La diáspora haitiana / La caja de Pandora
Si hay algo realmente intrínseco a la humanidad, es la movilidad humana. Nada ha podido impedir que el homo sapiens hace cientos de miles de años sobreviviese desde el África moviéndose a todas partes huyendo del clima inhóspito. En toda su diversidad de colores, formas, idiomas, costumbres, procesos, desarrollos, la humanidad ha poblado la Tierra.
El motor de la vida humana siempre ha sido y será buscar sobrevivir, encontrar mejores condiciones de vida, y hoy en pleno siglo XXI ni siquiera las potencias más arbitrarias y poderosas han podido cerrar totalmente sus fronteras para impedir la migración a sus países. La movilidad humana es considerado un derecho humano; las guerras, los desastres naturales, la pobreza y falta de empleo, los conflictos internos y las delincuencias, y otras causas desplazan muchas veces de manera forzosa, a millones de personas a otros países. Aunque haya jefes de naciones que repelen a las diásporas como un lastre para sus sociedades, en realidad quienes son multinacionales, se han enriquecido desde diversos aspectos y no serían las naciones desarrolladas que son hoy sin las migraciones que llegan con su mano de obra, sus expertices y culturas, contribuyendo al desarrollo del país que les integra.
Desde el derecho internacional, se ha establecido los derechos de asilo y de refugio para proteger a quienes tienen que salir de sus países de origen porque son perseguidos por su pensamiento, o porque sus vidas corren peligro. México no criminaliza la migración irregular, aunque no parece importarle a los gobiernos mexicanos quienes se convierten en la policía fronteriza de EU en nuestra frontera sur con Guatemala. La historia marcará a López Obrador como el más cruel vigilante de Trump y Biden usando la Guardia Nacional para ese propósito, convirtiendo a México en el tercer país seguro de facto; somos ejecutores de la misma política discriminatoria que padecemos como mexicanos en el país del norte.
Ciudad Acuña, Coah. de más 200,000 habitantes, y Del Río, Texas, han cobrado relevancia en todo el mundo por la presencia de alrededor de 12,000 haitianos quienes llegaron desde Chile y Brasil tratando de pasar hacia EU; impactante la imagen de un policía texano dando latigazos desde su caballo contra ellos, recordando la peor práctica de la esclavitud.
Los haitianos, que fueron arrancados de su hábitat en el siglo XVI, y llevados como esclavos hacia la isla que descubrió Colón, no fueron a buscar la vida, ahí la tenían desde Senegal y hasta el Congo. La Humanidad les debe su emancipación, su recuperación de su pequeño país devastado por los sismos cada cuando, y también por pésimos gobiernos desde su independencia y separación de la parte española -y blanca- de la isla: dos historias distintas entre República Dominicana y Haití: los afrodescendientes siempre son discriminados por sus vecinos.
Conviene recordar que las y los haitianos que llegaron de Brasil hace algunos años a Tijuana, finalmente decidieron quedarse en México y se han incorporado a su vida productiva, le demuestran al mundo que lo que buscan son buenas condiciones de vida para sus familias. Después de más de 4 siglos que fueron arrancados de su hábitat, siguen sufriendo por la negrura de su piel.
México tiene que dejar de ser el patio trasero de los EU. Ojalá todas y todos asumamos el precepto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: somos una sola familia humana.
La Opinión de: Angélica de la Peña. Licenciada en teatro, conferencista, ex senadora, activista.