La ciudadanía y las urnas @INEAGS
Una de las constantes de la discusión colectiva, sin duda, es la corrupción. Un fenómeno nada menor y dañino. Es como la humedad, aparece por todos los lados. La corrupción es el tema que inhibe las mejores sinergias que las personas pueden aportar, antes de la deliberación esa persona ya está agotada. La tangente de solución, como por ejemplo, otorgar un castigo por un mal desempeño gubernamental o el rechazo a la corrupción que, no sólo el elector, sino las mayorías, como lo demuestran todos los indicadores de estos tiempos, identifican lo político y la carencia de valores políticos en la consecución digna de la función pública, como bien y como valor. Esto no remedia el problema.
La corrupción aleja al cuerpo social de la intervención en política; también los aleja de la participación electoral. El menú es amplio y caprichoso, la corrupción se infiltra en la marginación social, exclusión de la política, animadversión a las instituciones (patrimonio del pueblo), consideraciones culturales, académicas, religiosas… eso se traduce en abstención. En temporadas de elecciones es común hablar de participación ciudadana pero no se diferencia estas dos grandes avenidas. Si ya es grave la abstención electoral que es el Derecho de decir, más grave es, a mi juicio, la vigilia política. Esta es una suerte de anacoretismo social.
En los procesos electorales se genera una fiesta institucional, los organismos electorales convocan a la participación electoral. Es una tarea legal asignada, empero cómo entender la relación del administrador y juez de lo electoral con la participación electoral. Vale la pena auditar cuales son los alcances administrativos (presupuestos), técnicos (la comunicación social, por ejemplo), inferir desde lo fáctico para lograr el éxito en la participación electoral. Ahora bien, si ocurre una nutrida participación en las urnas será un indicador del buen desempeño de la autoridad electoral y jurisdiccional. Los ríos que pueden influir en una corriente de alta participación son, en primer término el nivel mínimo y deseable de educación y cultura en donde se desarrollan los impulsos institucionales, para que la administración y justicia electoral influyan.
Es preciso considerar en este siglo la calidad de la administración, las tecnologías, la revolución de la velocidad de la luz, la formación y actualización de los profesionales de lo electoral, (servicio profesional electoral). El tema de los listados electorales son clave, pues son la columna vertebral que permite planear, ejecutar, controlar, auditar… la organización de las elecciones, la experiencia, teórica y habilidades para lograr los lugares ideales de las casillas electorales (para 750 electores), las maestrías creativas, el diseño y antropometría de las boletas y los materiales electorales, como urnas, mesas para votar, bancos para urnas, crayones, tinta indeleble, etcétera, son entre otros, las variables que dan garantía al INE para hacer del proceso electoral una efectividad política y estratégica, todo ello engendra credibilidad.
En estos días se habla de una crisis de INE, sin embargo, hay un contraste de orden operativo, no deliberativo: los procedimientos electorales van y bien de conformidad al calendario del proceso electoral, claro, excepto en una parte del Estado de Guerrero. En periodo de “inter-campaña” podemos decir que está garantizado la calidad organizativa del voto ciudadano, aunado a ello la certeza de una elección libre, autonomía ciudadana, sobre todo honestas. Es claro que hay una comunicación con problemas en el Consejo General del INE, que no alcanza afortunadamente a la institución. Estoy seguro que el problema se resolverá en el mejor de los términos, requiere voluntad, sobre todo amor por México.
A pesar de que se resuelva este episodio indeseable, no dependerá del administrador o juez de las elecciones el nivel de la participación ciudadana. Su esfuerzo no es suficiente. La paradoja, nuestro país se colocó como país avanzado en el procedimiento electoral, las democracias el mundo han reconocido y solicitado asesoría. Los resultados de las elecciones de 1991 a la fecha nos muestran que no hay una correlación. No basta un buen procedimiento, no bastan principios rectores que hagan honor a la ley, a la actitud social, al comportamiento de los servidores profesionales de lo electoral, la participación, excepto la de 1994, han sido más o menos respetable en términos de un sistema de mayoría relativa y sin sanciones a la ausencia en las urnas. Empero, en términos democráticos la participación electoral es baja.
La relación efectiva de una ciudadanía participativa, de eficacia deliberativa y digna, es con el sistema educativo-cultural. Una sociedad educada, culta, será el crisol de una opinión pública de alta calidad, que engendre una democracia cultural que corresponda a una democracia constitucional. Para ello no son aceptables las ocurrencias. Es preciso renovar esencialmente la educación temprana. De lo contrario pasarán otros 25 años y seguiremos en una discusión parroquial que a nadie convence.
Por: Ignacio Ruelas Olvera