Es simple: prudencia / Ruelas
Aguascalientes, Agosto 15 (2023).- El “urbano cavernario” todo lo invierte, hace interpretaciones sesgadas, por ejemplo, al prudente lo considera tonto. Lo que falta en la convivencia, en el comportamiento, en la vida diaria es precisamente prudencia. ¿Qué es? Prudente, es el cauto, cuidadoso; “prudentem” que prevé. A diferencia de Sócrates, en Aristóteles la decisión no reside en el filósofo, sino en el “hombre equitativo”. La “vida justa” se realiza por el prudente; que no se da en la vida contemplativa, sino en la vida práctica, de la experiencia, “empereia”. La prudencia aristotélica condensa experiencia y acción. El prudente, no es casualidad que en el libro VI de la Ética a Nicómaco esté dedicada exclusivamente a la prudencia. Aristóteles distingue acción (praxis) y producción (poiesis); para él, el mundo es contingencia: “las cosas pueden ser de otra manera”, cosa que es compartida por la acción y la producción, puesto que ambas inciden en el mundo. Las palabras “praxis” y “empereia” significan, etimológicamente, lo mismo. La prudencia está en la acción como comportamiento ético, está a la vera de la experiencia, es decir, recurre al “lógos”, para consumar una diferencia, la técnica como producción racional, y la prudencia como racionalidad de la acción. La prudencia “phrónesis”, es acción con discurso: “paxis con lógos”.
El problema de la prudencia se presenta en situaciones de excepción, por ejemplo, cuando la ley no dice en su texto qué hacer. Es cuando la ética lo dice a través de la prudencia, en tal situación la ley no regula y se pone en riesgo la “polis” se requiere que el prudente corrija la omisión del legislador. En efecto, el legislador al hacer la ley no puede prever todas las situaciones que pueden presentarse, es entonces cuando la ética se magnifica con el diálogo, por ello la prudencia parte de un juicio deliberativo, pone en consideración de sí mismo y/o del “Otro” lo que se debe de elegir. Si o no, son célula básica de los equilibrios. En la democracia, se debe de elegir una opción de las que compiten, se delibera para conformar la Representación Popular; luego el Congreso de Unión delibera (debería) previamente las decisiones que nos afectan a todos. La fórmula prudente es que los ciudadanos deliberan quiénes son sus representantes y la representación delibera para realizar la convergencia popular.
La virtud pende de una elección, y toda elección es un deseo deliberado, aquí está el cruce: la elección es decisión inteligente orientada a un fin, la prueba es que, sin entendimiento, sin reflexión, sin deliberación no hay elección; ahora bien, la prudencia trasciende la justicia, que es insuficiente sin la prudencia de lo justo. La prudencia es la clave del acertijo de todas las virtudes, las cuales siempre, ¡si son virtudes!, benefician a los seres humanos. La prudencia debe fundarse en deseo y “lógos”. La prudencia es la convergencia entre el juez que aplica la ley, el gobernante que resguarda la justicia haciendo respetar la ley, y el legislador que establece la ley, todos actúan para proteger a la “polis”. La prudencia es una virtud de la razón no especulativa sino práctica.
La epifanía de la prudencia es un rostro discreto. El griterío, la entropía, el ruido, la soberbia, el despotismo…, son producto de anemia prudencial; es: decidida, activa, emprendedora y comprensiva. No se identifica en los aparadores que venden modas y estilos, sino en el comportamiento ordinario, sin embargo, no significa tener la certeza de no equivocarse, el prudente vive en la deliberación de sus decisiones el ensayo y el error, procesa la duda razonada. De manera normal la prudencia debe de considerar la vivencia, por ello la historia apoya el porvenir; mirar la comprensión de la responsabilidad; ejercitar la alteridad; deliberar con el Otro; aceptar los límites; confrontar las circunstancias. La experiencia es, sin lugar a duda, un factor importante para actuar y tomar las mejores decisiones. Por ello la Prudencia es una de las cuatro virtudes cardinales, junto con la Justicia, la Templanza, la Fortaleza, que a su vez son fundamento de las virtudes. Aprender o no es nuestra opción. En esa oportunidad se nos presentan moderación, sensatez, buen juicio, paciencia, perseverancia. Ejercitarlos es nuestra responsabilidad.
La mujer y hombre prudentes deciden y ordenan su conducta según este juicio. El prudente medita sus pasos, requiere información, analiza y llega a conclusiones que le permiten superar las dudas que le pudieran surgir respecto del mal que se debe evitar y el bien que se debe hacer.
Una grande imprudencia ha sido “abrazar” a criminales, darles razón de política de Estado a sus balazos. Es preciso pensar antes de hablar; de lo que no sabes es preciso callar, como lo enseña Wittgenstein; los gobernantes y lideres deben pensar, como deber ético, antes de hablar. La libertad de expresión no te da derecho a ser imprudente.