Atlante, hasta pronto
De prietitos a güeritos. Del popular general José Manuel Nuñez al aristocrático Alejandro Burillo Azcárraga. De los camellos como canchas de entrenamiento a los confortables campos de prácticas. De los uniformes parchados a las costosas playeras. De los obreros textiles a los perfumados empresarios. De la sede permanente a los estadios transitorios. Del poblado Distrito Federal al paradisíaco Cancún. Del cielo al infierno. De la gloria, en 2007, al fracaso en 2014.
Atlante fue víctima de sus propios errores. Abandonó a su antigua, fiel y ahora escasa afición. Se convirtió en el nómada del futbol mexicano. El dueño del equipo olvidó el valor histórico de los azulgranas, hasta hacerlo descender en la tabla general durante los seis últimos torneos. La tradición paso a segundo término y el equipo se fue a la segunda división, donde se reencontrará con el Necaxa para revivir en la cancha otro clásico de antaño.
Burillo Azcárraga estaba más interesado en el Abierto de Tenis celebrado anualmente en Acapulco, que en prestarle atención al Atlante para inyectarle dinero, contratar grandes refuerzos, remodelar el estadio Andrés Quintana Roo y promocionar entre la afición regional al club que le entregó dos títulos obtenidos -uno de Liga y otro de Copa- en las cristalinas aguas caribeñas de los caballitos de mar.
El pleito legal y el arreglo extracancha es tan viejo como la falta de seriedad del futbol azteca. Los de pantalón largo privilegian el negocio por encima de la calidad del deporte. El dinero es tan redondo como el balón. En 2001 el Atlante descendió por tercera ocasión, pero una decisión de aumentar el número de equipos (a 20) en la Liga le permitió jugar una “promoción” contra el Veracruz, que eran los campeones de la primera división “A”, a los cuales vencieron evitando la pérdida de la categoría.
La última palabra todavía no está dicha. El Atlante tiene tres opciones para salvarse del infierno al abrirse espacios con franquicias en problemas legales o con la adquisición de alguna nueva: el pleito con el Atlas en el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), comprado “ilegalmente” por TV Azteca, afirman los Potros, que buscan la anulación de la operación mercantil; la desafiliación de los Gallos del Querétaro por los asuntos judiciales que carga el presunto defraudador de Pemex, Amado Yáñez; y la obtención del equipo que ascienda, por la módica suma de 25 millones de dólares, decisión esta última casi imposible, por el desinterés mostrado por Alejandro Burillo Azcárraga para invertirle al futbol mexicano.
Al respecto, el periodista Rafael Ocampo, director de La Afición, el suplemento deportivo de Milenio, en su texto “El absurdo ¿final del Atlante?” (14/04/2014), no cree que los propietarios del Atlante piensen ejecutar el plan que mantuvo a los Gallos Blancos del Querétaro en la Primera División pese a haber descendido.
No los veo con la fuerza, con la unidad ni con el deseo de hacer eso. Sí, eso que en ningún lado se puede, pero que en el futbol mexicano siempre encuentra resquicios legales para ejecutarse, burlando el espíritu de competencia flagrantemente.
Para mí el descenso anticipado de los Potros de Hierro, uno de los equipos de futbol de mayor tradición en el país, sólo me lleva a la reflexión antes expuesta en estas líneas: mantener el esquema de descenso y ascenso en una Liga como la mexicana es un reverendo absurdo.
La realidad económica de la mayoría de los propietarios de equipos de la Liga de Ascenso no da como para pensar en que puedan mantener plantillas de larga duración. No tienen los recursos ni la infraestructura para desarrollar proyectos que puedan aportarle algo esperanzador a sus aficionados y patrocinadores.
Lo mejor sería que se ubicaran de forma precisa a los empresarios fuertes en la Liga de Ascenso, que no deben ser más de cuatro, desaparecer a los que mantienen en Primera a sus equipos con adeudos e inestabilidad notoria y hacer una Liga fuerte, así resulte de 20 equipos como antaño.
El descenso de categoría en este contexto, me parece un castigo inmerecido y absurdo para Alejandro Burillo Azcárraga, Miguel Ángel Couchonal y José Antonio García, los hombres que han dado la cara en los últimos largos años por el Atlante y el atlantismo…
No sé qué tantas fuerzas tengan estos empresarios citados como para aguantar y luchar en el infierno de una división maltrecha y dispareja.
La muerte da la posibilidad de resucitar. Ojalá sea el caso del Atlante. Su historia merece eso y algo más.
Porque alguien tiene que escribirlo: Pelearse el Gobernador con el Presidente de la República, el Presidente Municipal con el Gobernador, el hijo con el padre y yo con mi cocinera, es el peor negocio en el planeta de los muy vivos, previenen los clásicos del pragmatismo; para darse de golpes están los partidos políticos, añaden los sabios del cuadrilátero.
El alcalde Toño Martín del Campo optó por el camino de la sensatez. Ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre, “esto no es una empresa”, se le escuchó decir al tasar el justo valor a la prestación de los servicios y obras públicas municipales en el perímetro ferial, a cambio de 25 millones 731 mil 944 pesos solicitados al acaudalado Patronato de la Feria 2014. Sólo el edil capitalino sabe lo que pesa la cruz.
Condolencias: Un abrazo solidario para la familia Pérez Talamantes.
Por: Mario Granados/Vale al Paraíso