Ensayo sobre la muerte, parte II / La Columna J

“La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros no somos”: Antonio Machado

La vida no tiene sentido sin la muerte, desde temprana edad el dogma social arremete en contra de la interpretación de trascendencia que enarbola la vida después de la vida. La muerte es interpretada bajo la concepción del dolor, el apego se adentra y esto provoca dolor, porque el ego humano es una armadura, pero al mismo tiempo es un sentido de supervivencia para dar sentido a lo que no lo tiene, y cuando la muerte llega, solo nos hace saber que somos un breve instante en la historia de la eternidad.

Recordamos la muerte únicamente cuando se ostenta de manera estrepitosa en la vida, sin embargo, hay muerte caminante la cual ha olvidado lo más básico de este camino que es precisamente vivir, los segundos solo indican el tiempo que nos queda en esta dinámica tan automatizada que nos lleva a tener una reflexión el día de muertos, para recordar que polvo somos y en polvo nos convertiremos, pero sobre toda cualidad teológica sobre entendemos
que la vida no termina aquí. El argumento se esgrime para gnósticos y agnósticos, para masones y judíos, para sherpas y chamanes.

Julio César pensó que podía modificar el tiempo, pero el tiempo ahí sigue; Hitler pensó que podía vivir por encima de la muerte, y a la muerte le basto el silencio para despojarle del poder; Bruto y Casio, yacen en el séptimo infierno de Dante, porque lo que se construye en la vida es lo que se conquista en la muerte, en ese ejemplo se engrandece que ciertos nombres dieron cátedra de existencia después de momento de despido, su nombre sigue vivo y con fuerza impoluta, Luther King, Kennedy, Francisco de Miranda, Bartolomé Mitre, Zaragoza, Juárez. No es que hayan vencido a la muerte, sino que conquistaron su vida.

“Los cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte, los valientes gustan de la muerte una sola vez”: William Shakespeare

En el decurso del tiempo la desigualdad y la ambición humana han desatado grandes distancias entre los que se dicen hermanos en vida, pero en la muerte todos gozaremos el inefable concepto de igualdad, posiblemente al trascender de todo lo que nos rodeó en la vida para poder aspirar a tener una condición de libertad, con las alas y con los espectros pero con los tres puntos de la alegoría del Maestro Hiram, quien dio la enseñanza de que para renacer hay que morir al vicio y a la ignorancia. Los mayores enemigos en esta vida son la ambición, la hipocresía y la estulticia. De tal modo que es menester morir las veces que sea para llegar al nirvana y a la virtud. Nuestra marcha consiste en el nacimiento, vida y muerte.

Tal vez podría cambiar la perspectiva de la vida, si pensáramos y fuéramos conscientes de que algún día vamos a morir, la concepción de la vida no sería tan individualista y aislada, porque la soledad es loable para la reflexión y también para partir al más allá. No nos llevaremos nada, todo lo dejaremos, la vida es prestada y cuando tenga que ser devuelta se debe entregar con la mirada y la frente en alto.

Pensar que esta vida será para siempre es vituperio, aspirar a trascender en esta vida es esperanza. Lo que hagamos en esta vida hará eco en la eternidad, implorar para no estar muertos en vida, pues eso sí sería una tragedia, seguramente nos cerrarían las puertas del hades y Heráclito ofrecería un discurso retrógrada por el drama concebido.

Ni en sueños, ni en sombras debe de oscilar la vida de nuestros años, puesto que todos vamos caminando al mismo destino, algunos coquetean con el desastre, otros enfrentan a la adversidad con fortaleza y valía, pero al final de los días, el destino de todos es el mismo, todos ocuparemos un lugar en el eterno oriente.

A los muertos debemos honrarlos, pero también a los vivos, reflexionar, pero aún más, suspirar por los momentos que nos quitan el aliento.

“No esperes a que se mueran si deseas dar una flor, mandalas hoy con amor en vida, hermano, en vida, no esperes a que se muera la gente para quererla y hacerle sentir tu afecto en vida, hermano, en vida, nunca visites panteones, ni llenes tumbas de flores, llena corazones, en vida, hermano, en vida”.

IN SILENTIO MEI VERBA
ROBERTO VALDES AHUMADA