El malestar en el país y la falta de respuestas (efectivas)

En los últimos meses, hemos observado cómo se ha ido configurando en el país una imagen de descontento y malestar; es un proceso socio político que parece estar trabajando para ordenar y hacer confluir varias líneas de acción hacia esa imagen de malestar. Es importante decir que la confluencia observada en la imagen, no está significando la existencia de ningún ‘complot’, que esté siendo organizado por un determinado grupo, y, menos todavía, para perjudicar a algún otro –así sea el actual grupo gobernante-.

El ordenamiento de las líneas de acción y su confluencia en la imagen del malestar, son efecto de las nuevas condiciones políticas que está viviendo el país. No obstante las imágenes negativas que hoy prevalecen de las pasadas administraciones federales panistas, es evidente que el país inició un cambio como despertar de conciencia ciudadana (atinada expresión utilizada por el líder de Morena, Andrés Manuel López Obrador, en sus promocionales).

El proceso de ordenamiento y confluencia de acciones de muchos sectores del país –que aunque entre sí muestren diferencias y desacuerdos, coinciden en la posición de malestar y descontento-, es impulsado por varios factores, de los cuales podemos señalar dos: el primero es la creencia del actual grupo gobernante priista, apoyado por el PVEM, de que su regreso a la presidencia de la república significaría la vuelta, tal cual, a los esquemas de gobierno de sus tiempos hegemónicos, en que todo se podía y eran intocables, porque nadie tendría la osadía de hacer un reclamo o una acusación.

Aunado al factor anterior, encontramos el segundo: la falta de respuestas efectivas a las demandas y problemas que está viviendo el país. Este es un factor que se combina con el anterior, ya que la simulación era la constante en aquellos gobiernos, representada en el dicho común del ‘atole con el dedo’. El control casi absoluto que tenían de los sectores políticos subordinados, a través de premios y prebendas, les permitía lograr las cosas como las deseaban y les beneficiaba.

Los tiempos actuales, ciertamente, ya no son sus tiempos; los efectos de la falta de respuestas efectivas a los problemas del país, escapan al control del grupo priista gobernante. La falta de respuestas está propiciando tanto la cada vez mayor claridad del problema del entrampamiento e ineficiencia del grupo gobernante, como el crecimiento de la virulencia de las protestas y movilizaciones sociales.

¿En qué circunstancias podemos identificar la falta de respuestas? Entre las más reveladoras, se encuentran las siguientes, que aunque en ocasiones rebasa el estricto ámbito del ejecutivo, termina por tener relación con él: la sentida falta de esclarecimiento de la desaparición de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa y la declaración de ‘verdad histórica’ por parte de la PGR; la ingobernabilidad manifiesta de varios gobiernos de entidades de la república; la conducción del Consejo General del INE, al que acusan de proteger al PRI y al PVEM; la exoneración resuelta por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación a favor de Enrique Peña y su partido, por el asunto Monex; la interpretación del Secretario de la Defensa Nacional, que cree que se quiere desprestigiar al Ejército Mexicano; los señalamientos del Auditor Superior de la Federación, acusando que se siguen dando en los gastos públicos los mismos problemas de oscuridad en la posible desviación de recursos; el tratamiento de la corrupción, los conflictos de interés y la impunidad, etcétera. En Aguascalientes, el Gobernador del Estado continua sin dar respuesta de audiencia a los familiares de personas desaparecidas (dando a entender, o que no es su tema, o que no es digno de su cargo la atención a estos ciudadanos).

¿Por qué decir que las respuestas a los muchos problemas no son efectivas? La principal señal es que muchos de esos problemas no se resuelven, y algunos se incrementan. Otras señales son cuando el gobernante o la autoridad, no abordan los asuntos en sus núcleos de solución y tratan de desviar la atención hacia otros campos. En este contexto observamos las respuestas del Secretario de Educación a los maestros disidentes de Oaxaca, Guerrero y Michoacán, los recortes presupuestales a Pemex –cuyo efecto está siendo el declive de la producción de petróleo y de gasolinas, y el aumento de su importación-, la insistencia del Comisionado Nacional de Seguridad de que el Maestro Jubilado de la Ceteg de Guerrero no murió por causa del desalojo que hizo la Policía Federal sino ‘de un evento distinto’, o cuando Consejeros del INE y legisladores priistas responden a los siete partidos que se levantaron de la mesa, que sólo buscan propaganda, o porque en las encuestas para la elección de junio van por abajo del PRI, etcétera.

Una conclusión del proceso socio político que lleva a la imagen de malestar y descontento, está siendo la crisis de confianza en el Gobierno de la República y en las instituciones políticas. La delicada circunstancia que vive el país está siendo señalada por varios actores, como son la Comisión Nacional de Derechos Humanos, el mismo TEPJF, la Auditoría Superior de la Federación, los Eurodiputados que visitaron el país recientemente, las expresiones del cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu al recibir el Premio del Oscar, etcétera.

La expresión más llamativa de la crisis de confianza la dio el Secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray, en entrevista con el diario británico Financial Times, cuando le dice que sin una buena imagen las autoridades no podrán detonar el crecimiento económico: “Podemos hacer 10 reformas energéticas pero si no añadimos confianza, no alcanzaremos el potencial completo de la economía mexicana…” (ADN Político, en la red).

Es claro, por lo tanto, que el grupo político gobernante debe dar respuestas que resuelvan los graves problemas que vive el país; las movilizaciones sociales no son sin motivos ni razones, incluidas las tradicionales de los maestros. El fondo sigue siendo el mismo, para cualquier gobierno: atender y responder.

De política una opinión: Abelardo Reyes