Los gobernantes y los puestos de trabajo en el gobierno
Días después de cada elección, cuando ya se conoce quién fue el candidato ganador, los reporteros de los medios de comunicación suelen hacer una pregunta al futuro gobernante, acerca de quiénes formarán parte de su equipo de trabajo; las respuestas comunes van, por lo general, en el sentido de que serán personas preparadas para cada puesto, que han tenido importante experiencia en ese campo de trabajo, y que tienen alta sensibilidad en el servicio a la sociedad.
Después de las primeras respuestas, surge otra pregunta de los medios –ya en confianza-, cuestionando al candidato ganador, si habrá ‘cuotas y cuates’, a lo que, automáticamente, responde que en su gobierno no habrá ni cuotas ni cuates. Los ciudadanos que escuchamos tales respuestas, decimos, le concedemos ‘el beneficio de la duda’, en tanto vayamos conociendo los nombramientos, que semanas antes de la toma de posesión, vaya haciendo.
¿Qué criterios observamos que han utilizado los gobernantes? De manera resumida, considero, se manejan dos amplios criterios: los gobernantes que asumen la responsabilidad de hacer un buen trabajo de gobierno para la sociedad, por lo que se ven en la necesidad de encontrar candidatos idóneos a los puestos de trabajo, que le den la suficiente confianza de que responderán con profesionalismo, transparencia y eficiencia en el servicio público encomendado; el segundo criterio, es el del candidato ganador que lleva ya en mente el cumplir con los compromisos previamente acordados, que fueron, precisamente, las personas que le ayudaron –financieramente- a ganar la elección.
En este segundo criterio, evidentemente, la esperanza de ganar la elección no se basó, de manera primordial, en el proyecto de trabajo ofrecido a la sociedad y a los electores, sino en la capacidad económica del manejo de la campaña y, particularmente, del día de la elección.
Es correcto, ninguno de los dos criterios se presenta de manera pura, sin mezcla. Todas las campañas requieren de recursos, y de personas que coordinen los distintos trabajos que se llevan a cabo, no sólo en el desarrollo de las actividades, sino, particularmente, en el diseño político de la propuesta electoral. Sin embargo, sí es posible distinguir cuál es el elemento predominante que está manejando un candidato, por la forma como hace la campaña, señalando de manera precisa, como indicadores, el discurso político de la propuesta y los regalos que va haciendo a los ciudadanos.
Ya en el camino, sobre todo cuando han pasado años, encontramos señales que nos pueden indicar cuál es el espíritu que está privando en el gobernante y en su equipo de trabajo; en días recientes se han suscitado dos secuencias interesantes para la observación política: una, en el gobierno municipal de Aguascalientes, de reciente inicio, y, la otra, en el gobierno del estado, que ya va para cerrar su cuarto año de ejercicio.
En el primer caso, la dirigencia panista en el estado pide al presidente municipal que integre militantes en los tres primeros niveles del gabinete; el motivo que arguye es el asegurar la realización del proyecto partidista ofrecido a la ciudadanía, con la doctrina del partido, que se basa en la honestidad, eficiencia, solidaridad y subsidiariedad. Ese mismo día, el alcalde responde que la contratación de personas no la hizo por afinidades de partido, sino a partir de las capacidades y experiencia (LJA, 23 julio).
Cuando le preguntan al jefe de gabinete acerca del cuestionamiento panista, responde que los puestos públicos no son un botín para repartir entre amigos, y que la postura panista mostraba falta de sensibilidad política, “da la impresión de que se sienten los dueños de las alcaldías que han asumido…” (LJA, 24 julio). La respuesta, por supuesto, es correcta, ya que ningún partido debe tomar el poder político y el gobierno como su patrimonio, siempre y cuando, efectivamente, así actúe el gobernante, llegando, incluso, por ejemplo, a crear puestos para determinadas personas.
El segundo caso lo tomo de las expresiones que ha tenido el ejecutivo local, particularmente, cuando se dirigió a los delegados federales: les dice que parece que no saben quién los nombró, ya que no dicen para quién trabajan, ni de quién es la obra, como si la obra fuera suya; tampoco promueven la obra presidencial, ni la estatal, y se refieren a ellas como si fueran suyas (LJA, 30 julio).
Ambos casos, considero, tienen contextos propios: en el primero se subraya un proyecto político de gobierno, no obstante que el alcalde marca la diferencia entre lo que es el partido político y lo que es el gobierno, a pesar de que se pide que los puestos sean ocupados por militantes que respondan a ese proyecto (el mismo alcalde señala que cuando fue presidente estatal de su partido, también fue crítico con el gobernante en turno salido de sus filas).
En el segundo, lo que se destaca es el sentido protagonista del gobernante; la conclusión, en este contexto, es que el servidor público aludido le debe el puesto a una persona, y que las obras que se realizan, también se le deben a esa persona, motivo por el que se justifica que se hable siempre de él. Los ciudadanos, por lo tanto, debemos tener en claro que las acciones de gobierno, en este caso, son porque el gobernante quiere hacer favores-beneficios, y son sus ideas las que se llevan a cabo –dejando de lado la razón fundamental de ser del gobierno, que es la sociedad- (si esas son las palabras para servidores públicos que pertenecen a otro gobierno, distinto del estatal, será interesante observar qué palabras dedicará para los miembros del propio gabinete).
Demos un paso adelante; también es cierto que, en general, hace falta avanzar más en la profesionalización del servicio público. Es importante, para ello, actualizar y optimizar la Ley del Servicio Civil de Carrera, ye que quedan exceptuados los secretarios, subsecretarios, directores generales y personal de base (Artículo 1).
Por: Abelardo Reyes Sahagún