Bara bara, lleve su paso al desnivel por unos árboles / Vale al Paraíso
La construcción del paso a desnivel de la avenida Universidad y Colosio está demostrando que al gobierno de Aguascalientes le encanta recorrer los infiernos de la opacidad, el riesgoso sigilo, la peligrosa penumbra y el nada
rentable apagón de las luminarias ciudadanas.
El 25 de diciembre, lunes, en pleno día inhábil, mientras la ciudad dormitaba, los niños abrían los regalos dejados por el Niño Dios al pie del árbol de Navidad y los padres padecían la resaca etílica y gastronómica, el malogrado
Manuel Appendini Carrera, jefe de prensa del gobierno estatal, envió a los informativos el perfumado boletín 534 para enterar a la comunidad que supuestamente “condóminos y autoridades estatales van juntos (?) en paso a desnivel de avenida Universidad y Colosio”; no anticipó, mañosamente, la masacre ecológica que ocurriría un mes después, pero si destacó que “contribuirá a la estética de la zona” (?).
En mi texto No, al paso a desnivel de Universidad y Colosio, publicado aquí el martes 28 de noviembre del año pasado, destaqué la discreción con que la administración estaba fraguando este proyecto, al enterarse la ciudadanía por una declaración del presidente local de la Cámara de la Industria de la Construcción, el martes 18 de octubre; además, subrayé que el gobierno cercano a la gente estaba tan lejano como la Luna, al no convocar a asambleas informativas o deliberativas para abordar la propuesta con los colonos.
En lo oscurito, cuando la ex Zona Dorada dormía plácidamente la noche del martes 23 de este mes, el gobierno estatal mandó a unos delincuentes a la avenida Universidad a asesinar a los árboles maduros que nos dieron vida,
oxigeno y medio ambiente de calidad.
La sangrienta tala de casi 200 ejemplares estaba hecha. El ecocidio consumado. La zona devastada. El sentimiento social destilaba coraje. Los impotentes vecinos mentaban madres. La comunidad universitaria protestaba.
Los ambientalistas recriminaban. Los usuarios de las bicicletas alzaban la voz, pedaleaban su justa indignación. Y yo estuve al punto del infarto.
Con el masivo asesinato desaparecieron varias décadas de mi vida. En 1964 mis queridos padres, con el fruto de su honrado trabajo en Papelería Granados, compraron en Vergeles un terreno de buenas dimensiones —a ocho pesos el metro cuadrado—, para construir un amplio jacalito, jardín y chapoteadero, que se convirtió en la “casa de campo”, muy disfrutada los fines de semana, temporada navideña y las vacaciones de verano.
Ya más crecidito, en ocasiones, algunos amigos y yo nos trasladabamos en bicicleta al Club Campestre. Salíamos del centro y recorríamos el camino de terracería de lo que es hoy la avenida Universidad. La lluvia nos jugaba algunas malas pasadas al tapar los hoyos, pero eso era lo de menos en felices años.
A mí nadie me cuenta las muelas. Soy testigo de la construcción y depredación que han tenido la avenida Universidad y Colosio, este último, el único acceso asfaltado en los años sesenta para llegar a Vergeles y al Campestre con su club. Vi plantar los arbolitos, su desarrollo y crecimiento, hasta que les dieron en la madre por la falta de visión del gobierno para entregarle al contribuyente una congruente, puntual y rigurosa política pública de movilidad citadina.
Ante la justificada rebelión, el gobierno y su partido trataron de enlodar los gritos, las reclamaciones y los sombrerazos, con el desgastado argumento —muy utilizado hasta por los raterillos (de poca monta) al momento de su detención—, de que se estaba “politizando” el tema.
El PAN sacó de su nopalera a Ernesto Jiménez Colombo. Le entrego el mandil para torear. Lo aventó al ruedo, como si fuera vulgar espontáneo, para afirmar dolosa y falsamente que “Enrique Rodríguez Valera (El Chamuco) y “un
pariente de Otto Granados”, “priistas” (?) ambos, estaban atrás de la “compaña contra el gobierno”.
Espero no espinarme al echarle una manita al buen Neto Colombo:
Es ampliamente conocida la consistencia ideológica del maestro Rodríguez Varela. Forma parte de la izquierda idílica, por cierto, especie en extinción, Sus sólidas aportaciones a la academia universitaria, al periodismo, a la
investigación, al acervo bibliográfico, a la cultura y al progreso Aguascalientes, reciben el sincero reconocimiento de propios y extraños.
Destaca por su fina ironía. Acrisolada mordacidad. Y punzante sarcasmo, como se demuestra al final de esta colaboración con un mensaje escrito en su muro social.
Nadie como El Chamuco para debatir con argumentos, solidez y puntualidad.
No milita en el PRI. Quizá fue de los fundadores del PUA (Partido Unido del Averno), pero no me interesa corroborarlo porque le rehúyo al fuego y a las ardientes llamas.
Del “pariente” aporto brevemente. Se llama Fernando Granados Franco. Es hijo del exgobernador y primo hermano de Enrique Franco Medina, diputado local suplente del distrito 6 por el PAN y secretario particular del senador panista (y buen amigo), Jesús Santana García. Tiene escasos 29 años. Acumula la experiencia internacional de haber vivido en Singapur. Kenia. Chile (Santiago).
Estados Unidos (Washington y Boston). México (Aguascalientes, Monterrey y Ciudad de México).
Se tituló como arquitecto en el Tec de Monterrey y obtuvo el grado de maestro en Planificación Urbana por la Universidad de Harvard.
Ha laborado en el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos en Kenia, y la Organización de Estados Americanos en Washington, D.C. Actualmente forma parte de la iniciativa privada. Es consultor en planificación y desarrollo urbano, transporte y movilidad. Su despacho se ubica en el antiguo Distrito Federal. Acude con frecuencia a la ciudad de Aguascalientes.
Desde hace un año, cada semana (los jueves), publica en las páginas de opinión de La Jornada Aguascalientes, su “Agenda Urbana”, donde analiza los tópicos que dan origen al nombre de su columna.
Desde marzo de 2017 escribe con especial preocupación de la movilidad y los daños causados por ciertas obras públicas, como es el caso de avenida Universidad y Colosio; el jueves 25 de este mes se refirió a Pasos a desnivel, más incongruencias, sustentado artículo que vale la pena leer para ilustrarse.
Fernando Granados no milita en partido alguno, menos en el PRI. Tampoco es independiente. Menos forma parte de tribu política, banda grupera, coro del templo del Campestre, compañía de teatro, peña taurina o barra futbolera.
El gobernador Martín Orozco Sandoval se ahorraría una buena parte de sus problemas, si consultara a mujeres y hombres con bagaje profesional y probada experiencia, por lo menos nacional, en lugar de hacerles caso a los
aldeanos que integran su gabinete.
Porque alguien debe de escribirlo: Hasta la próxima.
marigra1954@gmail.com