La diversidad sexual y la estandarización de las sociedades
En los meses recientes hemos observado en México el incremento del debate sobre la diversidad sexual, que lleva hacia la consideración de la existencia de personas y grupos homosexuales. Es un proceso que viene mostrándose cada vez con mayor intensidad, ante la doble perspectiva social manifestada desde los mismos grupos homosexuales, por un lado, que buscan el respeto y la libertad a su forma de ser y vivir, y, por el otro, desde la oposición a la aceptación de que se abran espacios legales a dichos grupos, incluso espacios sociales.
Es un tema que ha pasado de ser meramente tabú, a ser un asunto controvertido, ya que, paulatinamente, el conjunto de la sociedad va conociendo una realidad que anteriormente había sido ocultada y descalificada. Considero necesario y oportuno contribuir a una reflexión que debe ayudar al entendimiento social; cierto, las opiniones son encontradas y los consensos todavía se ven difíciles de dar.
Un elemento discursivo constante en la oposición a la aceptación de la existencia de la homosexualidad, se centra en la naturaleza; es decir, el criterio que utilizamos se expresa en la pregunta de si es natural o no determinada circunstancia humana, como para que la conclusión se incline hacia uno u otro lado. Dependiendo de la respuesta que se maneje, se procederá a establecer determinados criterios que normarán la vida de las personas en la sociedad.
Aparece, entonces, la llamada estandarización de las sociedades. De acuerdo al diccionario de la lengua española, un estándar es lo “que sirve como tipo, modelo, norma, patrón o referencia”; consecuentemente, estandarizar es “tipificar, ajustar a un tipo o norma”, pasando, por lo tanto, a que la estandarización es la “acción y efecto de estandarizar”.
El paso siguiente que nos puede ayudar a dimensionar la importancia y los efectos de la estandarización de las sociedades, es tomar experiencias que se han dado en la historia, con las que podemos tener mayor luz para distinguir el porqué de la evolución, por ejemplo, de los dogmas científicos, y hasta los religiosos (si cabe la expresión).
Dentro de lo cuestionable, permítaseme la simplificación de la expresión: en unas épocas de la historia de las sociedades, nadie dudaba que la tierra era el centro del universo, que el sol giraba alrededor de ella, y que era plana -por lo que la navegación en los mares debía hacerse siempre pegada a las costas-; en otras épocas las personas consideraban casi dioses a los gobernantes- reyes, estableciéndose en Europa el llamado Derecho Divino de los Reyes, justificando las formas de gobierno déspotas y absolutas, que anulaban el respeto y la libertad de las personas.
Los dos puntos mencionados crearon ‘estándares sociales’ que debían ser seguidos por todas las personas, bajo el riesgo no sólo de su paz y conservación de los patrimonios, sino también bajo el riesgo de que la desobediencia los podía llevar a la sanción y la muerte. El avance de las sociedades se fue dando con personas que encabezaron los desafíos a esos estándares sociales, y que fueron presentando las realidades con explicaciones distintas a las que se decían apegadas a la naturaleza. De esta manera, paulatinamente fueron construyéndose nuevos estándares sociales, que permitían a las personas vivir sin ser perseguidas y descalificadas.
También es necesario señalar que los sectores que sostenían tales estándares, apuntando a quienes contaban con autoridad social para aplicar su vigencia, fueron evolucionando hasta las nuevas posiciones que validaban los nuevos estándares propuestos.
El ámbito religioso es uno de los que, en los casos históricos señalados, tuvo una importante influencia y determinación: Galileo Galilei, por ejemplo, tuvo que enfrentar la Inquisición de la Iglesia, porque ésta consideraba herejía -contra la naturaleza- sus descubrimientos científicos (en octubre de 1992, el Papa Juan Pablo II pidió perdón por la condena injusta que le dictó la Iglesia de su tiempo). También los Papas sostuvieron el Derecho Divino de los Reyes, a pesar de las atrocidades que cometieron con sus súbditos; así mismo, fueron ellos quienes validaban el cambio en la línea de sucesión al trono para incluir a hijos tenidos fuera del matrimonio.
En el asunto de la homosexualidad, la pregunta discutida y debatida es si su existencia se apega a la naturaleza; el ‘estándar social’ actual responde que la homosexualidad no se apega a la naturaleza, motivo por el que no debe ser aceptada, y, al contrario, debe ser descalificada y rechazada.
Es el Papa Francisco quien ha abierto la posibilidad de revisar si tal estándar social corresponde o no, en realidad, a lo que es la naturaleza de las personas. Desde el año 2013, con su pregunta “¿Quién soy yo para juzgarlos (a los homosexuales)?”, y, recientemente, su afirmación de que “La Iglesia le debe una disculpa a los homosexuales y otros grupos marginados… debemos acompañarlos” (Portal de internet Sin embargo, 26 junio de 2016), se constituye, por lo menos, en una llamada de atención para reflexionar sobre asuntos como éste (antes el divorcio se aceptaba – con dificultad- sólo en el ámbito civil, y no en el eclesiástico; hoy sabemos que también la Iglesia lleva a cabo juicios de divorcio). Parece ser, por lo tanto, una importante muestra de apertura para darnos cuenta de que la homosexualidad puede ser algo distinto a lo que su estándar social actual ha indicado todo este tiempo.
Hoy aceptamos ya que la naturaleza se muestra de formas diferentes: antes solía decirse que el nacimiento de una persona con deformidades corporales, o con deficiencia mental, era ‘castigo de Dios’ a los padres por alguna circunstancia vivida, por lo que, ‘por vergüenza’, debían ser guardadas en casa sin exponerlas a la sociedad (era el ‘estándar social’). Hoy esas personas son aceptadas plenamente, y sus diferencias de naturaleza no son obstáculo para la convivencia social y reconocimiento legal. Vivimos tiempos nuevos; dogmas de naturaleza han sido superados en la historia, así como también dogmas religiosos.