De Política una Opinión/La recaptura de El Chapo y las casualidades (exitosas) del Gobierno

El pasado viernes 8 de enero fue recapturado Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, en la ciudad de Los Mochis, Sinaloa; su vuelta a prisión se constituye, en sí misma, en un logro del Gobierno de la República. A su vez, es un hecho que nos permite observar, nuevamente, la forma como la sociedad mexicana está siendo gobernada, y cómo los gobernantes están utilizando el poder político que detentan en el gobierno.

¿Por qué insistir tanto en la ‘forma’ como hacen el gobierno los gobernantes? Una respuesta, sencilla, es porque de esa ‘forma’ como hacen el gobierno depende, precisamente, si se resuelven o no los problemas de la sociedad, si se atienden o no sus necesidades, si sus recursos se aplican ‘como lo dicen’ o no es así, etcétera. Recordemos que una característica común en nuestra sociedad es decir que padecemos problemas consuetudinarios, que siguen igual que hace años, sin superarse, y, lo que ya es delicado, que, prácticamente, aceptamos que sigan igual -aunque digamos que ya estamos un poco mejor que antes-.

En el hecho de la recaptura de Guzmán Loera encontramos dos escenarios: uno, el mostrado por el Presidente Enrique Peña y los responsables de la seguridad nacional, y, el segundo, el que -con dificultad- conocemos como la realidad de lo sucedido. El primer escenario se vuelve dominante y hegemónico -diría, al estilo del Sistema PRI de Gobierno (aprendido por algunos gobiernos de otros partidos políticos)-, en que todo lo que hacen, lo hacen muy bien, sin errores, y, cuando suceden errores (que no se pudieron ocultar), se justifican abundantemente o se hacen propósitos serios de que no volverán a suceder (aunque en la realidad los sigamos observando).

¿Cómo podemos percibir que existe este primer escenario de eficiencia y éxito del Gobierno de la República? Exactamente, cuando nos acercamos un poco a la realidad, y observamos lo que sí sucedió y cómo fue; es entonces, cuando podemos darnos cuenta de la diferencia entre una formalidad exitosa impuesta como imagen de gobierno en la opinión pública (que no resuelve de fondo los problemas, ya que éstos siguen sucediendo), y lo que los hechos de la realidad nos están diciendo, que no coinciden del todo con el primer escenario.

Algunos elementos del primer escenario, el gubernamental, son los siguientes: a las 12:19 horas del 8 de enero el Presidente Peña afirma en Twitter “Misión cumplida: lo tenemos. Quiero informar a los mexicanos que Joaquín Guzmán Loera ha sido detenido”. Posteriormente se da la construcción del escenario de triunfo y ficción por los miembros del Gabinete de Seguridad Nacional: al conocer la noticia, embajadores junto con el Secretario de Gobernación, entonan el Himno Nacional, la recaptura fue resultado de más de seis meses de trabajos de alta inteligencia, de coordinación entre las dependencias de seguridad, se confirma la fortaleza de las instituciones, la gobernabilidad del país está garantizada, no existe delincuente que esté fuera del alcance del Estado mexicano, siempre supieron dónde se encontraba el delincuente, hasta previeron que se podría escapar por los drenajes, etcétera (información La Jornada, días siguientes).

Ahora veamos elementos del escenario de la realidad: el pasado viernes 8 de enero, a primera hora -todavía alcanza a ser emitido en los noticieros matutinos-, la Secretaría de Marina informa que en la madrugada se dio un operativo en un domicilio de Los Mochis, Sinaloa, a donde acudieron los marinos para atender una denuncia ciudadana; fueron recibidos por disparos de presuntos integrantes de la delincuencia organizada; (durante el operativo) “se tuvo conocimiento de que en citado lugar se encontraba Orso Iván Gastelum Cruz, presunto jefe de la zona norte de Sinaloa de una organización delictiva que opera en el área, mismo que logró darse a la fuga” (Comunicado de Prensa 005/16). Posteriormente, después de dos horas (LJ, 10 enero), policías federales detienen a un vehículo que circulaba a exceso de velocidad, y al revisar a sus ocupantes se dan cuenta de que uno de ellos es Joaquín Guzmán; informan a su superioridad y lo trasladan a un hotel para su resguardo (los policías no aceptaron los sobornos ofrecidos).

Es decir, ¿en qué momento supieron que se trataba de El Chapo? Hasta que los policías federales detuvieron al vehículo por motivo de que circulaba a exceso de velocidad. De otra forma y sin denuncia ciudadana, no hubieran conocido que estaba el delincuente y, de nueva cuenta, se habría escapado, lo que muestra las casualidades exitosas del Gobierno de la República.

Esta es la diferencia entre los dos escenarios. Que estaban buscando a El Chapo, nadie lo duda; que marinos, soldados y policías arriesgan sus vidas, nadie lo duda. Sin embargo, unos están en la batalla de la realidad, mientras que el presidente y su gabinete están en la ficción de gobierno y en el fracaso de sus estrategias.

Todavía más: en los primeros días, el Gobierno afirmó que la relación con los actores cinematográficos los condujo a la detención del delincuente (no obstante que el encuentro se dio en octubre pasado, y en estos días no se encontraban en territorio mexicano); días después cambian su opinión para decir que ellos sólo fueron uno de los elementos que ayudó (aunque ahora quieren centrar la atención en el proyecto de los artistas, para lo que van a ‘iniciar investigaciones’ acerca de si cayeron en encubrimiento).

Finalmente, ¿por qué hablar de fracaso de estrategias? Un elemento más: mientras hablan de la fortaleza de las instituciones, la PGR inicia el proceso de extradición –evidentemente por el señalamiento ciudadano de que se les puede volver a escapar-.

¿Qué hacer, pues, con los dos escenarios? Tener claro que la realidad debe guiar y alimentar cualquier interpretación y explicación. Lo que se aparta de la realidad, y la ‘reacomoda’ a las necesidades político partidistas del gobernante, echa a perder todo, incluidas las soluciones. La clave, por lo tanto, la encontramos, inicialmente, en la ética político-personal.

Por: Abelardo Reyes Sahagún