No formo parte del vecindario

En secreto de confesión, ante los sacerdotes semanales que son ustedes, admito mi pecado mortal: estoy fuera de las redes sociales, del multicolor vecindario atestado hombres y mujeres dispuestos a sustituir la conversación individual por la colectiva; soy, pues, un espécimen tradicional, muy alejado de la sintetizada comunicación light.

Salvaguardo mi mundo. Cuido el aprovechamiento de mis días. Me distraigo en asuntos mayores. Abrevo de la información maciza. Disfruto la atractiva plática presencial, de generoso volumen (con los infaltables agudos y graves), rica modulación y estridente carcajada, para darle vacaciones al sentido de la vista, además.

Irrumpir la recámara de mi vida privada. Compartir la sala de mis actividades cotidianas. Instalarme en la cocina del chisme. Utilizar el baño del rumor. Meterme al cuarto de lavado de la farsa. Despachar desde los sótanos del engaño. Y salir al tercio protegido por un anónimo, como si fuera anarquista del espacio cibernético. No va conmigo.

Mire usted, en el reciente proceso electoral para elegir al Presidente Municipal de la capital, La Jornada Aguascalientes (18/05/2013) registró el notable incremento de participación de los candidatos vendiéndose en Facebook.

A través de páginas como socialbakers.com, cualquier persona podía conocer las estadísticas en redes sociales y en internet, donde además de los totales de fans, también se presentaba la distribución de los países en los que se encontraban los seguidores y el crecimiento a lo largo del tiempo.

Este diario observó, por ejemplo, que “la contienda de seguidores no mantiene una directa relación con los usuarios dentro del estado y de México; tal es el caso del candidato del PRI Francisco Chávez Rangel que en la página socialbankers.com registró un incremento de fans en los últimos seis días, superando incluso al presidente Enrique Peña Nieto en los ‘me gusta’ recibidos en un día”.

La poca confiabilidad, escasa veracidad y nula influencia electoral de las redes sociales quedó en evidencia, a juzgar por los adversos resultados obtenidos por Chávez Rangel, de supuesta fama y alta aceptación.

Otto Granados, hace un año, publicó el texto La república de twitter, para comentar el tema: Me queda claro, desde luego, que vivimos en la era del twitter. No hay duda de que es una herramienta para competir en campañas electorales, enviar una frase a un auditorio específico, trasladar condolencias rápidamente, recomendar algún libro, insultar a otros, ofrecer noticias breves, en suma, parece útil para todo. O, por lo menos, para casi todo.

Lo que es menos claro, sin embargo, es si un texto de 140 caracteres ayuda a desarrollar, lo mismo en emisores que en receptores, capacidades intelectuales, un pensamiento reflexivo, sofisticado o inteligente que permita comprender cuestiones complejas de la vida diaria. Y para eso, me temo, no funciona. Veamos.

Para empezar está el problema de los contenidos. Los emisores de tuits se han vuelto realmente exquisitos, hasta niveles insoportables, en la tarea de hacer creer a sus seguidores que todo lo que ocurre en sus vidas importa. Qué comen, visten, juegan o dicen acerca de cualquier cosa suponen que es interesante y, por ende, compartible. Y ese proceso lleva la conversación pública, de manera indefectible, a la irrelevancia total y trivializa los temas importantes para convertirlos en un manojo de banalidades sin sentido.

El segundo problema es más grave. En una sociedad civilizada e, incluso, ilustrada, el liderazgo intelectual es fuente de capital social, es decir, orienta, guía y explica algunos de los fenómenos con los que se convive, y los hace inteligibles sobre la base de razonamientos más o menos informados y sensatos. En la república del Twitter, en cambio, quienes mandan no son precisamente un modelo de densidad o sofisticación y, naturalmente, lo que emiten es una narrativa donde el denominador común es la frivolidad y la estolidez.

Según el sitio twitter-méxico.com, entre los twitteros más seguidos en México destacan, por ejemplo, @Anahi, @paurubio, @thalia, @GalileaMontijo, @OMARCHAPARRO, @GloriaTrevi o @polo_polo. Como es evidente, aún con la mayor simpatía hacia su trabajo, es imposible identificar en dónde están las credenciales intelectuales de este manojo de celebridades que todos los días iluminan el espacio digital de, ni más ni menos, unos 37 millones de fans. Podrá decirse que toda opinión es respetable, pero no es así: quizá la gente sea respetable pero frecuentemente sus opiniones son altamente vomitivas.

Finalmente, aunque es un tema en la actualidad muy discutido por los expertos, condensar un proceso más o menos complejo en 140 caracteres sugiere en principio que no es exactamente el mejor sistema para desarrollar un pensamiento inteligente. Y éste no es un dilema tecnológico sino, quizá, de sentido común (La Razón, 25/03/2013).

Ser y no parecer, es el dilema del vecindario.

Porque alguien tiene que escribirlo: Hasta el Tláloc brasileño lloró por el apretado triunfo de México ante Camerún, muy a pesar del árbitro colombiano y del Chicharito Hernández, quien debe regresar inmediatamente a La Huerta para ser envasado en la bolsa de plástico, junto a los granos de elote y los cuadritos de zanahoria, en sabrosa mezcla campesina.

El Tláloc azteca también derramó sus lágrimas de alegría. Brasil le empató al arquerazo mexicano PacoMemo Ochoa, que después de esas atajadas es el yerno que todos mis amigos quisieran tener en su familia. Maravilloso estuvo el Cabeza de Brócoli.

Estamos en la antesala de cuarto partido. Ojalá descorchen la botella de los goles a los croatas. Recemos el rosario. Echémosle ganas a la letanía. Imploremos al Señor con algunos sollozos de por medio. Miremos al cielo. Unidos invoquemos: Benditooo, benditooo, benditooo sea el Piojito.

Por: Mario Granados/ Vale al Paraíso

marigra@telmexmail.com