Nos vemos el fin de semana
Cuando el matrimonio funciona, lo que parece sofocación se convierte en oxigenación por disposición expresa del indispensable químico: el amor, origen y consecuencia de la prudencia, tolerancia y voluntad de hacerlo crecer, tanto o más, que el escenificado por el Romeo y Julietade Shakespeare.
Suena bien y se lee mejor, pero las circunstancias que privaban en la Italia medieval en nada se parecen a las del mundo actual, empezando por el persistente estrés, las presiones económicas, el demandante trabajo, la administración de la abundancia en tiempos del “progreso para todos”, el modesto salario, la llegada de los hijos, la integración de los dañinos artilugios de la modernidad y la distribución de tareas demandantes por el hogar dulce hogar, donde la igualdad de género pierde su esencia cuando se abusa de los bien nacidos, como yo: “lava los coches, lleva la ropa a la tintorería, pasas al Agropecuario por el mandado, compra la croqueta con IVA, lleva al perro pug -mi querido Góber, de nombre- para que le pongan la vacuna en la veterinaria, habla por teléfono para pedir el gas, no te olvide llegar a Sams para surtir la ‘listita’, deposita la basura en su lugar (‘de pasadita’) y cuando termines de escribir tu texto para LJA, ayúdame a doblar la ropa recién sacada de la secadora”, ordena la amorosa Margaret Thatcher de mi casa.
Ante tan desalentador panorama conyugal, observé detenidamente -como una luz al final del túnel- el fenómeno que se está presentado en sociedades avanzadas -España y Japón, específicamente-, donde han surgido nuevas formas familiares y se han transformado las relaciones de parejas para aminorar el natural desgaste entre parejas: los matrimonios de fin de semana, cuya característica principal es que los dos trabajan y están casados por todas las leyes, incluida la de Dios, piadosa al bendecir un combate a ultranza, “porque amarse para siempre es la más temeraria de las empresas”, decía Honoré de Balzac.
Obviamente, respeto, fidelidad y fluida comunicación son indispensables para que el casorio transite aceptablemente, porque cada quien vive en su casa, no tienen hijos ni mascotas (por el momento), y disponen de lunes a jueves para sobarle la panza a la libertad sagrada.
Ellos gozarán del control de la tele, los partidos de futbol, la reunión con los amigotes, los ronquidos sin censura, la ropa aventada al suelo, la ausencia de los regaños por no levantar la tapa del excusado y la degustación de las potentes sopas Maruchán y de los escasos víveres guardados en el refrigerador y en la alacena.
Ellas disfrutarán la salida con las amigochas, la visita a su mamá, la aplicación de las vegetarianas mascarillas de aguacate con pepino, la despaciosa untada de la crema en la cara para embarrar la almohada propia, las películas románticas (cargadas de lagrimitas), el programa de la Familia P. Luche para verse reflejadas en la Federica siempre apabullante, la comida que al otro le disgusta, la cobija de lana, todita, al fin, los trapos de su cama son de uso exclusivo, y permanecerán en la oficina el tiempo necesario, sin presión alguna.
De viernes a domingo la esposa se irá a la casa del esposo o viceversa, para hacer del amor una locura hermosa.
La alternativa suena interesante a la luz de los hechos lamentables de carne y hueso. El año reciente el Poder Judicial del Estado clasificó a Aguascalientes como una “sociedad conservadora”, pero los datos del INEGI contradicen la errónea apreciación, muy a pesar del arraigado catolicismo y las sonoras campanadas para llamar a misa: los divorcios aumentan, los matrimonios bajan y las uniones libre están a la alza; la población mayor le piensa más en casarse: en 1895 el 54.1 estaba matrimoniada y 34.6% era soltera. En 2009, las proporciones eran de 48.6% y 37.3%, de personas de 14 años y más. Y ya se piensa en el “divorcio exprés”.
Para el sociólogo Arnulfo Cuéllar Montes, los motivos principales de una disolución matrimonial en la entidad son: “A los esposos les encanta vivir como solteros, es decir sin ningún compromiso que implique dejar a un lado los días de fiesta; a esto se le suma que cada vez es más frecuente el uso de redes sociales y un motivo más, se da cuando la carestía entra por la puerta y el amor sale por la ventana; y qué decir de la razón número uno, me refiero a la infidelidad y la violencia intrafamiliar” (El Sol del Centro, Mario Mora Legaspi, 15/04/13).
Cualquier acuerdo será valido mientras funcione, se respete el derecho ajeno, fomente la tranquilizadora paz, ayude a la santa convivencia y propicie el amor entre los seres humanos, ¿no cree usted?
Porque alguien tiene que decirlo: En su reciente visita al averno mexicano -Toluca, pues-, el presidente Barack Obama prefirió hacer sus traslados en La Máquina del Cruz Azul, que utilizar La Bestia, el automóvil blindado de manufactura gringa, por razones de seguridad, confort y buen gusto. El que sabe, sabe.
Aguascalientes también ocupa un primer lugar, pero de desempleo nacional (6.18% de la población económicamente activa), según cifras del INEGI al mes de enero de 2014.
Coda: Corrieron al nefasto Carlos Penna Charolet de la oficina de prensa del gobierno del estado de Aguascalientes. Enhorabuena por la tardía decisión, aunque existe la amenaza que se le dará otra (ir)responsabilidad.
Su viuda política le llora en el Palacio Legislativo.
Por: Mario Granados