Enrique Peña, un presidente débil e indefinido… ante el gobierno de EUA
La dinámica de la actividad de un gobernante es tan intensa, que se vuelve difícil encontrar en la cotidianeidad espacios de reflexión evaluativa del rumbo que está llevando el gobierno. Por lo general, dicho rumbo lo establece quien encabeza el gobierno -ya que es el principal responsable-, a través de varios elementos, como son su forma y estilo de ser como político, su pensamiento acerca de cómo hacer el gobierno, y el modelo de instrumentación que aplique en los planes y programas.
Puede suceder, aunque no en todos los casos, que el rumbo de la acción del gobierno -a pesar de los elementos señalados- no lo logre establecer el gobernante, sino, precisamente, la inercia de los hechos que se llegan a imponer al gobernante; así llega a ser, cuando no existe claridad y precisión sobre la idea de Estado, política y gobierno.
Es el caso, considero, del presidente de México, Enrique Peña, observado después de varios años de encabezar el Gobierno de la República. Pareció ser que el objetivo superior fue ganar la elección presidencial del año 2012 y tomar posesión de la Presidencia de la República, no más. Ya lo que se debiera hacer con el instrumento político llamado gobierno, quedó de lado. Una prueba de ello fue la conformación del ‘Pacto por México’ (fundamental para el gobierno) y la realización de las ‘grandes reformas constitucionales’ que requería el país. La idea del pacto vino de fuera del grupo gobernante, al ser sugerencia de miembros del PRD; y las grandes reformas constitucionales, fueron propuestas de administraciones anteriores, que no avanzaron gracias a la oposición de los legisladores priistas (esas grandes reformas, decían ellos, sucederían cuando regresaran a la presidencia de la república).
La ocasión de la candidatura presidencial de Donald Trump, su triunfo en las elecciones y su asunción como presidente de Estados Unidos de América, fueron el marco circunstancial en el que se hicieron patentes la debilidad, la inseguridad y la indefinición gubernamental del grupo político encabezado por el presidente Peña. Desde que Trump comenzó su carrera hacia la candidatura republicana, escuchamos sus declaraciones sobre México y los mexicanos, con los calificativos negativos y ofensivos, sin que el gobierno acertara con una respuesta y una posición de fortaleza y clara definición; al contrario, la invitación para que visitara a Peña en agosto del año pasado, en la casa presidencial y con tratamiento de jefe de estado, fue una señal del ser y pensar del presidente de la república.
Estas características de la administración Peña, se han venido repitiendo con la fuerza de la inercia, sin que se observe algún indicio de reflexión evaluativa que propicie la rectificación del rumbo tomado -o impuesto por los hechos-. Después del 20 de enero pasado, escuchamos las declaraciones de los funcionarios mexicanos, incluidas las del presidente, que dan cuenta de tales características. Las palabras centrales de los mensajes políticos de Peña han sido respeto, soberanía, democracia, dignidad, diálogo, acuerdos, cooperación, unidad nacional, etcétera.
Algunas de las posiciones polémicas del presidente estadunidense para con México, son las siguientes: la construcción del muro, la salida del Tratado de Libre Comercio, la deportación de indocumentados, la repatriación de inversiones estadunidenses y el bloqueo de nuevos proyectos, el establecimiento de aranceles comerciales e impuestos, etcétera.
¿Cuáles están siendo las respuestas del gobierno mexicano? Una primera -equivocada ante las órdenes ejecutivas emitidas por el presidente estadunidense-, es dar por hecho consumado todo lo dicho respecto al muro, ya que la sola propuesta ha sido rechazada por importantes políticos del Capitolio, así como su negativa a que sea México quien lo pague, y, todavía más, a autorizar las enormes cantidades solicitadas para la construcción del ‘hermoso muro’. Algo similar está ocurriendo con la desaparición del tratado comercial, que, de entrada, tiene capítulos que prevén su terminación por alguna de las partes, cláusulas que primero se tienen que cumplir antes de llegar a su finiquito.
De igual manera sucede, desafortunadamente, con la deportación de mexicanos indocumentados.
La respuesta del gobierno ha sido ‘preparar’ su reincorporación en empleos (que no tuvieron al decidir emigrar), o el ingreso en las universidades (con facilidades que no tienen aquí los universitarios), o reformas legislativas para la revalidación de estudios, o la canalización de más recursos para los consulados mexicanos en Estados Unidos, para orientar a los ciudadanos en caso de su deportación o separación familiar (los medios informativos avisan que los números están siendo menores que en la época Obama). Todo ello, también, tomado como hecho consumado (la prevención es bienvenida, pero no es lo único que el gobierno puede hacer ante el gobierno estadunidense).
Encontramos declaraciones de funcionarios, como las siguientes: “Evitar la confrontación da legitimidad al país… El tiempo corre a nuestro favor; Trump se desgasta” dice Luis Videgaray en la Cámara de Senadores; “México ha crecido en temas de seguridad; está más fuerte… La Iniciativa Mérida está en su fase terminal” asegura Osorio Chong; “Si se van empresas vendrán otras”: EPN; “México no renegociará el TLCAN si EU insiste en imponer aranceles: Guajardo”; “Preocupante, que se quiera separar a padres de sus hijos… El gobierno ya notificó su inquietud a EU”, indica Videgaray; “México emprenderá la renegociación del Tlcan “con fortaleza y dignidad”… No concederemos privilegios”, afirma titular de la Sagarpa; “Se dialogará con EU por el tráfico de armas: Osorio”; “México estudia respuesta a posible reforma fiscal de Trump: Meade” (Notas tomadas de La Jornada, semanas recientes).
Actores políticos y sociales mexicanos han calificado la postura del gobierno mexicano como débil, tibia, o ausente. “Cuauhtémoc Cárdenas sugirió al presidente Peña una actitud de defensa, no de sometimiento, y “Senadores criticaron la falta de firmeza del gobierno mexicano ante los anuncios de Trump” (El Universal, 21 de enero y 17 marzo).
Existen otros rumbos que se pueden seguir, además del estadunidense. Habrá que observar si cambia, o seguirá el mismo rumbo.