Crear nuevos paradigmas / Ruelas
Platón nos llevó a la idea de paradigma, creyó que la palabra “venía a determinar las ideas o los tipos de ejemplo de una cosa en cuestión”. Por su parte, Thomas Kuhn, renovó la definición teórica del término, le otorgó una acepción más acorde a la modernidad: “describe con él a la serie de prácticas que trazan los lineamientos de una disciplina científica a lo largo de un cierto lapso temporal”. De esta manera un paradigma científico establece aquello que debe ser observado; los cuestionamientos deben estar atentos para obtener refutaciones en torno a la intención que se persigue, las estructura que deben poseer dichos interrogantes; una importante consideración es, sin duda, la ruta para la interpretación para los resultados obtenidos en la investigación científica. En ese sentido el paradigma contiene en su arquitectura una matriz disciplinaria que implica un conjunto de creencias, valores, metodologías, teorías…, que se generan y comparten en una sociedad, en el caso de la convivencia social deberá ser de manera abierta y de contexto.
Hoy las personas tienen resistencia a la contingencia e intempestivos impactos mediáticos; se ha perdido el análisis de los hechos para lograr las mejores decisiones. México inicia muy temprano desde el corazón de Tenochtitlán se trazan acciones colectivas como exigencia de movimiento y no de Estado, debemos recuperar el conocimiento de la diferencia cualitativa entre gobernar y liderar un movimiento; se han hipotecado programas sociales en el discurso de un estado de ánimo. Mucho se dice que los políticos han perdido la confianza del colectivo, es cierto, pero lo más grave es que se les dice que cambien su criterio social y ético, no lo hacen. Se acuña otro paradigma, el que producen los medios de comunicación, en la que el primer extravío es la confusión: creer que la información es epistemología, lo que ha generado una suerte de odio a la ciencia, al estudio, a la investigación…
Cuando se proponen cambios, esta propuesta deberá modificar las estructuras jurídicas, la cultura jurídica. Lo que implica que las transformaciones sociales demandan una corresponsabilidad política, ética, jurídica…, para resistir los cambios formulados. Nuestro sistema jurídico exige la comprensión paradigmática del derecho. No es posible en un Estado democrático de derecho que las transformaciones sean decretos discursivos que evaden el espacio del legislador, sin ley los cambios solo llegan a ocurrencias. Las transformaciones devienen del buen desarrollo de la normativa del Estado de derecho. En otras palabras, lo que cuenta es el carácter político.
Las transformaciones demandan un conocimiento de la realidad social, en la que cabe todo, todas y todos, cosas y personas, instituciones y capacidades…, para entender, procesar, comprender, interpretar, saber cómo quienes integramos el pueblo, atraemos, resolvemos, nos comunicamos con la realidad. Desarrollar estas capacidades son esenciales en los cambios en consecuencia en la disruptiva acción de construir paradigmas sociales. La educación y la cultura, la ciencia y la técnica, la filosofía y el derecho son avenidas que nos ayudan a estudiar el proceso de conocimiento de la realidad, constituyen influencias de la pluralidad, misma que condiciona y hace que miremos la realidad de una manera y otra, en ese sentido podemos considerar que la construcción de paradigmas sociales es progresiva, demanda sentido común y mucha cultura. No olvidemos nuestra realidad cognitiva, vivimos un continuo proceso de aprendizaje que da contenido a los paradigmas sociales. Leer la realidad social sin prejuicios, sin fanatismo, con el sentido ético de la política permite leer la realidad y sus relaciones con los vectores que la componen de manera adecuada.
Sin duda, vivimos una sociedad que no ha sabido y podido atener la virtud de la confianza, sobre todo en el ámbito político, pues sus actores establecen la verdad en términos de paradigma social, lo que genera más tensiones en torno a nuestra relación con la verdad. Es cierto que nos encontramos en medio de un cambio de época que altera los valores, las virtudes, el pensamiento, el lenguaje…, que alteran los significados de la sociedad que vivimos. Es el efecto de la posverdad, de su maligna intención de solo darle cabida a una voz y “su verdad”, una verdad del suyo posesiva que maneja y nos impacta. Es fundamental que la posverdad tenga su lugar de “menos cero”, reflexionar su concepto y repercusiones.
El Derecho Reflexivo es una avenida de la salvación de los paradigmas benéficos y éticos que necesitan nuestras sociedades. Recordemos las lecciones de Habermas, tres paradigmas esenciales: El positivista, que enfatiza el desarrollo empírico-causal del conocimiento (es decir el interés técnico); El interpretativo, que pone énfasis en un conocimiento que desarrolla significado y en su aplicación práctica (es decir, el interés practico); El crítico, que asume la reflexión constructora como eje en el desarrollo del conocimiento (es decir, el interés emancipador). ¡Demandemos coherencia!