Revocación de mandato, una intención perversa / La Columna J
“Pero las nociones no nos dan la esencia propia de las cosas, ésta que constituye el fondo y el verdadero contenido de todos nuestros conocimientos, se funda principalmente en la comprensión intuitiva del mundo”: Schopenhauer
El señor presidente podrá decir lo que guste y quiera en sus ruedas de prensa matutinas, con la gran retórica demagógica que lo ha caracterizado puede seguir expresando que tiene otros datos a los que instituciones consolidadas proporcionan como referencia evaluativa de su gobierno y como remembranza de la situación actual del país. Pero del mismo modo, como individuos y sociedad podemos intuir las intenciones de alguien que en poco tiempo está devastando algunos cimientos de nuestra democracia.
La revocación de mandato es un tema con muchas aristas y posibilidades, que se puede entender de manera estoica, pero que en su impacto puede alterar de manera directa la esencia circunstancial de una democracia como la que tenemos en México. La revocación de mandato en palabras más o palabras menos que con el voto en las elecciones previstas en la Constitución, los ciudadanos otorgamos un mandato en las urnas a los candidatos a puestos de elección popular, para que representen nuestros intereses en el gobierno, por un determinado tiempo.
El presidente promovió la iniciativa para que pueda dejar sin efecto el poder otorgado por la ciudadanía en las elecciones, conlleva una postura de justicia ideática, pero que del mismo modo se traslada a lo vituperable, ya que con la estrategia de quitar una gran cantidad de programas sociales y a cambio de eso otorgar el recurso de manera directa, se extiende la posibilidad a una manipulación paternalista y asistencialista que vulnera la democracia y antepone los interés particulares a los intereses de la nación.
Dentro de la disfrazada intención se presentó la figura de la consulta popular, la que ya hemos vista que ha sido un fracasos absoluto, el ejemplo del aeropuerto internacional es evidente y objetivo, no tienen la misma esencia, y como menciona Héctor Aguilar Camín; es una intensión que alteraría profundamente la lógica democrática y los tiempos
electorales del país.
Es un paso intermedio a la reelección, si la figura se ejerce desde una intención de conservar el poder y alterar los equilibrios.
“En todo lo que atañe a nuestra felicidad o nuestra desgracia hay que echar riendas a nuestra fantasía, así, ante todo, conviene no hacer castillos en el aire, nos cuestan muy caros, porque inmediatamente después tenemos que demolerlos con muchos suspiros”: Schopenhauer
La democracia tiene muchas amenazas, las trampas se extienden en su camino y las resistencias acobardan y endurecen a los partidarios ideológicos. En política no hay casualidades, en política hay causalidades, y esto se puede dilucidar como una estrategia calculada por parte de una persona que no tiene tiempo para gobernar, pero que ha tenido mucho tino para saber influir.
Las dobles intenciones, es que quien las expone las defiende con gran sentimiento protector, en esta caso, encuentra en esta acción una esencia nacionalista que enarbola a la justicia.
Se necesitan hilar dos planteamientos lógicos para entender que quien va a someter una decisión de esa magnitud ante un segmento población al que le estará dando los apoyos de manera directa y sin reglas de operación, tiene una doble intención, tiene la sangre fría porque el liderazgo que se esparce a partir de la repartición de la dadivas está condenado al acto existencial de sumisión de la corrupción. En eso estriba, en la justificación en el oxímoron de la justa aplicación del bien común para la consolidación de la esperanza por México.
El país no solo es más violento, no solo es más inseguro, poco a poco se está haciendo dependiente, existimos como una sociedad que está sufriendo el síndrome de Estocolmo, (aquel síndrome en el que el secuestrado genera vínculos afectivos con el secuestrador).
Dado que nuestra sociedad inmersa en el paternalismo y en asistencialismo será cuestionada sobre si quien da los apoyos o no, deberá seguir, sin duda alguna, una amenaza.
“La tela de sus sueños sombríos son desgracias que, aunque remotas, nos amenazan efectivamente en cierto modo; esos son los objetos que agranda, cuya posibilidad hace resaltar más de lo justo y que pinta con los colores más terribles” Schopenhauer.
IN SILENTIO MEI VERBA
ROBERTO VALDES AHUMADA