Por una cultura de respeto
Aguascalientes, Noviembre 29 (2021).- “La libertad de cada persona termina donde comienza la de los demás” Anónimo.
¿A cuántos no nos ha tocado en alguna ocasión ser partícipes de celebraciones y/o reuniones por parte de nuestros vecinos? La música, ya sea a través de altavoces o en directo mediante conjuntos, mariachis, bandas o similares, resulta volverse tan molesta e insoportable que bien dan ganas, a altas horas de la noche, escribir una misiva con la bien intencionada máxima del mítico Benito Juárez, “El respeto al derecho ajeno es la paz”.
Soy un firme creyente de que los individuos nacemos libres y ello nos otorga derechos pero también obligaciones. Es precisamente este malentendido el que ha ocasionado un sinnúmero de desavenencias de toda índole. Hace años tuve un vecino que regularmente arribaba a deshoras, no solamente los fines de semana, sino también los días de diario. El inconveniente no era ese, la complicación se debía al equipo de sonido que lo acompañaba en su automóvil de reciente modelo. Dudo que a decenas de metros de distancia pasara desapercibido con sus reiterados tangos argentinos. Recuerdo en una ocasión que uno de los vigilantes del fraccionamiento en el que vivía, le llamó la atención. Su respuesta fue evasiva totalmente, escudándose en que se encontraba en su domicilio y por ello tenía el «derecho y la libertad» de hacer lo que se le viniera en gana.
La moraleja es simple: la libertad de las personas tiene un límite y éste es cuando justo comienza la de los demás. No podemos hacer lo que queramos si nuestras acciones molestan o alebrestan a los semejantes que nos rodean. De lo contrario seríamos unos desconsiderados egoístas y apáticos. Las normas de la buena convivencia establecen como norma primaria el darnos cuenta de que no estamos solos, y por ende, nuestro proceder debe ir en la dirección colectiva.
Notables ejemplos relacionados con la carencia de este gran valor del respeto se dan todos los días al volante de igual manera. Desde impacientes conductores que adelantan sin señalizarse, presionan haciendo cambio de luces o accionando el claxon. No olvidemos los casos en los que el paso de peatón representa una mera alegoría y se aplica la regla «coche antes que caminante». ¿Y qué decir de los abusivos quiénes ante la falta de estacionamiento fingen miopía e invaden el espacio marcado para discapacitados, madres encinta y ancianos?
Lo triste de todo esto es que trasciende habitualmente más allá de los rubros hogar y la educación vial. En los negocios, en la administración pública, por mencionar un par de ejemplos, también ese básico principio brilla por su ausencia.
No pretendo acusar, juzgar o señalar. Mi intención es la de reflexionar, crear conciencia. Antes de pedir cuentas a los gobiernos y funcionarios públicos, es fundamental contar con educación, civismo y una clara orientación encaminada en la continua búsqueda del bien común. Somos los ciudadanos los que hacemos la diferencia. Como individuo te invito a que practiques la tolerancia y el respeto como estandarte y eje rector. Al comienzo te costará, posteriormente se convertirá en un hábito y finalmente en una virtud a emular por tus conciudadanos.
La Opinión de: César Omar Ramírez de León. Empresario, Consultor en Finanzas Personales e Inversionista en el Mercado de Capitales.