La vigente personalidad de Don Juan Andrea
Sin duda, el esfuerzo por abrir espacios culturales populares como sinergia ciudadana es una constante en el carácter de los aguascalentenses. La muestra la ofrecen las calles de Venustiano Carranza, la colonia de las Flores, la avenida Colosio…, que como la ímpetu del agua hace sus propios ríos; son una respuesta sociológica ante el silencio e incomprensión de los planes sobre el escritorio y los ruidos de las sillas ejecutivas. Es un esfuerzo ciudadano que merece ser reconocido y estimulado. No es un hecho menor, se trata del rostro de un pueblo en cuyas calles torcidas y barrios viejos habitan los más finos impulsos del arte y la cultura.
El 4º. Ciclo de “Tertulias Taurinas” que celebra, ya de manera sistemática, “El Burladero”, se inauguró con la ponencia de Doña Anita Romero de Andrea. Su palabra captó la atención total. Escuchamos las anécdotas taurinas y el contexto en que se vivieron. Se invocó la nostalgia de la arcilla de los pilares que hicieron de Aguascalientes un garante de la cultura y la solidaridad. Pablo Lozano y Salvador Cisneros me invitaron para decir unas palabras como marco a un homenaje a Don Juan Andrea Borbolla, en la persona de Doña Anita Romero de Andrea. En esa honrosa encomienda hablé lo siguiente, ahora se los comparto:
“A los amigos se les habla con honor. En este espacio de la amistad se habla del arte de “Cuchares”, hoy, Señora Anita, usted nos ha dictado con su palabra la evocación de su amor, nuestro amigo y personaje.
“La esquina taurina” tiene el privilegio de estar a la vera de la Plaza Monumental; de escuchar los oles y sus ecos; de comprender el silencio de los bronces vestidos de luces; de distinguir al duende “muletilla” con hambre de torero. Aquí se ejercita la gramática de los toros.
Es el palco de Anita y Juan Andrea. Lo ganaron en la sístole y diástole del Aguascalientes contemporáneo, del que son verdaderos pioneros. Acompañan la fiesta desde la montera de sus vidas. Ambos, soñaron, inventaron, imaginaron, esta ciudad generosa, con su alegría y magia, su fiesta y arte, sus molinos de viento y sus quijotes. Cómplices de otros aguascalentenses que hicieron posible que “Agüitas” floreciera en un mundo indiferente. Los Andrea innovaron su escudo con la heráldica de la confianza; por ello son sentimiento de júbilo y celebración, recreo sagrado del turismo y la gastronomía.
Desde su hotel posibilitaron el culto del vestir a los toreros, de ellos guardan relicarios, diez fantasmas del atavío recorren sus límites, sus armarios, la caja de los secretos personales. Como si hubieran inspirado a Alberti: “Feria de cascabel y percalina, // muerta la media luna gladiadora, // de limón y naranja, remolina // de la muerte, girando, y los toreros, // bajo una alegoría voladora // de palmas, abanicos y sombreros.”
Nunca han cedido en las incomprensiones; siempre abren un nuevo amanecer de sus oficios, “… sabia virtud de conocer el tiempo…” lo aprendieron de Leduc, su eterno huésped. El buen Banquete hace la fiesta excelente. Siempre juntos compartieron la experiencia de la difícil cuesta de los emprendedores. Su historia se escribe con sonrisas, las que abrazan soledades, las que aman y hacen distinción del Otro. La vida no se hace en solitario, la vida es tiempo compartido.
Los Andrea se declaran con una imagen: sus manos unidas precisa y milimétricamente. No desesperar es faro de su destino. Somos usufructuarios de la fortaleza y dedicación con la que apuestan al sabor de un mundo diferente.
Un adjetivo exacto: son creativos. Han dado personalidad y carácter al sentido del Banquete. El Burladero, “La esquina taurina”, hace honor a quien honor merece. Estamos seguros, no estar solos son bulerías de felicidad, que acompañar abraza un paseíllo de protección. Las ideas de Anita y Juan Andrea son como la mejor corrida, pletóricas de faenas y arte maravillosos.
La utopía planteada por los Andrea es un Banquete. Al igual que Platón, sugiere por un lado la comida, por otro, la bebida, pilares para una creación estética: canto, danza, música, diálogo de ideas. El banquete de la vida es el Amor. Esto hacen Salvador Cisneros y Pablo Lozano al honrar a Juan Andrea en la persona de Anita.
Diótima nos enseña, si el amor no es bello ni bueno ¿será feo y malo? ¡Claro que no!, no ser sabio no implica necesariamente ser ignorante. La idea es simple: las rosas no son eternas, cada primavera ofrecen su perfume, limpio, joven; el amor es camino, enlace y comunicación entre lo visible y lo invisible. Por amor somos capaces de hacer y vivir aquello que físicamente no se puede. La fecundidad del alma, se manifiesta en obras de pensamiento, arte, poesía….”
Ignacio Ruelas Olvera