La Opinión de Ignacio Ruelas: La polìtica une los tiempos
El pasado 7 de junio el cuerpo electoral acudió a las urnas (en porcentuales cerrados) un 37%, si a ello le restamos el 8% de voto nulo, entonces solamente el 29% del electorado eligió de entre las opciones del sistema de partidos. El 71% no aceptó la propuesta política, un escenario preocupante. Es urgente se reivindique la política como dignidad colectiva de convivencia.
La política en los estados diferenciados del tiempo une la nostalgia con la esperanza en un aquí y ahora. La razón es simple, la política tiene idea de fines, pero es precisamente ahí dónde se resbala en la sensación de que la política es abstracta o solo va por el poder, racionalización que pretende hacerla fracasar, la idea no es inocente, cuando lo esencial es que la política es la cara del sentido y las razones que organizan las relaciones, que objetivamente son redes sociales, polígonos en donde se construye la democracia, que es al propio tiempo una estructura en la que organiza el poder público, a condición que sea en beneficio de la colectividad. ¡Bueno, así debería ser! Saber manifestarse para ponerse de acuerdo es síntesis de pasado y futuro.
Una suma de minorías, -como enseñan en las aulas: el todo es la suma de sus partes,-construye una mayoría que con sabiduría política diseña las reglas para gobernar. En un vértice está la democracia, en otro la política, ambas demandan un punto de cruce: el futuro. Un proyecto bien pensado se abre al futuro como una esperanza que acciona sobre el porvenir del pueblo y sus urgentes necesidades. El “ahora” une al “ahora ya no” con el “Ahora todavía no”, este aún no es se transforma en una medida que permite el ajuste entre el proyecto de los desafíos, pero también el olvido de las demandas. Esta ruptura es la que ha generado la desconfianza en la política en abstracto y los políticos en lo concreto. La visión de futuro sin ocuparse del presente ha mostrado la inutilidad de muchos discursos políticos. La política une las formas diferencias del tiempo. Sin duda.
Demandar la necesidad para satisfacer lo necesario es clave en la gerencia de políticos y gobiernos. No resolver las demandas es el desencanto popular que desinfla el apoyo ideológico a los partidos políticos. Ahora bien, si la política solo y solamente se aboca a esas necesidades demandadas, como eje de las acciones políticas, entonces el ahora cancela el “ahora todavía no”, el futuro.
La renovación civilizada de los gobernantes, renueva también, la legalidad del ejercicio del poder público y, también, la legitimidad que otorga el apoyo popular. En ese escenario está la democracia como expectativa de las transfiguraciones, la certeza de que los cambios permitirán el bienestar colectivo, la justicia social, el bien común. Las nuevas realidades dictadas por la velocidad de la luz cuyo rostro son las tecnologías de la comunicación y la información, a través de imágenes, pantallas, digitalizaciones… hacen una sucesión de presentes dictados por las mismas tecnologías y los cambios de paradigmas. Socialmente los hechos no ocurren en solitario ni aislados, no son un serpentín de coyunturas, las cosas, los hechos no pasan, suceden y en su sucesión está su término. Es preciso que la política nos enseñe a respetar el sentido de Nación, el sentido de Patria, el sentido de sociedad, el sentido de pueblo…, y con todos ellos el cuidado de los fines sociales. Ahí está el puente que une los polígonos de presente y futuro. El error de la política de corte posmoderno es conducir al colectivo a vivir en un “ahora” permanente y con ello cancelar la nostalgia y la esperanza.
La política está llamada a ser quien detone nuevas pedagogías, la política que nos eduque para no ser ciegos y desmemoriados de lo pasado en el “ahora”, al propio tiempo impida asesinar la prospectiva de la espera, del proyecto, del “borrador de futuro”. Una pedagogía que construya la nueva cartografía del mundo de la vida y las formas diferenciadas del tiempo. Los viejos mapas han perdido sus coordenadas a fuerza de aprenderlos de memoria, por ello en ausencia de razón nos hemos extraviado. Una pedagogía política que posibilite no perder el paisaje, las escalas, los horizontes, es decir, una nueva política como faro que guie a donde deberemos viajar, a un puerto seguro y empoderado de la ciudadanía.
En la idea de la temporalidad humana desde pretérito al porvenir está el puente del discurso político que solo devendrá de una interpretación justa de la nueva realidad que se sobrepone con las realidades históricas. Para mañana el boleto se llama proyecto, para ayer su boleto es la imaginación evocativa justa; para hoy, el boleto lo otorga una pedagogía política del siglo XXI, 300,000 kilómetros por segundo.