La candidatura presidencial en el PAN: entre la democracia y el caudillismo
Desde hace más de un año México vive un vacío de imagen presidencial, que ha abierto la necesidad de llenarlo con las imágenes de los aspirantes a una futura candidatura presidencial del año 2018. Ante la cada vez mayor decepción de la actuación del Presidente de la República, Enrique Peña, desde el espacio de varios partidos políticos, algunos personajes han considerado propicio el momento para iniciar trabajos de promoción para preparar la probable candidatura a la presidencia de la república. Los nombres ya están en los medios de comunicación, en espectaculares publicitarios, y en la crítica política.
El escenario donde los aspirantes desarrollan sus actividades tiene dos grandes pistas de acción: la primera corresponde a los usos y costumbres instaurados en la escuela de gobierno del Siglo XX, que le tocó al PRI ser el iniciador y creador, y que, a su regreso a la Presidencia de la República, ha actualizado en sus características principales, siendo una de ellas el caudillismo sexenal. La segunda pista de acción corresponde a las características particulares que tiene y vive cada partido, con sus propios estilos y formas de hacer política.
En el PAN podemos observar algunos aspectos que suelen presentarse como parte de su idiosincrasia, que inciden de manera contundente en la imagen que generan entre los ciudadanos, tanto para que sean aceptados o rechazados, como también para que los medios de comunicación manejen o manipulen dicha aceptación o rechazo. De las características idiosincráticas, tomemos algunas: la primera es que la democracia la aplican de acuerdo a la posición que en un momento dado tengan en la vida del partido. Es decir, si están en el grupo gobernante y se benefician de la circunstancia, la democracia sí se practica en el partido; pero si no es así, en la primera oportunidad, cuando se inconforman por alguna decisión tomada, lo acusan de no aplicar la democracia.
La siguiente característica corresponde al ejercicio de la libertad de opinión y expresión. Los militantes, -desde luego con toda razón y justificación- se consideran libres para poder expresar sus opiniones a través de los medios de comunicación que los escuchen (particularmente aquellos que aprovechan las ocasiones conflictivas del partido para ponerlas ampliamente a consideración de la sociedad).
Otra característica, que va ligada a la anterior, es el ejercicio de la disciplina partidista: a nadie pueden forzar u obligar a nada fuera del cumplimiento de los estatutos partidarios. El efecto de este punto llega al grado de que lo que un militante considere justificado hacer o decir, la disciplina no lo va a detener, aunque lastime al partido. Son claras, por lo tanto, las diferencias que se dan con otros partidos políticos.
La carrera por la candidatura presidencial en el PAN ha abierto la actual etapa de confrontación al interior del partido. El centro del debate es el presidente nacional, Ricardo Anaya, a quien se le cuestiona, en resumen, el usar la infraestructura del partido para hacer promoción personal, siendo el punto más señalado el de tener más ‘spots’ que el presidente nacional de Morena, Andrés M López O. El principal reclamo que le hacen es que diga públicamente si tiene aspiraciones a la candidatura presidencial del PAN, y, en su caso, entonces, que deje el puesto para que ‘el piso sea parejo para todos los aspirantes’.
La respuesta de Anaya y sus seguidores, desde hace tiempo, es que están trabajando en los procesos electorales del próximo año 2017, y que, posteriormente, vendrán los tiempos del 2018.
La respuesta no ha dejado satisfechos a sus impugnadores, por más argumentos utilizados como el de haber ganado, por primera vez en la historia, una cantidad importante de gubernaturas, o que tienen una alta aceptación para ganar la próxima elección presidencial, o los llamados a la necesaria e indispensable unidad partidista.
A la vista aparecen otros elementos que complementan el panorama que vive el PAN en la coyuntura de la preparación y construcción de su candidatura presidencial 2018: el primero, elemental, es el correspondiente a la capacidad que tenga el dirigente nacional del partido para -en el marco de la Teoría Política de Nicolás Maquiavelo- ‘conservar la institución partidaria’, y no ‘conservarse en el poder’ a costa (como los panistas lo han expresado en diversas ocasiones) de perder el partido.
Otro es que la disyuntiva que enfrenta el PAN va por las siguientes líneas de acción: o tomar el camino y las atribuciones del caudillismo político, o aplicar la integración democrática. La primera vía practica los usos y las costumbres que llevaban a que sólo la cúpula del partido tenía la facultad de designar a los candidatos, dejando de lado a la militancia. La principal expresión de estas costumbres se manifestaba en dos puntos: ‘el que se mueve no sale en la foto’, y ‘todavía no son los tiempos electorales del partido’. Con estas frases se bloqueaba a todo aquél que abiertamente buscaba alguna candidatura, y, además, se excluía, sin remedio, a los aspirantes que no pertenecían al grupo dominante del momento.
Resulta claro que la alternativa útil es poder aplicar la democracia como participación e inclusión, superando la inercia de la escuela de gobierno del Siglo XX. Este será el punto en el que los ciudadanos podremos observar si las valiosas cualidades mostradas por el presidente nacional del PAN son utilizadas para la conservación del partido como institución, o para su propia conservación en el poder.
El acuerdo político tiene importantes aspectos: nadie gana todo, todos ganan algo, y los espacios de coincidencia crecen. La respuesta autoritaria, -aunque sea con una argumentación racional-, al no escuchar y tomar en cuenta en algo a los impugnadores, llevará al rompimiento y al desperdicio del partido. El valor práctico de un dirigente se verá si logra llegar a un acuerdo que cohesione a todos los grupos y le permita al partido salir adelante.