Muñoz Cota como referencia de la oratoria / La columna J
Existen diversos personajes que han resaltado y han enarbolado la prosapia de la oratoria en México, tal vez el más representativo fue el maestro José Muñoz Cota, quien concebía a la oratoria como un faro que alumbra la inmensidad del mar, como referente del astro que ilumina el infinito, como si fuese su memoria, un ápice gloriosos de lo vivido, lo transitado en esta vida, eso que mantiene viva a la humanidad e incita a añorar glorias pasadas, a anhelar mundos mejores, a ser, permanecer y trascender.
Son constantes las instituciones tanto educativas como los medios de comunicación los que retoman la importancia de la oratoria centrada bajo los preceptos de Muñoz Cota, desde el reconocido periódico “El Universal” hasta el Centro Regional de cultura “Isidro Favela, es por medio de concursos y foros que nuevamente quieren realzar la loable intervención de la oratoria.
De un modo muy específico José Muñoz Cota mencionaba en uno de sus discursos lo siguiente “solo bajo el amparo de la verdad el hombres es realmente libre, se constituye y trasciende, la palabra, es el eslabón que lleno de misticismo nos permite distinguirnos entre la sociedad, por la palabra el hombre existe, se humaniza y da rostro a quien le precede en la asimilación del sonido” (Cota, 2015, pág. 33)
Resulta apologético y utópico la esencia de Muñoz Cota, no obstante, es meritorio reconocer que en la actualidad resulta un gran reto y adversidad, es hecho de dignificar la palabra, es decir, que las palabras no únicamente se extiendan para dirigir una clase, sino que no pretendan el reconocimiento ni el aplauso sonoro de un auditorio, ya que debe versar en un sentido tangible a lo que se pronuncia, puesto que de este modo es un ejemplo para los alumnos y la generaciones de las competencias argumentativas. Pasar de los dichos a los hechos, buscar engrandecer a nuestro país desde la tribuna de la elocuencia, ya que para la palabra no hay distingos y menos los debe haber para los hechos.
Muñoz Cota argumenta y re argumenta, que la oratoria se debe de entender como un arte que engalana a la palabra, la dulcifica y la musita en los labios redentores, pero que no se puede transitar en el ámbito educativo sin reconocer la deuda que aún se tiene con la sociedad, hablar en público es un privilegio, pero al mismo tiempo una responsabilidad, y es que en efecto, hablar compromete al maestro y también al alumno, pues las palabras sentencian nuestra vida, pues existe siempre un compromiso impostergable.
Hablar por quién no puede hacerlo, denunciar realidades, exaltar virtudes y marcar el camino por el que debemos andar, contribuyendo a través del don de la palabra en la edificación de un mejor mundo, donde la sociedad tenga voz y apertura al diálogo constructivo. Cota (2015).
Bajo la tesitura de la educación, la postura enarbolada, incita a que se deben de cambiar los discursos de oropel en el aula por las acciones contundentes en el mundo, ya que las palabras comprometen a los alumnos y a los maestros, y las manos funden los hechos para perpetuar el discurso, es necesario que bajo las instituciones educativas se contemple a la oratoria como un vehículo del progreso, como lo hacían los griegos en la antigüedad, tomaban esta herramienta y disciplina como un motor que impulse realidades.
Tanto el alumno como el docente no únicamente deben de consagrar un concurso de oratoria, sino que deben de hacer entrega a la sociedad, bajo un enfoque socio cultural y humanista.
Existe una esencia filosófica en las expresiones de Muñoz Cota “Hoy más que nunca, debemos levantar del suelo el polvo que dejaron los grandes hombres y amasar nuestras ideas para reconstruir a los titanes de la palabra, forjadores de luceros que incendiaban las conciencias, necesitamos hombres y mujeres que se conviertan en la antorcha permanente de la humanidad, sobre todo en las épocas en las que la comunicación se distorsiona tanto, que pareciera le ha confeccionado un velo a los ojos nuestros para perdernos en nuestra realidad” (Cota, 2015, pág. 72).
In silentio mei verba, la palabra es poder.
Dr. Roberto Valdés Ahumada.