Urge una buena sinfonía 2019
…La vida sin la música es sencillamente un error, una fatiga, un exilio…
Nietzsche
La República padece problemas colectivos, los que se desarrollan en el espacio público, pero que tiene repercusiones en el ámbito de la vida privada de las personas. La política es su partitura orquestada; las partichelas las dirigen en sus tiempos y armonías los gobernantes. De un buen concierto se escucharán las buenas leyes, un entramado legal de vida compartida para que los ciudadanos resuelvan sus conflictos. Un buen director de orquesta busca no intervenir en las vidas privadas de los integrantes de la orquesta.
Empodera armónicamente los pentagramas de las relaciones de poder entre particulares, negocios, tributaciones. Un invitado especial al concierto es el tenor del poder judicial, tiene siempre ese decoroso lugar de independencia, de la misma manera la sección de instrumentos legislativos. En la evolución de la sinfonía los instrumentos de delicada precisión interpretativa se ubican los órganos autónomos constitucionales.
Las buenas orquestas bajo la batuta del Director (la Política), hacen de la pedagogía un instrumento de educación, sus didácticas potencian capacidades e inteligencias de estudiantes y pueblo que se acerca al delirio musical. La acción interpretativa que logra el delicado milagro de coincidir en tiempo y ritmo, atempera la discusión del disfrute cuando es de razón respetarla. La dirección se aprecia excelente cuando posibilita la imaginación, las ideas, los pensamientos libres para que vivan sin temor sus propias hermenéuticas sinfónicas, la libertad sonora.
México, desde 1990 apostó por ser un país bajo la dirección del Maestro Política, para que sus partichelas sinfonicen la buena vida y los buenos gobiernos. La partitura puso en pentagramas los acuerdos de notas coordinadas, controles sincopados de las voces, armonías instrumentales… se logró en tiempos de diálogo y creatividad, por etapas, se obtuvieron nuevas reglas de orquestación, el mundo aprobó su musicalidad, reconoció los procedimientos, reglas musicales del juego que revolucionó el mundo sonoro.
Las buenas orquestas, los buenos directores, obedecen a una moral clara que no se confunde con la ética musical, sus sinfonías acrisola los valores de las imágenes musicales que permiten la interpretación de los sentimientos de la Patria, es decir, en sus partituras está la fuerza de las tradiciones, el carácter, las vivencias, la esperanza, de la mayoría social de nuestra nación.
Empero, el analfabetismo funcional de algunas direcciones de orquesta han sugerido una idea de incultura, enajenación, frivolidad, falta de conocimiento…, en la que se invierten los valores solo por apoyo a la condición ideológica de lo inentendible; falsos directores han permitido recompensar compromisos partidistas, nacionalismos apócrifos, berrinches de poder, apartados de la musicalidad de nuestros pueblos generosos. Las partichelas son la tabulación musical de los instrumentos y la posibilidad que los interpretes haga su parte, alcen la voz, como el poeta Ramón López Velarde, “a la mitad del foro”, para se enriquezca el diálogo sinfónico y favorecer los sentimientos patrios.
En verdad, de nada servirán las palabras vacías y llenas de simulación, tenemos claro que las palabras, núcleo de todo, serían arriesgadas al decir que nos introducen a la verdad. Es preciso que los discursos contengan el espíritu de Dionisos, partituras que atiendan al bien común, que se reflejen en el cuerpo humano, en el canto, en el baile, en las obras de arte. La política, las cosas de la ciudad, debe estar en los pentagramas de la esperanza y la confianza como almas del espíritu popular, la música es precisamente un movimiento del sentir, expresado en sonidos de y para los individuos y sus asociaciones. En Dionisos hay un anhelo mítico que se satisface con la música.
Escuchar la buena política es la sinfonía auténtica de un pueblo laborioso, con esperanza y carácter que intente unidad, en las partituras de la buena política son posibles los buenos directores de la orquesta Patria.
Las partichelas deberán reflejar los valores e impulsar las virtudes que tengan la calidad de lo actual, la necesidad de la satisfacción.
La misión política es unir al pueblo, en sus partituras están las notas del sentido de la historia y del porvenir, pretérito y esperanza son eje que une. La esperanza de buenas políticas públicas que atiendan los problemas sociales es música que libera a los pueblos de la angustia existencial, del sufrimiento provocado por las voces con alientos sin sentido. La mala música nos une al mal, intencionadamente al poder del más allá, provoca pavor con el misterio del mal, no es solución.
La vida es un milagro, se explica por vía del arte, precisamente la música. Es la clave de los misterios de la política. El progreso, la modernidad, nos ha dado confort y comodidad, seguridad, pero no menos angustia. El fuego satánico y asesino de tomas clandestina de Pemex es el reflejo de mala sinfonía, la culpa no exenta a nadie.
Por: Ignacio Ruelas Olvera