Huachicol, el poder del caos

Cuando Lombardo Toledano discutió con Ignacio N Morones ante la falta de calidad de los argumentos del líder obrero, Lombardo declaró, “si morones quiere discutir que discuta con Cantinflas”.

¿Cantinflas?, un cómico de carpa en la CDMX cuya comedia era hablar mucho y no decir nada, la genialidad del comediante fue orquestar sus peroratas con lenguaje corporal y la genialidad de no ser vulgar, la palabra pasó al diccionario de la Real Academia Española como “persona que habla o actúa como Cantinflas, de manera disparatada e incongruente y sin decir nada como sustancia”.

Análogamente, Huachicol adquiere diversos matices. Huachicol deriva de los Huachichiles o Huaches, parientes de los huicholes, significó los colorados, pintaban sus cuerpos de color rojo (Amador 1887).

Huachinango es el pargo rojo, A los Huaches, se les atribuyó el uso ceremonial del peyote y el consumo de bebidas fermentadas, llamado huachicol, tiene raíz latina, según estudios de Arturo Ortega Morán, “aquati”, aguado. Luego fue llamado “gouache”, método estético, conservando su significado. A los vendedores de aguardientes diluidos con agua, (más ganancias) se les llama: guachicolero o huachicolero, análogamente a los vendedores de combustibles rebajados. Hoy, huachicolero se utiliza para denotar a una persona dedicada al robo, traslado ilegal y venta de hidrocarburos.

Sobre la escasez de combustibles que hoy padecemos, es preciso recordar la teoría del caos, rama de las ciencias exactas, principalmente física y matemática, que estudia los comportamientos impredecibles en sistemas dinámicos. El mundo de la vida no lleva una guía de navegación predecible e inconmovible por el contrario se comporta de manera caótica. El mérito de esta modelo es que constituye un área de investigación abierta al pensamiento, por ejemplo, para aplicarla en procesos sociales. Los comportamientos erráticos, impredecibles y caóticos de fenómenos políticos adquieren nuevas dimensiones para el análisis y la investigación, auxilia para entender procesos complejos, desordenados y caóticos; lo importante de la ciencia es que otorga la posibilidad, según el ingenio, creatividad, lucidez…, para que emerja un nuevo orden, ciertamente impredecible e incierto. Lo grave es que en medio del caos emerge el poder del caos. Este pensamiento crítico ha revolucionado el ordenado mundo de las ciencias lleno de incertidumbres y misterios.

En una nuez: la perspectiva del caos es alternativa ordenadora, aun con sus polémicas turbulentas, una realimentación de la imaginación sociológica y política. Empero, el caos en la política ha perdido sus límites, las voces engendran el caos mediático, hacen una torre de Babel que paraliza la administración del conflicto, crea entropías discursivas, argumentativas, lógicas, epistémicas…

La escasez de combustibles ha procreado un caos y un impacto a la economía en su conjunto. Las políticas públicas resuelven problemas con soluciones; la corrupción no se combate con pos-verdades, las buenas prácticas devienen de la enseñanza pública y privada de que su pedagogía enseñe hábitos deseables, no basta a prender a aprender, es preciso aprender a pensar, a compartir, una educación que sea crisol de valores y productora de virtudes… el cinismo de los políticos de hoy son sus insaciables atesoramientos, su calidad analfabeta…, los hacen refractarios a las buenas prácticas, ajenos a comportamientos éticos, distantes de compromisos morales. Son innecesarias las encuestas “queda bien”, todo el pueblo, “sabio y que manda”, está de acuerdo, requerimos una sociedad en la que haya garantía de lo tuyo y de lo del mío. La justicia, valor esencial de una sociedad constitucional democrática de derecho, está en riesgo. El huachicol, causa daños, algunos irreversibles, en industria, comercio, turismo, en fin, todas las actividades sociales están semiparalizadas, y no hay un solo presunto culpable, solo “llamados morales a no delinquir”. Cuál de las “n” teorías del problema, es la real, la verdadera, ¿la oficial?, ¿las de los interesados en resolver el problema?, ¿las de los interesados en no resolver el problema?, ¿las del exterior?, ¿las de los malintencionados?… un caos de versiones y de argumentos, pero sin culpables. El caos desgasta no solamente las emociones colectivas, también deteriora sinergias, impulsos, pulsiones…, una batalla entre pares sociales por un bote de gasolina es indignante, la pérdida de capital de empresarios (que crean trabajo), sin condiciones de producir, tiene respuesta: cancelación de empleos… son escenarios reales de un desgaste de la convivencia social.

Una política pública debiera apuntare a la solución si se quiere dar prioridad a los más necesitados, “primero los pobres”. La autoridad tiene la obligación legal de conocer para hacer, la vieja lección de Marx, armonizar lo teórico con la acción; el pensamiento crítico no puede eludirse, es preciso conocer para innovar, es muy simple: crear nuevos conocimientos; es deber de la epistemología política volver a examinar lo pensado, otorgarle calidad al conocimiento, experimentar las clases conceptuales con las que los políticos desarrollan sus discurso y las políticas públicas para hacer perceptible y además dominable la realidad del colectivo.

Por: Ignacio Ruelas Olvera