De Política una Opinión: La democracia para el 2016, estorbo o ayuda para los partidos políticos
Hoy la sociedad mexicana vive problemas que no han podido ser superados por los gobiernos, no obstante los ofrecimientos hechos a los electores durante las campañas electorales. Un primer efecto, al que se ha recurrido con frecuencia, ha sido señalar la inefectividad de la democracia, al grado de poner en entredicho su utilidad.
No obstante el despertar de la conciencia política ciudadana, como lo constatamos en las pasadas elecciones del 7 de junio con los candidatos independientes, parece imponerse cada vez más la dicotomía entre el pensamiento político y la realidad de la vida de la sociedad. La dicotomía se configura en la cada vez mayor diferencia que vamos encontrando entre lo que escuchamos que es el gobierno y las leyes (todo va bien), y la forma como están sucediendo los hechos. Los ejemplos, desafortunadamente, están a la vista con problemas como la violencia de la delincuencia organizada, el respeto a los derechos humanos, la educación, la transparencia y el combate a la corrupción, el crecimiento económico, el llamado progreso energético con el abasto de gasolinas, etcétera, en que los gobernantes informan que ya estamos mejor y que ‘éstos sí son resultados’, y los hechos que viven cotidianamente muchos ciudadanos. Basta acercarse casi a cualquier persona y escuchar cómo es su vida, las dificultades y los problemas por los que pasa, para darnos cuenta de la dicotomía de los dos mundos que vivimos, uno de los gobernantes, y el otro de esos muchos ciudadanos.
¿Qué relación se da entre los resultados de gobierno que vivimos en la sociedad, y la democracia en los partidos políticos? Una primera consideración es que nuestros gobernantes han tenido sus primeras vivencias y experiencias de democracia, precisamente, en los partidos políticos. Es en estas instituciones donde han conocido y aprendido los aciertos y los defectos de la práctica democrática, de tal forma, que se configuraron una idea de ella, que es la que en el ejercicio de gobernar la sociedad aplican.
La democracia ha sido el motivo, la bandera, o la justificación, por ejemplo, para formar nuevos partidos políticos, para aspirar a candidaturas y ganar los puestos de gobierno, para proponer alternativas y soluciones a los problemas de la sociedad, etcétera. De esta manera, la práctica de la democracia en los partidos políticos, según podemos observar –por lo general-, tiene un desdoblamiento importante: la demandan y buscan su aplicación los militantes que están fuera del ‘círculo de poder’ para acceder a él, y, los militantes que ya están en ese ‘círculo de poder’ la hacen a un lado cada vez que pueden, para que prevalezcan sus intereses y decisiones. De esta forma, la democracia es el ‘método oficial’ de convivencia y organización de la mayoría de los partidos políticos, mas, sin embargo, en la realidad, lo que prevalece es la forma autoritaria de dirigir al partido.
¿Cuáles son las consecuencias? Una de ellas es la consolidación mental del uso de ‘esta idea’ de democracia: se usa para ‘vestir’ decisiones unipersonales. Significa que, sin mayores problemas, el militante aprende a darle un uso autoritario al poder político, y también aprende a someterse a éste cuando ‘no le toca’ estar en el círculo de poder; esta mentalidad la llevan al gobierno cuando ganan una elección.
Ahora, ¿cómo podemos detectar estas características en los partidos? Recordemos, brevemente, algunos elementos de la democracia como método de convivencia y organización: todas las personas participan, los intereses y objetivos que se atienden son los del grupo completo, las decisiones se toman por mayoría de votos, y la información de la vida del grupo-comunidad es pública y está a la vista de todos (son elementos que se viven también en la familia, en la escuela, en el trabajo y la empresa [las grandes empresas dan a conocer sus resultados financieros y decisiones de consejo de administración]).
Las ocasiones que mejor muestran estas características en los partidos políticos son, justamente, los tiempos electorales; el criterio que ayuda a conocer es el de la inclusión-exclusión. Aguascalientes tendrá el próximo año de 2016 elecciones de gobernador, 11 presidentes municipales con sus cabildos, y 27 diputados al congreso del estado.
Para la gubernatura participan, de acuerdo al contexto actual de fuerzas, dos partidos políticos, PAN y PRI (con la interesante Numeralia presentada por Mario Granados en este diario, el miércoles pasado, se observa que si el PAN va solo y el PRI acompañado, el primero perderá la elección y el segundo la ganará); para las presidencias municipales, considerando como están ahora, a los dos partidos mencionados se agregan el PT y PNA; y en las diputaciones locales también participan el PRD, PVEM, y MC.
La perspectiva para la democracia en los partidos políticos está orientada, por lo tanto y desde ya, al proceso que escojan para determinar las candidaturas: si será el procedimiento de elección, o de selección, o de designación (‘dedazo’) de los candidatos que presentarán en las elecciones. Es aquí donde podremos observar si la democracia en los partidos políticos es un estorbo o una ayuda.
El despertar de la conciencia política ciudadana, que también puede incluir a militantes partidistas y aspirantes a alguna candidatura, lleva a la libre manifestación: algunos militantes expresan, con claridad y seriedad, que buscan una determinada candidatura (los primeros que conocemos son los que pretenden la candidatura a gobernador del estado y a presidente municipal de Aguascalientes).
Aparejada a esta manifestación, encontramos diversas respuestas de los dirigentes partidistas: algunos dirán que todavía ‘no son los tiempos del partido’, o ‘no son los tiempos electorales que marca la ley’; algún otro dirá que ‘todos los aspirantes son bienvenidos’ y ‘todos cuentan’.
El punto clave para la práctica de la democracia es: si el partido se convierte en el espacio para la construcción y formación de candidaturas con la libre competencia, o, si el partido se cierra, porque ya decidió candidaturas.
Por: Abelardo Reyes Sahagún