Sencillo, un nuevo diálogo

A más de tres semanas de campañas electorales las “vidrieras del marketing” es la muestra más palpable que no funciona, no son adecuados gráficos, ni fotografías de estudio (y de “Photoshop”), tampoco frases contradictorias a la gramática…, una ruta equivocada: la política se hace fuera del horizonte racional.

Estas condiciones de modelo de campañas políticas muestran que hay ausencia de un mecanismo que unifique y comunique para la confrontación civilizada de las ideas. Existen ausencias de temas cruciales en muchas discusiones. Se trata de que la sociedad piense en conjunto. Superar la ignorancia, abatir los prejuicios, destruir los fanatismos. El reloj político refleja un retraso considerable.

La historia es tema de seres humanos, se hace bajo la circunstancia que no está a merced humana, tema que reflexionó Ortega y Gasset, las circunstancias son heredadas por alguna circunstancia. La historia es nostalgia de transformaciones, momentos de crisis revolucionarias que discuten nuevos escenarios de convivencia. La realidad no es cosa del otro mundo; la realidad asiste a la ciudad de las personas.

La competencia política en nuestro pueblo generoso se muestra en un embrollo indiscriminado de transmisiones de imágenes. La comunicación tradicional consigna lo que los “mercadologos” creen que es publicable. Las redes sociales, nuevo formato de la realidad transmiten imágenes y grafías, mayoritariamente leperas y de emociones depravadas. Una miseria política de voces de funeraria: bajo volumen y melodrama, modorra deliberativa. La disputa está al amparo y secuestrada por la violencia mercadológica, a veces obscena. Un ambiente que genera angustias y depresiones populares. Una paradoja, el mercado político al final de la contienda no reconocerá el producto en el “supermercado”.

Será responsabilidad de políticos profesionales preparar un nuevo diálogo que supere la ternura de cuadros, nuevas generaciones que condenen a los hoy “directores técnicos” de las campañas, que nada tiene que ver con los partidos políticos o ideologías independientes.

Preparar su pensamiento, sus voces, sus garbos, sus personalidades…, para crear mundos nuevos, revoluciones modernas bien meditadas. Que los cambios sean torrentes de palabras nuevas. La ruptura es necesaria, los jóvenes políticos hoy lo primero que requieren es decidir cuál es el despacho de orientación y método para estar en el poder, por el poder mismo para tenerlo y no para ejercerlo en beneficio del pueblo. La ruptura es urgente para crear nuevas generaciones de políticos. La sociedad debe estar sana, los pueblos enfermos tienen ciudadanías enfermas en matrimonio con las miserias del hambre, la desigualdad, la hedionda concentración de riqueza.

Insisto, el estrés político es factor de locuras, factoría de las esquizofrenias y los odios. Es urgente la llegada de nuevos políticos que sean enemigos del silencio que produce la amnesia política (cómoda y fructífera). Es tiempo de un nuevo diálogo. El cuerpo electoral no está muerto, se equivocan los que pretenden hacerle autopsia, la política buena toca la puerta de la ciudadanía para tomar las discusiones por asalto.

El nuevo diálogo político no tendrá en los ojos las cataratas que producen las pantallas, especialmente de la televisión. El nuevo diálogo no conocerá de fosas clandestinas, no sabrá de tráfico de blancas, ni órganos humanos, menos prostitución infantil.

Este conversatorio desenmascarará a sacerdotes pederastas. ¡No reconocerá más odios! No aceptará el crimen organizado. En éste diálogo participará la Universidad, en plural. Dialogar es utopía de la política, construye donde no existe, ahí levantará los edificios de una sociedad justa y solidaria. La nueva conversación política cambiará los rencores por la aplicación de la justicia.

La pedagogía del diálogo requiere conocimiento, cordialidad, decencia, amor por la política, amor por México. La política dialógica permite cambiar todo de manera lucida, coherente, inteligente. Un nuevo diálogo va de la mano de una pedagogía de nuevas maneras de pensar la realidad. El diálogo posibilita los cambios, la política requiere revolucionarios formados a 300,000 kilómetros por segundo, ésta es la revolución del presente siglo. El nuevo diálogo es un renacimiento de la cultura en la realidad que padecemos. Música, poesía, pintura, literatura… sístole y diástole del diálogo político.

La cultura es el altar de la revolución dialógica que se requiere. La conciencia revolucionaria se aprende en el diálogo con las experiencias, con la discusión permanente que empuja los cambios. Un diálogo político que detone las transfiguraciones sabe que la realidad es arquitecto de la conciencia.

Preparar a las nuevas generaciones políticas para hacer la revolución de la disputa política, para crear un método de discusión que supere esta fiesta “gringa” del “marketing”. El nuevo diálogo somete con razones y argumentos a los barbaros, a vándalos, a traviesos evasores de impuestos, al crimen organizado y sus alfabetos de “marca registrada”. Lograr consensos y hacerse cargo del conflicto es la base de buenos entendimientos. Política y cultura como binomio conjugado perfecto.