La prudencia en el olvido / Ruelas
Aguascalientes, Julio 02 (2024).- Una de las pérdidas más lamentables de la vida social es, sin duda, la prudencia, un valor necesario para la convivencia. Su valía es eje en la toma de decisiones, en lo particular, lo empresarial, lo académico, en política, esencial en gobernar. La prudencia es clave, provee la cartografía para transitar en las avenidas de las dificultades “del mundo de la vida”. En el testamento de Aristóteles nos quedó como herencia, “frónesis”, como virtud, para lograr objetivos; evita los escarpados vericuetos de la imprudencia, además es una suerte de “instructivo”, que por cierto casi nadie leemos, virtud que convoca a la valoración de diferentes aspectos, sus riesgos y bienes, su legalidad y sus violaciones. Lo más importante comportarnos, desenvolvernos, con equilibrio reflexivo.
Durante el ya casi extinguido mandato de los 30 millones de votos, la prudencia ha sido la gran ausente. Nos ha invadido el criterio de que no existe; que la imprudencia es la clave de la vida personal y social. Se ha desarrollado una imagen ilocucionaria de ausencia de normas, la ley, según lo profesan dejó de ser un punto de equilibrio, nos quedamos sin “frónesis”, “… no me vengan con que la ley es la ley…”, ello inoculó la falta de respeto al principio de legalidad. La imprudencia engendra la mentira, la mentira desarrolla rencores y destruye valores, el rencor impide el diálogo, sin diálogo el poder hace todo lo que se le ocurra.
Las decisiones prudentes de un liderazgo de Estado conducen a la ventura social de largo aliento. Un gobernante prudente se aguanta sus impulsos inadecuados, ocurrencias, frases desafortunadas que lastiman al “pueblo bueno”. Una “prueba de ácido”, la prudencia admite errores, omisiones, con la confianza que los gobernados le darán la oportunidad de corregir. La prudencia se inconforma con los trucos fiscales, como los impuestos solo recaudatorios. Si el pueblo nombrará a los juzgadores, entonces es factible que el pueblo vote si pagará o no impuestos. Doña Prudencia está apenada por todos los daños causados por un pensamiento estreñido y un verbo diarreico. Los otros datos no entallan con la realidad.
La salud del Estado mexicano depende de un SI o NO, esa decisión está vinculada a la moral y a la ética, es decir, lo adecuado y lo inadecuado, es la aplicación práctica de valores y principios, es claro que se trata de tomar decisiones fundadas y motivadas con conocimiento y experiencia. Es el caso de la reforma al poder judicial. La prudencia constitucional nos dice que la república es un modo de gobierno donde el poder se distribuye, la prudencia nace de los contrapesos que armonizan los poderes públicos, no es de una sola persona, como República federal, representativa, democrática…, su conducción se realiza a través de representantes electos democráticamente. Esto es, nadie por encima de nadie, ni de las leyes. Un equilibrio: PRUDENCIA.
Prudencia es una manera de mostrar capacidades, finos impulsos, maestría para gobernar. Sensatez para las decisiones. Prudencia moral, ética, científica, estratégica, y un largo etcétera. La sola palabra prudencia dice todo, se aplica a la vida y al modo de vivir. La política es la manera en que “el pueblo sabio” edifica la felicidad más viable. El imprudente es cínico y además burlesco. El prudente honra la palabra, dignifica sus comportamientos, escucha para dialogar, depende de su sabiduría. En el centro del “mundo de la vida” está la palabra, la palabra hace el diálogo, el diálogo hace los entendimientos; el valor de la palabra es rostro empoderado de la prudencia. Toda “litis” se resuelve mediante el diálogo, quiénes no escuchan hacen que su palabra languidezca, que sus argumentos sean palabras sin alma, su salida fácil es ofender, basurear. Lo difícil es ser amable y argumentativo, humanista y veritativo. La deshonra vive en la persona que no cumple los acuerdos, los pactos, que mancilla la Constitución y sus Leyes.
La prudencia opera mediante la confianza, por ello la democracia debe ampliarla mediante el diálogo. Si el gobernante primero valora sus aspiraciones, sus ambiciones, sus haciendas, sus caprichos, sus nepotismos para el saqueo, deja su liderato en las noticias de “ocho columnas” y miles de “Like”, es culpa de una sociedad imprudente que cancela su calidad de auditor político. En los comportamientos morales y éticos se funda la vida pública.
En la vida pública vive la democracia que solo se desarrolla con honestidades, por ello, el cuerpo electoral debe cuidar con esmero que no tomen el poder los inmorales, los imprudentes, pues será como darle papel estelar en la escena, al engaño, la falsedad, la corrupción, de la cual ya tenemos certeza que no “se barre de arriba hacia abajo”. La prudencia nos llama desde la ética para ejercer los valores mediante virtudes. Solo queda el camino de la auditoría social.
¡Hagámosla!