El difícil nuevo tiempo de la política y el gobierno en México

Parece ser que, en nuestro país, México, la política y el gobierno se acercan, cada vez más, a una difícil disyuntiva: continuar y sobrellevar a un presidente de la república sin liderazgo y con un derrotero de decepción, o, solicitar a Enrique Peña que deje su cargo, para permitir la superación del entrampamiento que muestra el país en este momento.

Una de las voces que ha planteado la circunstancia actual es el periodista Rafael Loret de Mola, quien, a través de las redes sociales, le dice al presidente Peña, como respuesta al mensaje central del 4º. Informe de Gobierno de que “Las buenas noticias casi no se cuentan, pero cuentan mucho”, que su salida de la presidencia de la república sería una gran noticia para el país.

Es un escenario difícil que presenta el nuevo tiempo de la política y el gobierno en México: no contamos con la capacidad política para manejar una circunstancia como ésta, en que los problemas de decisiones equivocadas y de errores y omisiones observados en la conducción de la administración pública federal, han llevado a la más baja estimación de un presidente de la república de los tiempos recientes. La posibilidad jurídica de la separación del cargo está planteada en la Constitución Política, en el Artículo 86, que determina que “El cargo de Presidente de la República sólo es renunciable por causa grave, que calificará el Congreso de la Unión, ante el que se presentará la renuncia”.

Nuestra historia como república ha tenido, en este contexto, dos grandes etapas: la del inicio del México independiente, en la que se cambiaba de presidente con frecuencia, debido a una gran inestabilidad política, y la de finales del Siglo XIX, Siglo XX, y hasta nuestros días, en que, salvo el tiempo de la revolución mexicana y años posteriores, la estabilidad política permitió a los presidentes terminar sus periodos, sin problemas. Es decir, que, a menor desarrollo político, mayor posibilidad se tuvo de cambio de presidente de la república, y a mayor desarrollo político, menor posibilidad.

Tal contexto histórico-político se convierte en una fuerte dificultad para resolver la disyuntiva que hoy vivimos. Ante la falta de capacidad política para procesar un evento de esta naturaleza, se requeriría considerar varios puntos que llevarían a una conclusión inédita en los tiempos modernos: uno sería la necesaria condición sociopolítica de separar los sucesos políticos y de gobierno, de la vida cotidiana de la sociedad civil. Significa que, la tal crisis política que surgiera entre los partidos políticos en los poderes de gobierno para dictaminar el asunto, no se transmita al funcionamiento habitual de la administración pública y de las actividades de los diferentes sectores de la vida de la sociedad (que no se impidiera ni se interrumpiera el acontecer de la vida del país).

Otro punto se centraría directamente en la persona del presidente de la república, el cual se desdobla en dos aspectos: el primero sería, si Enrique Peña toma la decisión de separarse del cargo y de presentar su renuncia al Congreso de la Unión; sin este documento y en el marco de la Constitución, el Congreso -y los ciudadanos inconformes- nada pueden hacer. El segundo aspecto sería si el Congreso considera grave la causa presentada para la renuncia, para, entonces, aceptarla y nombrar al sustituto.

El siguiente punto a considerar en esta reflexión, sería el de cómo se considera a sí mismo Enrique Peña como presidente. La respuesta a este punto la encontramos en la presentación de su 4º.

Informe de Gobierno: el mundo feliz. En el diálogo sostenido con 300 jóvenes, la última pregunta, ya fuera del tiempo previsto y sólo porque el joven se puso de pie para solicitar el uso de la voz, planteó el contraste entre las palabras del presidente Peña y la realidad de país que estamos viviendo, cuestionando, entre varios asuntos, la falta de resultados de gobierno, la credibilidad y la popularidad de la administración, el combate a la corrupción y los conflictos de interés. El joven solicitó una respuesta “no coreografiada”; sin embargo, Peña sólo atinó a referirlo a la presentación audiovisual que hizo al inicio del evento, arguyendo que ahí están los resultados de gobierno, que no todos quieren ver.

Entramos a un último tópico: en el contexto de la presentación del 4º. Informe, junto con la trayectoria de errores políticos de gobierno, repetidos y ampliados, aparece un punto de referencia que ayuda a comprender lo delicado del momento para poder determinar si es grave o no la causa de la renuncia al cargo. Es el llamado Principio de Peter.

En la observación de los comportamientos profesionales, incluidos los de gobierno, Laurence J.

Peter y Raymond Hull llegaron a la conclusión de que “En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia” (En la red, El principio de Peter, p 20,): “Vemos políticos indecisos que se las dan de resueltos estadistas… Es ilimitado el número de funcionarios públicos que son indolentes e insolentes; de jefes militares cuya enardecida retórica queda desmentida por su apocado comportamiento, y de gobernadores cuyo innato servilismo les impide gobernar realmente…” (p. 16).

“Todos cuantos participan en el comercio, la industria, el sindicalismo, la política, el Gobierno, las Fuerzas Armadas, la religión y la educación se hallan inmersos en ellas (las jerarquías). Todos se encuentran regidos por el Principio de Peter… Para cada individuo… el ascenso final lo es desde un nivel de competencia a un nivel de incompetencia”. “El Corolario de Peter dice: Con el tiempo, todo puesto tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente para desempeñar sus obligaciones… El trabajo es realizado por aquellos empleados que no han alcanzado todavía su nivel de incompetencia” (p. 21-22).

Estamos, pues, en un momento decisivo para México, en el que deberemos tener madurez y paz para tomar una buena decisión.