El poder de la ignorancia
Partamos de Aristóteles: “el ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona”, la ignorancia contiene un mundo de realidades indeseables, cierto, pero realidades al fin. La ciencia médica, por ejemplo, da consejos que no seguimos, por el contrario nos auto medicinamos o por prescripción de charlatanes, un porcentaje funciona, la ignorancia salva; pero otro, el porcentaje más grande no. La irracionalidad y la ignorancia, seguido, nos hace fuertes, aunque secuestren el pensamiento. La ignorancia es como una epidemia, se propaga fuerte, de ella deviene una falta de voluntad para hospedar las ideas, los conceptos, la imaginación, la creatividad. Ese momento es clave para que el político actúe a sus anchas, sin argumento, sin lógica, sin cultura, sin gramática, sin normas jurídicas, su lucha significativa es llegar al gobierno, al llegar desconocer a los pobres, la fórmula es fácil, solo recuérdales su estado de pobreza. Serrat lo canta: …se nos llenó de pobres el recibidor y no paran de llegar, […] me han pedido que les indique yo por dónde se va a la despensa, y que Dios, se lo pagará.
Una verdad que revela el léxico político. Palabras, mal empleadas, superficiales, zafias, irónicas, falsas, graciosas… Cierto, pues para hacer política no se requieren estudios, ni talentos, ni capacidades, ni conocimiento, ni sabiduría, es el área clara y más amplia del espacio público. Que no hemos dignificado. Abundan los que traen el maná, solución a los problemas, incluso sus propias “tablas” de normas a modo. La democracia es así, facilita la acción ciudadana, facilita la creación de nuevos partidos, que contra todo lo que se diga, los partidos son esenciales en la democracia, pero se requieren partidos con idea y convicción social, con proyecto político, con escuela política, con capacitación, impulsos cívico-políticos, cultura…, en cambio la escena está llena de diatriba, insulto, basureos, culpas y corrupciones reales y fabricadas como eje de marketing, debate de muy bajo nivel…
Uno de los problemas más severos, es la ausencia de una pedagogía cibernética. La sociedad red ha invadido el mundo, empero, a la velocidad de la luz genera grupos inconmensurables de afinidades e intereses particulares, la posverdad como discurso, “solo su chicharrón truena”. En el imaginario político se procesan linchamientos que se manifiestan en redes sociales, la posmoderna “santa Inquisición” sentencia, condena, en audios y vídeos, que rebotan en todos sentidos, viralizaciones instantáneas.
La ignorancia en las urnas muestra, un porcentaje pequeño están decentemente informados; otro porcentaje no permite saber si saben algo; otro permite ser manipulado por la mercadotecnia, “el menos malo, las guapuras…”, se enamoran de quién más les miente, lo curioso es que en sus planteamientos está que son irrealizables. Partidos, instituciones educativas, sociedad civil organizada, muy poco impulsan la información, discusión, la revisión de temas esenciales para el colectivo: política, economía, ciencias exactas, sociología…, no impulsan la interpretación de los hechos.
Oradores hipócritas de toda la geometría política acusan la pobreza que padecemos como argumento de poder, es la maniobra emocional de la ignorancia. Revelan serias confusiones entre pobreza y desigualdad. La pobreza no es consecuencia de la desigualdad, entonces siendo menos desiguales seríamos menos pobres, es falso. La pobreza lesiona el crecimiento económico, la desigualdad no. Piensan que la pobreza es anemia de bienes materiales. Los mediocres son hablantines y cínicos.
Weber y Foucault, sostienen que el poder del Estado descansa en el conocimiento. “La verdad ha de entenderse como un sistema de procedimientos ordenados para la producción, regulación, distribución, circulación y operación de declaraciones […] La verdad establece una relación circular con los sistemas de poder que la producen y sostienen, en aras de servir a los propósitos del poder que la induce y la amplía…”.
Al Estado le dará pena darse cuenta que es manejado por ignorantes y no por el pueblo. Es más fácil rendir cuentas a un público ignorante que a una sociedad crítica, libre, autónoma, que no se engaña con “el canto de las sirenas”.
Manipular la ignorancia crea poder, sin duda. Es un duende incorpóreo, cancela el perfeccionamiento del ser humano. La ignorancia tiene sus actuaciones públicas protagónicas pero actúa sin ser percibida. La ignorancia, la oscuridad, es causa de tropiezo, de este brota conflicto, discordia, error, falsedad, mal, confusión… El mal es resultado de desequilibrios, el conflicto es inevitable; la ignorancia impide acuerdos colectivos, solo acepta el acuerdo de “uno”. La ignorancia es inconexión, desunión, en cambio el conocimiento es unión; conocer es amar. Un ser ignorante no puede ser libre. La primera muralla que rodea nuestra prisión psicológica impidiéndonos salir al mundo de la consciencia es la ignorancia. El conocimiento actúa por efecto, la ignorancia por defecto, ambos producen resultados, el primero deseable, la segunda indeseable.
El umbral del santuario de la Sabiduría es el RE-CONOCIMIENTO de nuestra propia Ignorancia, milenaria lección del gran Talmud.