Los infiernos del IMSS / Vale al Paraíso
Al incompetente director general del Instituto Mexicano del Seguro Social, Tuffic Miguel, debería caérsele el rostro a vergonzosos pedazos, en lugar de andar alardeando que las quejas relacionadas con la atención médica disminuyeron un 30%, durante el periodo comprendido de 2012 a 2017; los patéticos casos se repiten todos los días, a lo largo y ancho del país, para desgraciada de la indefensa y humillada derechohabiencia.
En Aguascalientes, el inútil delegado estatal, Diego Martínez Parra, tiene más abandonada la dependencia que un perro callejero enfermo. Y a los trabajadores de Inseguro Social les queda muy bien la vieja consigna de los inconformes: “Burócratas huevones, por eso están panzones”.
Transcribo el correo de la trabajadora que visitó los infiernos del IMSS. La prosa es elocuente. Su educación, también. Mentarles la madre hubiera sido la apropiada coda de su queja. Mire usted:
El lunes 28 de septiembre sufrí un accidente en mi hogar, me lastimé la rodilla derecha, en la que ya tengo una artroscopía.
Acudí a urgencias a mi clínica, me corresponde la UMF 6 ubicada en Jesús María, Ags., recibí una excelente atención por parte de la médico a cargo, inmediatamente me mandó a sacar radiografías y me aplicaron medicamento para el dolor; me indicó que acudiera con mi médico para valorar las radiografías.
Tramité una cita y acudí a ella el día 3 de octubre. El médico me diagnosticó un esguince en la rodilla y me refirió a urgencias a consulta de traumatología en el Hospital de Zona No. 3 ubicado también en Jesús María. Después de una
espera de poco más de dos horas, la doctora decidió indicarme reposo, eso sí, sin incapacidad porque "trabaja sentada y puede poner el pie en alto sobre una silla", me pidió que solicitara, en mi UMF, pase a consulta externa de traumatología en el mismo hospital, esto por sospechar probable lesión en menisco.
La cita en mi clínica fue el día 9 de octubre, el médico que me atendió en mi consultorio, el 2, me dio el pase y cuando le pedí medicamento para el dolor, recetó algún medicamento inyectado, le solicité que me lo cambiará porque a
mi las inyecciones me dan pavor, me respondió que él me las recetaría y ya yo valorará si me las aplicaba o no, que si no las quería "regáleselas a quien más confianza le tenga".
¡Sentí tanto coraje e impotencia por su respuesta!, se me empezaron a salir las lágrimas, al percatarse me pidió mi tarjeta de citas para cancelarlas, entre comentarios sarcásticos, y me despachó con una nueva prescripción, eso sí, no sin antes preguntar con tonito de ironía, si me parecía bien si me recetaba equis pastillas, agradeciendo su amable atención, pues a mi me enseñaron a ser cortés, salí pues rumbo a la farmacia y el archivo (igual que como alguna vez que utilicé el servicio de consulta externa) para solicitar el trámite de mi cita al traumatólogo y me encuentro con la desagradable visión del archivo cerrado, en horario de atención, sólo nos informaron, a las personas que estábamos esperando, que regresáramos después porque "quién sabe a dónde fue el que atiende ahí"… decidí regresar al día siguiente en vista de que aún faltaban unos 45 minutos para la hora probable de apertura de la ventanilla y que ya no soportaba estar más tiempo de pie.
Al siguiente día, 10 de octubre, poco después de las doce de la tarde, tuve fortuna y lo encontré abierto, sin embargo en el archivo me indicaron que habría de acudir directamente al hospital y tramitar ahí la cita.
Al salir de la oficina, 4:00 pm, fui al hospital y estando ahí le pregunto una muy amable enfermera dónde sacan las citas, me hace saber que ésta la deben tramitar desde mi UMF, siendo que es la primera y es ordinaria, que todo lo manejan desde una plataforma y que debo volver ahí para que ellos suban mi solicitud al sistema, le comenté que de ahí venía y que ellos me mandaron para allá, me pide pasar al siguiente mostrador, que es donde se sacan las citas, a ver si la señorita me pudiera hacer el favor de subirla a plataforma y darme mi cita. Fui a formarme, esperé casi media hora y nunca llegó la persona encargada de brindar atención en ese mostrador, como siempre, nadie supo informar donde estaba o si tardaría, es decir, otra persona ausente de su sitio de trabajo en horario de atención. La persona que estaba formada delante de mi me informó que llevaba algo así como 15 minutos esperando antes que yo llegara a formarme. No pude aguantar más tiempo de pie, me retiré sin cita, por segundo día consecutivo.
Desisto, me rindo. No pude ejercer mi derecho a la salud, a una atención digna, a usar un servicio que religiosamente me descuentan de mi salario cada quincena. Doy gracias que no es cáncer, que no tengo un tumor, porque seguro que ya hubiera fallecido intentando obtener una cita con el especialista ¿cuántas personas están en mi situación? Seguramente millones.
En el IMSS, a los trabajadores les distingue la sensibilidad de un elefante. Desconocen el bien al prójimo. Son misóginos por naturaleza. La igualdad de género es una quimera. Forman parte de la escoria burocrática de Aguascalientes, donde a las autoridades estatales le importa poco la salud del ciudadano de a pie, que no puede tener acceso a la medicina privada.
Porque alguien debe de escribirlo: Mañana se publica la segunda parte.
marigra1954@gmail.com