La juventud y la política

“Si espero perderé la astucia de la juventud”: Alejandro Magno

La juventud es una etapa de la vida que tiene como principal cualidad la energía y la fuerza; es una etapa en donde todos y todas tienen distintos tipos de conducta, la rebeldía es muy típica, la falta de análisis sobre ciertas
circunstancias y del mismo modo una gran alegría por la aventura y los retos.

Cada generación es distinta, muy distinta, sin embargo, en todas y cada una de ellas existe la gran coincidencia de que es un momento en el que se marcan las rutas y los caminos que cada persona tomará.

La Organización Mundial de la Salud postula que la juventud comprende un rango de edad entre los 19 y 25 años. En un país como México este rango representa el 31.4% de la población total, es decir, estamos hablando de aproximadamente 37 millones de jóvenes. Es una cifra muy importante, una cifra que puede hacer diferencias, y del mismo modo ante un contexto como lo es el 2018 en cuanto a política se refiere.

Dar a la patria esperanza presente.

La política es un medio muy difícil de entender, mucho más complejo ejercer su práctica, pero aún más, la lejana posibilidad de asimilarla como un factor de cambio y una esencia de pertenencia a modo de obligación y responsabilidad.

En la política en muy rara ocasión los resultados son producto de un proceso lógico, en el ámbito del poder los resultados son multifactoriales. Este componente hace que para los y las jóvenes sea un medio complejo, lejano, aburrido, ajeno, triste, de tal modo que ese opaca y se diluye el devenir de los jóvenes como si fuera una confabulación.

“La gente joven está convencida de que posee la verdad. Desgraciadamente, cuando logran imponerla ya ni son jóvenes ni es verdad”: Jaume Perich

Es muy natural que en nuestro país los y las jóvenes tiendan por una visualización de aberración ante las distintas actividades que tienen los Diputados y Diputadas, así como los Senadores y las Senadoras; de igual manera hacia los servidores y las servidoras públicas. Sin duda alguna vivimos de manera paralela con un aparato gubernamental que es estoico y muy burocrático, ciertamente en un ejercicio autocrítico es menester reconocer que hemos tenido personajes que han dañado la imagen de la clase política.

No se puede medir a todos y todas con la misma métrica. En toda organización humana existen personas indeseables y que faltan al honor que ostentan.

Pero eso no quita que en México es muy normal que la sociedad en su generalidad no crea en los políticos, mucho más aún que los y las jóvenes que casi no creen en nada pueden creer en algo como la política.

Como ciudadanos recargamos las problemáticas más agudas en los gobernantes, es decir, alguien tiene que tener la culpa. Pero desde una perspectiva positiva la política es un espacio que nos permite hacer cambios, impulsar ideas, expresar los sentimientos y conformidades para transformar el entorno. Más allá de las convicciones, los y las jóvenes tienen una gran palestra para darle un nuevo preámbulo al sistema político.

Si partimos de que existe un sistema político que es arcaico, gerontocrático y muy insípido, entonces los y las jóvenes tienen esa gran área de oportunidad para participar y hacer cosas nuevas, acciones que tengan como sustento la creatividad y la innovación. No porque la política se presuma como aburrida tiene que serlo.

“La sangre joven no obedece a un viejo mandato”: William Shakespeare

La sociedad y las líneas de la mercadotecnia política vinculan con mayor porcentaje de aceptación a los jóvenes y a las mujeres en cuanto a candidaturas se refiere. Si a este factor le sumamos que si los y las jóvenes tuvieran el ánimo de participar en las elecciones, entonces tendríamos una hipótesis que pudiera resultar determinante en la ruta de este país; en pocas palabras los y las jóvenes podrían definir la próxima elección.

Nuestro pasado da cátedra de que en esta tierra hemos tenido a jóvenes que han tomado las riendas políticas, sociales y económicas de este país. Jóvenes que eran motivados por las columnas del honor que se fundan en la esperanza y en los sueños.

Bien dice el dicho que “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. Estas líneas refieren dos invitaciones, la primera a que los y las jóvenes despierten de esa mujer dormida que se llama patria, porque la patria pide a gritos silenciosos que salgan a defenderla con ideas, la segunda que las personas que ya han pasado la primavera de la juventud, sean los más fieles precursores de impulsar sueños y esperanza. Tal vez en esta dimensión esa acción pueda volver a dar esperanza a lo que se perdió y no volverá; tal vez, esa acción logre que las ideas sean más fuertes que las balas y que la energía de la juventud no se vea opacada por la intención siniestra de aquellos que perdieron todo por ganar el poder político.

IN SILENTIO MEI VERBA.