La conciencia política de los ciudadanos y el conocimiento de la realidad
“El país no está para la crítica prudente, a la que muchos se acomodan”, Julio Scherer, citado por Alvarez Maynez, LJA 8 de enero.
El panorama del nuevo año 2015, lleva consigo los efectos del 2014; los graves problemas de la sociedad mexicana y de su gobierno, han sido señalados de manera amplia, por gobernantes y dirigentes de los sectores de la sociedad. Lo delicado del escenario que vivimos es la disyuntiva que encaramos los ciudadanos, al evaluar la posibilidad de poder o no, solucionar y superar los problemas, ya que nuestra actitud puede tener varias posiciones ante ellos.
La actitud con la que abordemos problemas como la corrupción, los conflictos de interés, la impunidad, etcétera, se desprenderá, en cierta forma, de la conciencia política que tengamos; es decir, quienes consideramos que esos problemas afectan el desarrollo de la sociedad y su bienestar, a diferencia de quienes se benefician de ellos, requerimos contar con una conciencia política que nos mueva a su solución y superación.
Explicamos, de manera sencilla, la conciencia, como el ‘darnos cuenta’ de lo que está sucediendo en la política y el gobierno; ese ‘darnos cuenta’ es el efecto de conocer la realidad. Sin el conocimiento preciso de la realidad, sería difícil construir la conciencia.
El conocimiento de la realidad se basa en la información; y la información nos llega, después de nuestra experiencia propia, a través de los medios de comunicación. La pugna y la puja se da, por lo tanto, entre difundir la información, o propiciar la desinformación. La difusión de la información tiene unos efectos, y la desinformación otros; el proceso de toma de conciencia política de los ciudadanos se realiza con el insumo de la información, y, por el contrario, con la desinformación no se tiene desarrollo de conciencia política.
¿Cuál es la realidad que debemos conocer? Menciono algunos ejemplos, ya ampliamente señalados: la ejecución de delincuentes por soldados, en Tlatlaya; la colusión de presidentes municipales con los grupos de la delincuencia organizada, como la que derivó en la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa; el conflicto de intereses descubiertos en la licitación del tren rápido México-Querétaro; el decir –el presidente Enrique Peña en su mensaje de año nuevo- que ya no habrá ‘gasolinazos’ en el año, cuando tres días antes dio uno equivalente a todo el año; los hechos violentos sucedidos, particularmente, en Michoacán y Guerrero; en Aguascalientes, la negativa del Congreso del Estado a difundir las sesiones de trabajo a través de la televisión del Gobierno del Estado; así como propiciar un desarrollo desigual –encubierto en el lema de progreso para todos- al concentrar la atención en la atracción de empresas extranjeras con sus fuentes de empleo, y no impulsar eficazmente la ampliación de infraestructuras educativas, de salud, de vialidades, etcétera, cuando se anuncian obras y millones de pesos, que no corresponden a la realidad.
El conocimiento de la realidad demanda, de esta manera, tener un panorama informativo amplio, que permita explicar, además de los hechos que suceden, el por qué están sucediendo. Por ejemplo, en el hecho de la negativa para transmitir las sesiones del congreso, como también lo podríamos extender a otros muchos puntos, como la difusión de las cuentas públicas, encontramos presente tanto la subordinación de la bancada mayor al ejecutivo estatal, como la idea de gobierno y de democracia que aplican hoy, y que corresponde a la época de los años setenta –antes del inicio de la reforma política-.
En este esquema de información, es útil encontrar las correlaciones que se dan entre los actores políticos participantes. Continúo con el congreso de Aguascalientes, cuando –de modo atinado-, la columna La Purísima… Grilla, de este diario, habla, de manera frecuente, de ‘el congresito’; su correlación natural, por la subordinación que muestra con el ejecutivo, nos lleva a hablar también de ‘el gobernadorsito’, ya que es necesario identificar el panorama completo que nos ayude a entender el porqué de determinadas cosas ¿O cómo podríamos explicar, entre otras, que en el Teatro Morelos se coloque una manta navideña, como si en uno de los lados del Teatro Degollado de Guadalajara, o del Palacio de Bellas Artes, se hiciera lo mismo?).
Significa que en el conocimiento de la realidad, que nos mueve a tomar conciencia política, debemos encontrar líneas de correlación que se dan, y que, en ocasiones, no están a la vista; significa que detrás de la primera apariencia, existen otros actores que influyen decisivamente en los hechos, y que deben ser descubiertos.
Tomo otro ejemplo: cuando el vocero de la presidencia de la república afirma que el gobierno hizo una labor impecable en el caso de Iguala, y que intervino a tiempo (nota tomada de UnoTV, en la red), o cuando el secretario de comunicaciones y transportes dice ante senadores que el periódico Reforma, con sus notas, hace más daño al país que muchos males, podemos apreciar que es la opinión que tiene el presidente de la república, porque después de todo, no se da ningún desmentido, o, todavía más, el mismo presidente, en alguna ocasión, lo reafirma.
Podría mencionar más ejemplos, como el del comisionado para la seguridad y el desarrollo en Michoacán, quien describe un escenario muy distinto al que describen otros actores michoacanos, como el Padre Gregorio López, de la Catedral de Apatzingán.
El conocimiento de la realidad, con los más posibles elementos, necesariamente lleva al desarrollo de la conciencia política; de ahí la lucha que observamos cotidianamente en el espacio de los medios de comunicación, entre quienes buscan que se conozca la realidad ‘tal como es’ (recordemos el mensaje del director del periódico Reforma con motivo del festejo navideño, -mostrado en YouTube-), y quienes necesitan de la desinformación de la sociedad, para seguir beneficiando sus intereses.
Ese es el gran esfuerzo ciudadano: conocer la realidad, para alimentar el desarrollo de la conciencia política, y así, transformar la realidad.
De Política una Opinión: Abelardo Reyes Sahagún