Oratoria política / La Columna J
Estimado lector de alchileaguascalientes, como cada semana le saludo con aprecio y expongo a usted la continuación del texto anterior, la oratoria política tiene por esencia exponer o debatir todas los temas relacionadas con el gobierno y la actividad pública, pero partiendo de los principios e ideas políticas que ostenta el orador. Es utilizada en épocas electorales para persuadir y convencer a los votantes.
El ser humano siempre se ha caracterizado por utilizar palancas, y aquí el término de “palanca” se refiere principalmente a tomar un apoyo que pueda proporcionar un avance o conseguir algo deseado. El arte de la oratoria y de la retórica muestran el uso de la lógica y la elocuencia para poder convencer a una o a muchas personas, independientemente de que si lo que se dice es cierto. Esto es un aspecto de suma importancia, aún más en la política: “escribí un sólo libro en mi vida porque la gente, no lee, pero sí escucha a los oradores”, Hittler.
La oratoria es un recurso para la clase política, sobre todo en tiempos electorales, así mismo, en el ámbito legislativo, es espacio es propio para que los discursos parlamentarios se sirvan, para exponer razones o convicciones en orden a, finalmente, conseguir el apoyo para las mismas, por lo que alcanzaron el carácter de auténticas piezas de oratoria que se pueden leer en los Diarios de Sesiones. Las controversias son comunes en este tipo de ejercicios dialécticos. Este modelo es propio del Parlamento decimonónico y ha quedado finiquitado como consecuencia de la racionalización del parlamentarismo fruto de la imposición de la disciplina de voto en el seno de los grupos parlamentarios. Por lo demás en el Parlamento contemporáneo los discursos son habitualmente leídos, y han perdido la elocuencia y capacidad de persuasión de antaño.
Este contexto crea un área de oportunidad para los políticos que tienen desarrollada la habilidad mencionada, puesto que resalta y logran impactar mediáticamente. En el parlamentarismo clásico, la condición de parlamentario iba unida a la de orador, pues no en vano «Parlamento» procede de parlar, de hablar, y, en consecuencia, de hacerlo con expresividad, sugestión o convencimiento.
En los Reglamentos parlamentarios son constantes las referencias a la tribuna de oradores. Aún persisten. Sin embargo, en el parlamentarismo contemporáneo, racionalizado, frenado o controlado, en el que el debate público deja de ser decisorio, la palabra ha cedido en gran parte el lugar al documento que se presenta. Subsiste obviamente, pero hoy la habilidad reconocida como oratoria ha descendido como requerimiento necesario, como cualidad imprescindible de los políticos, existe un vació verdaderamente palpable. Hoy se busca la explicación, la acumulación de datos, la descripción de las actuaciones, pero menos el convencimiento y desde luego la persuasión.
No se confunda con la vivacidad de determinados debates ni con el uso de recursos políticos de desacreditación del adversario que elevan los ánimos de los seguidores; pero la oratoria parlamentaria, la corrección en el hablar y el arte del bien y eficaz decir, de forma clara, congruente, veraz, sencilla, accesible y con atenimiento a las reglas de cortesía, está lejos de encontrarse en su mejor momento a pesar de ser un elemento que contribuye de modo importante a fortalecer institucionalmente al Parlamento e incrementar su prestigio.
“Proceso por el cual un comunicador intenta influir en las creencias, actitudes y la conducta de otra personas o grupo de personas, a través de la transmisión de un mensaje, frente al cual, el auditorio mantiene su libertad de elección”. Salgado (2005)
El marketing político es el arte de expresar correctamente un contenido que pueda influir en el electorado, es usar el lenguaje escrito o hablado eficazmente para deleitar, persuadir o conmover. Sin embargo, desde tiempos muy remotos ya existía un antecedente de oratoria política la cual se identifica como retórica, como un acto de comunicación, consistente en la elaboración programada, y por lo tanto no espontánea, de mensajes que resulte efectivos para persuadir.
Por nuestras palabras nos conocerán, por nuestros hechos nos juzgarán, me despido de usted, nos vemos la siguiente semana.
In silentio mei verba, la palabra es poder.
Por: Roberto Valdes Ahumada