cada día menos ilustrado, condición que degrada la democracia por vía de la debilidad del Estado; aunado a ello las normas se hacen disciplinadas a ideologías no democráticas propias de fariseos de izquierdas analfabetas, les pasa inadvertido que así estrangulan sus propios discursos y muestran su agotamiento.

La opinión de: Ignacio Ruelas Olvera