Sube la afición al futbol / Vale al Paraíso

El martes 14 de agosto, el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, escribió en su muro de Twitter que “no hay que pensarlo mucho. El programa deportivo 2018-2024 tendrá tres vertientes: actividad física y deportiva, en
todos lados, para la salud y el bienestar; de alto rendimiento para ganar muchas medallas; y el béisbol, escuelas y formación de prospectos para grandes ligas”.

Impulsar a Doña Blanca con la macana para volarse la barda del jardín izquierdo requiere de algo más que buenos propósitos, a juzgar por la encuesta nacional en viviendas particulares La afición al futbol soccer en México 2018, levantada del 26 al 28 de enero de este año, a mil mexicanos mayores de 18 años, por Consulta Mitofsky:

Como ocurrió en 2010 y 2014, años de mundiales, en 2018 sube la afición al fútbol aunque muy lejos de sus máximos históricos; 58% de los mexicanos adultos se dicen aficionados a este deporte.

El boxeo baja, al igual que el automovilismo y el tenis, estos dos últimos con cinco años consecutivos a la baja.

Mientras el béisbol, el basquetbol y las luchas se mantienen en lo que respecta al tamaño porcentual de su afición, el fútbol americano se recupera de su caída en 2017 y este año se coloca con 20% de afición.

Por si hay alguna duda, me confieso aficionado (ahora) no práctico del futbol soccer, porque con estas décadas y kilos a cuestas, los jugadores de la edad en plenitud suelen entregar el acta de defunción en lugar de la carta de retiro, según los estatutos del Instituto Nacional de las Personas Adultas.

De la mano de mi querido padre conocí el primer estadio de futbol, La Martinica (1960), con su gran Tota Carvajal; después recorreríamos el Azteca, Jalisco, Ciudad Universitaria y Nou Camp, la nueva casa de la Fiera, donde compró dos plateas para disfrutar cada quince días en un espectáculo muy familiar. Al término del encuentro era obligada la visita al restaurante El Rincón Gaucho de Marcos Aurelio, aquel extraordinario centro delantero argentino.

Mayorcito conocí, entre otras, las catedrales del Boca Juniors, Real Madrid, Barcelona, La Estrella Roja de Belgrado, y acudí a dos copas del mundo, las celebradas en México en 1970 y 1986.

Nací en cuna rojiblanca hasta los 16 años. En 1971 desapareció el histórico Necaxa para dar paso al Atlético Español, de la mano de entusiastas descendientes de gachupines. En 1970, antes de que me viera envuelto en algún conflicto del equipo por los adeudos salariales, derrumbe deportivo y malogrado sindicato de jugadores, presenté mi renuncia “irrevocable”.

El Necaxa me recuerda mi dorada niñez. Por eso entiendo el sentimiento de tristeza, encabronamiento, de la nueva generación de aficionados —originaria de Aguascalientes—, que se ilusionan con el equipo de su ciudad, pero a cambio de esa pasión han recibido descensos recurrentes, turbia compra de jugadores extranjeros, el fracaso del Hugo Sánchez como entrenador, pésimos resultados, muy caros boletos para ingresar al estadio Victoria, ausencias recurrentes a las liguillas y una Copa MX defendida sin la más mínima gallardía, hace dos semanas.

Y sí, del capítulo electricista, sólo me queda rodar la esférica sentencia de Gabriel García Márquez: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla”.

En 1970 firmé mi ingreso a Cruz Azul. Fui recibido con los brazos abiertos. Las banderas albicelestes desplegadas en todo lo alto. El silbato de la Maquina sonando muy fuerte. Y una cariñosa porra organizada por el legendario Gordo Ordoñez.

Al año siguiente los cementeros emigran del pequeño estadio 10 de Diciembre, ubicado en Ciudad Cooperativa Cruz Azul, Hidalgo, al majestuoso Azteca.

De 1972 a 1979 acudí puntualmente al estadio Azteca para saborear las mieles de los campeonatos obtenidos y paladear la extraordinaria calidad futbolística de jugadores como el Superman Miguel Marín, por citar un admirado ejemplo.

Contabilizo cuatro décadas y pico de gozar y sufrir al lado del Cruz Azul. Puedo decir que la ilusión, el sueño y la esperanza, solamente florecen en cada partido; lo demás podría venir detrás, al fin, la liguilla es la columna vertebral de la industria del futbol mexicano, es otros torneo de seis inciertos partidos.

Después de ocho estrellas bordadas en la playera, no me alteran 20 años de sequía en los torneos de liga; el América tienen 44 años de no levantar el trofeo de Copa: la última fue en la campaña 1973-1974.

La humillante derrota ante Bravos de Juárez, el equipo de ascenso, en el mismísimo Coloso de Santa Úrsula. La eliminación en la Copa MX. Y el empate con esos perritos con cuernos del Guadalajara, hace necesario el ingreso de las Huilotas americanistas al Centro Médico Animal.

Porque alguien debe de escribirlo: Hasta la próxima.

Por: Mario Granados Roldán
marigra1954@gmail.com