Yo no soy marinero, por el plagio seré

Si gastarse el dinero ajeno es el mejor placer, dicen los cínicos; aprovecharse del trabajo de otros reditúa buenos dividendos, afirman los sinvergüenzas. Aunque en ambos casos se corre el riesgo de ubicarse en el siempre peligroso paredón del escarnio público.

Fuimos muy buenos vecinos. Mediaban unas cuantas casas entre la suya y la mía. Nuestras mamás también eran amigas. Ambos hacíamos algunas travesuras propias de la incipiente niñez. Juntos acudimos al Catecismo en San Diego, donde él confundía el averno con La Bombonera, el estadio de los Diablos del Toluca. En tiempos de evaluaciones hacía la visita de los siete exámenes… ajenos, claro. Para el gran Perico, plagiar fue su terrenal salvación en los dominios del Espíritu Santo, observante de su notable capacidad, al estilo de las potentes fotocopiadoras XEROX.

Recuerdo el añejo caso de un pillo asociado a una reconocida institución de educación superior privada que vende planes de desarrollo municipal, sin desgastar el amarillo lápiz Mirado, porque la computadora, en calidad de muda cómplice, le ayuda a copiar y pegar el documento original para entregarlo a sus clientes por más de cuatro millones de pesos.

El descubrimiento de la fechoría se dio cuando el entonces acucioso asesor municipal, al revisar el Plan impreso a todo color, leyó en varias ocasiones el nombre de un municipio de Jalisco, distinto al de la Comuna que ordenó la elaboración del documento. El dinero de todos modos le fue entregado al estafador.

En febrero y marzo de 2009, La Jornada Aguascalientes vivió días de gloria -quizá los mejores de su historia-, por el acalorado debate, la intensa discusión y el provocador intercambio epistolar entre sus principales colaboradores permanentes y algunos ocasionales refugiados en El Correo Ilustrado, al destapar la cloaca del plagio y ventilar los fétidos olores de esa actividad deleznable, equiparable al robo, el engaño y la simulación. El caso más sonado correspondió al entonces rector de la UAA, que fue sorprendido por su muy cercano y desleal colaborador, a quien le encargaba la escritura de sus discursos y artículos periodísticos.

Diputados locales y federales se autopiratean, reciclan iniciativas y se acogen al arte de fusilarse leyes y textos de reconocidos autores, para presentarlos como joyas originales de su intelecto y experiencia en el tema. En 2006, el legislador Miguel Lucero Palma aderezó la Ley Televisa, con algunos párrafos copiados textualmente del libro Legislación en Telecomunicaciones, de Javier Orozco, sin darle el respectivo crédito al autor.

Y bueno, el gremio periodístico defeño no está libre de pecado como para tirar la primera piedra. El periodista Carlos Marín, en su “Asalto a la Razón” (25-26/03/2014) informó que En este oficio, aquello de que “nadie sabe para quién trabaja” es tan relativo que los vividores de lo ajeno terminan siendo evidenciados y expuestos a la vergüenza pública, a propósito de una entrevista que el citado diario le hizo el 20 de enero a Amado Yáñez, contratista de PEMEX con la famosa compañía Oceanografía, que estuvo ilustrada en sus ediciones impresa y cibernética con varias fotografías captadas por el editor Martín Salas.

La misma imagen, tomada a las puertas de la Dirección (se refleja la Sala de Juntas), fue plagiada, primero el 6 de marzo, por el portal Homozapping; el día 20, por el diario El Universal; el 22, por El Expreso de Campeche y La Verdad de Quintana Roo; el 23 por los llamados audaz, futbolpasión.com y Controversia y ayer, 24 de marzo, por la web de Pedro Ferriz de Con, la primera plana del impreso y la página electrónica de El Financiero.

Al día, el también director de Milenio enteró a los lectores que El director general editorial y el subdirector de El Universal, Francisco Santiago y David Aponte, respectivamente, y el director editorial de El Financiero, Enrique Quintana, tuvieron ayer la decencia de llamarme para ofrecer una disculpa que, muchas gracias, desde la mañana difundieron en los tuits institucionales de sus respectivas casas editoriales, a propósito de la foto de Amado Yáñez que tomó Martín Salas para MILENIO y que, sin crédito, fue después publicada en sus ediciones impresas y páginas web.

Amigables y generosos, ninguno me reprochó con la firmeza que utilicé para incluirlos entre los “vividores de lo ajeno”, así que, apenado, apelé a su comprensión por el recargón, pero los tres compartieron la convicción de que algo así no debe hacerse.

En la parroquia aguascalentense, algunos suelen trasladar a sus espacios periodísticos (impresos y webs) notas y comentarios publicados por su competencia, omitiendo la fuente original de la información. Me acuerdo de la comodina reportera que casi todos los días escucha los noticieros radiofónicos para escribir sus notas y cubrir la cuota diaria exigida por el diario. Pedir disculpas por el error y el horror generado en las redacciones, es algo tan remoto de leer, como la posibilidad de que usted visite Marte.

Afortunadamente, de copiones no están llenos los panteones; los prefiero vivitos y gorrones.

Porque alguien tiene que escribirlo: En una semana quedó exhibida, nuevamente, la notable inseguridad pública que manda en Aguascalientes: el respetado empresario radiofónico y su estimada familia fueron asaltados con lujo de violencia en su domicilio del fraccionamiento Los Bosques. El apreciado amigo fue mandado al hospital privado por las lesiones ocasionadas.

A un ciudadano “lo despojaron de su auto a punta de pistola” en plena avenida Universidad a las diez de la mañana. El mueble fue encontrado horas más tarde (El Heraldo de Aguascalientes, 29/03/2014).

¿Y el Mando Único de Policía? Bien, gracias.

Por: Mario Granados

marigra@telmexmail.com