Vale al Paraíso / Cambio de horario

El amanecer está penumbras. El anochecer niega su presencia. El gallo tarda en anunciar el nuevo día. Duermo menos. Descanso poco. Ando zombi, como si fuera político despistado, de los que abundan en el escenario nacional.

Inicio la jornada diaria con el Sirio Pascual encendido. El espejo del baño me recuerda lo mortal que soy. Saludo con las “buenas noches” en la fría mañana.

La puntualidad hidrobritánica sufre. Ir contra natura no es lo mío. Estoy distanciado con el horario de verano (HV). Nos peleamos. Nos maldecimos. Le hago ver hace sus inconvenientes. Le observo los daños causados a la salud. Le demuestro que el ahorro es un mito genial.

Teclear esta colaboración en la penumbra matinal del domingo me recuerda el incomparable suspenso del maestro Alfred Hitchcock.

El horario estival tiene sus orígenes en la pluma de Benjamín Franklin, que en su calidad de embajador de Estados Unidos en Francia, envió una carta al diario «Le Journal» de París, a fin de promover algunas medidas para el ahorro energía eléctrica, como imponer un gravamen a las personas cuyas ventanas impidiesen la entrada de luz a sus casas; regular el consumo de cera y velas; y repicar las campanas de las iglesias para levantar a los moradores a la misma hora.

La reliquia de Franklin se aplicó durante la Primera Guerra Mundial para ahorrar carbón, y se intensificó en 1973 por la crisis petrolera.

En México padecemos el HV desde hace 21 años. La decisión federal se ofertó como un beneficio para el país y los hogares aztecas, a través de la conservación de la energía eléctrica, modificando la hora de encendido de la luz en los intervalos de mayor consumo, adujo el gobierno de presidente Ernesto Zedillo.

Hace algunos años, el Fideicomiso para el Ahorro de Energía Eléctrica presumió el ahorro anual y acumulado: 1,663 millones de pesos y 1,224 gigavatios/hora en 2013; 20 mil 648 gigawatts de 1996 a 2013; y pírrico 0.044% del consumo bruto.

Según los datos actualizados de los panegiristas de la medida, entre ellos, la Secretaría de Energía, la aplicación del Horario de Verano en 2016 obtuvo ahorros en consumo eléctrico de 975.28 gigawatts por hora (GW/h) y una demanda evitada de 492.2 megawatts (MW), cifra que equivale a diferir la inversión de una planta termoeléctrica convencional.

El ahorro económico por la implementación del HV 2016, se estima en mil 542 millones de pesos, esto al considerar un costo medio de la energía eléctrica de 1.5813 pesos por kilowatt hora para los usuarios domésticos.

Las cifras oficiales me recuerdan al hermoso arreglo floral enviado recientemente por mi mujer para reconocer mi amoroso comportamiento, en algo así la versión posmoderna de Romeo y Julieta.

Pero no es así. Me refiero a la reluciente numeralia de la dependencia gubernamental. Obvio.

En mi bolsillo, del tamaño de un bonsái, el anunciado ahorro no se nota en pesos y centavos; yo pago más por el consumo de luz de mi hogar dulce hogar, no importando el consumo uniforme y el cambio a focos led.

Mi puntual reloj biológico, comprado en Suiza, está más descompuesto que la comunicación social del ISSEA con el asunto de la influenza, que ha matado silenciosamente a 25 aguascalentenses en los últimos cuatro meses, superando la cifra de fallecidos en los recientes ataques terroristas de Londres y San Petersburgo.

El HV no tiene sentido. Es peligroso. Afecta seriamente a los recién nacidos, niños y adultos mayores. Altera los patrones de sueño. Propicia trastornos nerviosos y musculares. Genera otras alteraciones que “exponen a accidentes y hasta a la muerte” por la “manipulación de los biorritmos”, refiere la investigación divulgada por la revista Open Herat (2014), del American College of Cardiology, en Washington, Estados Unidos, donde se menciona que “dicho fenómeno persiste incluso después de tomar en cuenta los factores estacionales”.

A decir de los expertos del Instituto de Astronomía de la UNAM “por sus condiciones de luminosidad a lo largo del año, México no requiere el cambio, pues los días más cortos registran 10 horas con 13 minutos, una variación menor respecto al promedio de los demás días”.

Y por si fuera poco, los trabajadores llegan más tarde a sus casas. Las tiendas minoristas disminuyen sus ventas. No estimula las compras de los consumidores, según el análisis reciente de 380 millones de transacciones bancarias y de tarjetas de crédito realizado por el Instituto JPMorgan Chase.

De acuerdo a la información de la Conferencia Nacional de Legislaturas de Estados Unidos, cerca de 40 proyectos de ley están a la espera para darle chicharrón al cambio bianual de horario.

En noviembre del año reciente, el presidente del Partido Sinaloense, Héctor Melesio Cuén Ojeda, depositó en la Cámara de Senadores la iniciativa ciudadana de Reforma a la Ley del Sistema de Horario, avalada por 262 mil 876 firmas de ciudadanos, 154 mil más de lo establecido, para promover que en Sinaloa ya no se implemente el horario de verano.

Sobran intentos, pero falta voluntad de los gobiernos para regresarle al ciudadano todo que le quitaron con la nefasta decisión. El milagro no es compatible con la política Amo del horario de Dios. Quiero al rey para darme los buenos días y a la majestuosa Luna para regalarme las buenas noches.

Porque alguien tiene que escribirlo: Tal vez afectados por el cambio de horario, las autoridades del Seminario Diocesano Santa María de Guadalupe decidieron guardar en el cajón de la limosnas un millón de pesos en efectivo, ¿de quién fue tan la sacrílega decisión?

Ven la irreverente tempestad de la inseguridad pública y sacerdotes no se hincan.

Aviso parroquial: Viene la semana santa. Ustedes ya piensan en los días de no guardar. Yo también. Nos encontraremos el martes 18.

marigra1954@gmail.com