Reseña de Mario Vargas Llosa como orador / La Columna J
Estimado lector con el gusto de saludarle nuevamente, quiero aprovechar la valiosa audiencia de alchileaguascalientes para referir la importancia de la oratoria en toda la extensión de la palabra. El premio Nobel de literatura, considera al arte de hablar en público como una herramienta fundamental en el desenvolvimiento de todo político. De tal modo, la clasificación de la oratoria se debe a múltiples criterios, es importante tener presente aquel que tiene como punto de referencia “la actitud de comunicación del orador” bajo tesitura, es menester mencionar las ideas principales del gran novelista peruano -Dr.
Mario Vargas Llosa- en torno al tipo peculiar de oratoria que practicaba y que él tuviera a bien consignar en su libro “El pez en el agua”.
A continuación, sus apreciaciones:
“Hablar en plazas públicas era algo que no había hecho nunca, antes de la Plaza San Martín. Y es algo para lo cual haber dado clases y conferencias no sirve o, más bien, perjudica. En Perú la oratoria se ha quedado en la etapa romántica. El político de manera natural sube al estrado a seducir, adormecer, arrullar y persuadir en las líneas populistas que integran a la demagogia, la cual pragmáticamente es una extensión de la demagogia. Su falacia trasciende más que las ideas concretas, sus gestos más que los conceptos. La forma hace y deshace el contenido de sus palabras.
El buen orador puede no decir absolutamente nada, pero debe decirlo bien. Que suene y luzca, es lo que importa. Refiere que esta herramienta es loable y debe ser aplicada en los procesos educativos y de enseñanza, y no en su aplicación de rentabilidad política que dilapida la esencia comunicativa. La lógica, el orden racional, la coherencia, la conciencia crítica de lo que está diciendo son un estorbo para lograr aquel efecto, bajo la estructura lógica, no aplica. Logra tener un impacto con las imágenes y metáforas impresionistas, ejemplos retóricos, figuras y desplantes. El buen orador político latinoamericano está en proximidad a brindar una disertación como si fuese un demagogo.
En la misma contradicción que el de un conferencista o un profesor: su comunicación con el público pasa por el instinto, la emoción, el sentimiento, antes que por la inteligencia. Michel Leiris comparó el arte de escribir con una tauromaquia, bella alegoría para expresar el riesgo que debería estar dispuesto a correr el poeta o el prosista a la hora de enfrentarse a la página en blanco. Pero la imagen conviene todavía mejor al político que, desde lo alto de
unas tablas, un balcón o el atrio de una iglesia, encara a una multitud enfervorizada.
Mario Vargas Llosa se caracterizó por ser un escritor realista. Fecundo creador y político demócrata conservador, es uno de los intelectuales peruanos más renombrados de la actualidad, a quien se adjudicaba una postura en la que se engrandecía a la educación por medio de la oratoria y la comunicación en los procesos de aprendizaje.
La noche de la Plaza San Martín, sorprendió descubrir lo frágil que es la atención de una multitud y su psicología elemental, la facilidad con que puede pasar de la risa a la cólera, conmoverse, enardecerse, lagrimear, al unísono con el orador. Y lo difícil que es llegar a la razón de quienes asisten a un mitin antes que a sus pasiones. Si el lenguaje del político consta en todas partes de lugares comunes, mucho más donde una costumbre secular lo mudó en arte de seducir. A continuación, se hace referencia de las palabras de Vargas Llosa, tras perder la elección presidencial:
“Hice cuanto pude para no perseverar en aquella costumbre y traté de usar los estrados para promover ideas y divulgar el programa del Frente, evitando la demagogia y el cliché: Pensaba que esas plazas eran el sitio ideal para dejar sentado que votar por mí era hacerlo por unas reformas concretas, a fin de que no hubiera malentendidos sobre lo que pretendía hacer ni sobre los sacrificios que costaría. Pero no tuve mucho éxito en ninguna de las dos cosas, porque los peruanos no votaron por ideas en las elecciones y porque, a pesar de mis prevenciones, muchas veces noté- sobre todo cuando la fatiga me vencía- que, de pronto, resbalaba también por el latiguillo o el exabrupto para arrancar el aplauso” Vargas Llosa.
Le deseo que tenga una excelente semana.
La palabra es poder…
Opinión de: Roberto Valdés Ahumada