Gobierno de Orozco: Oportunidad para transformar el sistema de gobierno

El primero de diciembre Martín Orozco tomó posesión como gobernador de Aguascalientes. Se encontrará con los residuos de un gobernador, como Carlos Lozano, que ejerció el poder político de acuerdo al añejo y rebasado sistema de gobierno de la época señaladamente autoritaria de los años setenta, en la que aprendió, por única vez y muy bien, la función pública.

Hoy observamos esos residuos multiplicados en alto grado, con gobernadores que están siendo desenmascarados en sus acciones de depredación de los patrimonios estatales, sin que la ley y las autoridades responsables y corresponsables, puedan llevarlos de manera expedita ante la justicia.

En la actualidad, el asunto más preocupante para las sociedades estatales y la nacional, ya no es la gravedad de los problemas que padecemos y nos aquejan, sino los gobernantes que tenemos. El motivo de que sean los gobernantes la mayor preocupación de los ciudadanos se debe a la notable incompetencia que están mostrando para atender y resolver esos problemas, ya que ellos, por su propia condición, están obstaculizando e impidiendo las soluciones.

En el estudio de este panorama, entonces, encontramos tres elementos que debemos considerar: la realidad que vivimos en la sociedad con sus problemas, los gobernantes que tenemos que no los resuelven, y el sistema de gobierno que se aplica que tampoco permite la solución de los problemas. De esta manera, para poder llegar a la terminación de los problemas que tenemos en la realidad, deberemos contribuir en el saneamiento de los otros dos elementos, los gobernantes y el sistema de gobierno, ya que, de no ser así, por más que nos esforcemos en superar tales dificultades, éstos seguirán siendo el obstáculo que nos mantendrá sumidos en la condición de postración.

El problema para los ciudadanos, por lo tanto, no es sencillo, sino que se complica todavía más, debido a que el sistema de gobierno creado en la época posrevolucionaria por el partido de la revolución mexicana, se ha robustecido y reciclado en los últimos cuatro años, seis en Aguascalientes (sus características ya las conocemos sobradamente). La complicación radica en que los partidos políticos distintos al PRI, aunque en sus discursos expresan su amplio y profundo desacuerdo con este sistema de gobierno, todavía siguen reproduciendo en los hechos algunos de sus elementos. Significa, consecuentemente, que el punto neurálgico deja de ser, meramente, el partido político determinado, para pasar a ser la perversión y descomposición de la forma como se está haciendo el gobierno de la sociedad.

Encontramos, sin embargo, un punto de apoyo y de referencia que alimenta la confianza y la esperanza en los partidos políticos distintos al PRI. Ese punto de apoyo es débil y, en ocasiones, altamente vulnerable, porque se refiere al contenido y argumentación de sus propuestas de gobierno ofrecidas a la sociedad en las campañas electorales. La debilidad radica en que, sabemos, una circunstancia es el tiempo de campaña, en que para ganar la simpatía y los votos de los ciudadanos se hacen propuestas que, en ocasiones, rayan en lo imposible y hasta en lo irracional, y, otra circunstancia es cuando ya están ejerciendo el puesto de gobierno (¿por qué la confianza en el PRI no es igual a la de otros partidos? Porque estamos comprobando que, aunque ellos hablan del nuevo PRI, han demostrado en la realidad que no es como lo dicen).

En los nuevos gobiernos distinguimos dos cuestiones: la primera es que el gobernante sea y haga lo que ofreció en la campaña electoral. Este punto es fundamental, ya que iría en contra de lo que sostiene el viejo sistema de gobierno, como es el consentimiento del engaño y la simulación políticas.

La segunda cuestión es la necesidad de desmontar el viejo sistema de gobierno y construir uno nuevo, que elimine y deseche los vicios y los factores que lo han llevado a su descomposición y quiebra.

Desde hace tiempo los dirigentes nacionales del PAN y del PRD han venido planteando a la sociedad “la necesidad de sacar al PRI del gobierno”; primero de estados como México, Coahuila y Nayarit en 2017, y después, en el 2018, de Los Pinos. Cierto, con ellos continúa la corrupción, la opacidad en la rendición de cuentas, la quiebra de las finanzas públicas, la obstrucción a los desarrollos en educación, salud, industria, producción agrícola, ambientalismo, etcétera. Pero, los ciudadanos nos preguntamos, ¿de qué serviría sacar al PRI de los gobiernos, si los otros partidos no transforman a sus gobernantes y al mismo sistema de gobierno? ¿si continúan los mismos vicios y los mismos efectos para la sociedad y sus problemas?

De ahí que tomemos en serio la esperanza en la utopía del buen gobierno. Para Aguascalientes, con Martín Orozco, como para Chihuahua, Durango, Quintana Roo, Veracruz y Tamaulipas, es el momento de la oportunidad para transformar el sistema de gobierno, y recuperar la credibilidad, no sólo en las instituciones sino también en las personas mismas de los gobernantes.

La deconstrucción del sistema de gobierno no va a ser sencillo. Los primeros que deben estar convencidos de llevar a cabo este proceso, son los nuevos gobernantes en los diferentes niveles. Las inercias y los intereses encubiertos son una fuerza que se activará para impedir tal deconstrucción y pugnar porque siga el viejo sistema de gobierno, que es el que les brinda abundantes beneficios.

El proceso de deconstrucción y de construcción de un nuevo sistema de gobierno es simultáneo; de ahí la importancia de establecer mecanismos de formación de consensos con la sociedad, quien será no sólo la demandante del cambio de la forma de gobernar, sino, sobre todo, el apoyo que dará fortaleza al gobernante, para sostener y ganar la batalla a los conservadores.

Sí importa el partido político, en este caso el PAN, porque se ha comprometido con la sociedad a que “sí se puede” llevar a cabo el cambio, como lo ha difundido extensamente su presidente nacional.