Sarcasmo de Estado
La ironía profiere una idea para decir otra; ¡claro!, no siempre se logra, es un proceso que reclama una inteligencia lúcida. Sócrates se detuvo en la reflexión de este tema para aportar su enseñanza, su funcionalidad le encontramos cuando planteó esta técnica como estrategia del diálogo. Ironía etimológicamente proviene del griego “eirōneía”, traduce “burla fina y disimulada”. Los diálogos de Platón constituyen una pedagogía dialógica excepcional, nos enseñan que la ironía tiene efecto bumerang, dicho de otra manera, “se escupe al cielo y cae en la frente”. La ironía niega y acepta, cumple su propósito cuando hace uso de una experimentada cultura y un buen uso del lenguaje, el ironizante hace sus travesuras. La ironía no es metáfora, metáfora e ironía se relacionan mediante la verdad en un diálogo insistente. Por ello la ciencia no da lugar a la ironía, pues rompe la lógica de la verdad, recordemos a Aristóteles, “decir de lo que es, que es, y de lo que no es, que no es, eso es la verdad”. Nuestro discurso político tiene un almacén lleno de mitos, analogías, sinonimias, pareceres…, al servicio de la falsedad y la simulación, es cuna de posverdades. Hoy como nunca requerimos una narrativa que adquiera ímpetus extraordinarios en una dialéctica ponderada, cordial, coherente, para decir lo que cabe decir, pero no callar, el silencio cancela y es elocuente cuando se emplea de manera adecuada. Dice José Woldenberg, el procedimiento electoral “es un tema discreto, no secreto”, la ruptura de su discreción provocó el escándalo que cancela propuesta y discusión.
La guasa reconoce y valora antes de expresar un juicio que no corresponde a la realidad sino a otra que subsume a la persona o a la cosa, se revela en ella una necesidad de racionalidad con complejidad intelectual, por la simple y lógica razón que se desprenderá de la circunstancia en la que se manifiesta; luego, requiere de intenciones que impactan en el público una reacción festiva, empero demanda que el público tenga el código que refiere la ironía e impulsa complicidad en el circuito discursivo. Tengo para mí que la ironía toca los dinteles del humor, por vía del sentido de las oraciones, los predicados, los enunciados… tienen la finalidad de provocar risa, mofa, chacota, sarcasmo…, “al final del día”, dice la metáfora, el orador se propone hacer reír, la ironía le entalla muy bien al discurso político, sin embargo requiere mucho talento.
No manejar bien la ironía es un salto mortal sin red protectora, pues se estrella en la ofensa, el insulto, la bajeza “ad hominem” enemiga del debate democrático. Este fenómeno en disputas y monólogos políticos se han distinguido por la burla perturbada. En una nuez: la ironía requiere talento, inteligencia emocional, pensamiento crítico, cultura, consideración del Otro, para lograr la burla colectiva. Joaquín García Vargas fue un cómico de la época de oro del cine mexicano, gloria de la comedia, su ironía provocaba la risa colectiva mediante el uso inteligente del lenguaje verbal y no verbal, de su histrionía y de las analogías de la realidad que manifestó. Desde el atril más alto de la nación el predicado “El comandante borolas” mostró ser un predicado ciego, sobre un estadista en estado sabático, lo manifestado perdió su significación, desperdició la contradicción de lo que quiso expresar; mostró una incongruencia, una agresividad que humilla y vulnera a los gobernados. No pudo ser, tampoco, una parodia por la razón que le faltó la valentía de burlarse directamente del sacrificado, sin miedos; no es una sátira pues no contiene una burla con intención crítica. El mal uso de la ironía se carga de chacota y pierde el humor. Joaquín García fue un excelente comediante impactó con sus ironías, excitó la contagiosa risa colectiva. Su ironía fue una provocación nacida en su inteligencia, su comedia es una lección para los debates y discusiones políticas.
El juicio de una persona que dice una cosa para que se entienda otra, es paso hacia un buen diálogo, la inteligencia emocional nace de la humildad con que se enjuicia irónicamente. En la sociedad de la comunicación la ironía expresa y comunica algo, precipita las contradicciones mediante un enunciado con el mismo significado pero a la velocidad de 300,000 kilómetros sobre segundo. La ironía se trabaja desde distintos ángulos mediante frases al servicio del humor al exagerar una situación ya sea de un personaje o dramatizar la comparación de cosas y circunstancias. La ironía sobre Don Joaquín García lamentablemente no contiene las palabras de manera ingeniosa, no mostró disonancia en la información que pretendió transmitir. El mensaje irónico que humilla o hiere a alguien se convierte en sarcasmo de mal gusto. La discusión política se muere cuando los predicados muestran defectos personales, cancela argumentos, necrosa la imaginación. También “Borolas” salió vilipendiado.