Ángeles de alma blanca / Vale al Paraíso

Aparece la muerte. Vencerla es imposible. Combatirla es una esperanza transformada en disputa. Las fuerzas salen del alma. Se arropan en el corazón. La vida se aferra a la ilusión. Al cielo y sus colores. A la luna y sus formas. A los mares y sus tonalidades. A los verdosos campos. Al profesionalismo de esos ángeles de bata blanca, custodios de la salud ajena.

“Juro por Apolo, médico, por Esculapio, Higías y Panacea y por todos los dioses y diosas a quienes pongo por testigos del siguiente juramento, que me obligo a cumplir con todas mis fuerzas y voluntad…”, repiten los médicos que en alguna ocasión asumieron como suyo el mandato de Hipócrates.

El reciente miércoles 12, en Ciudad de México, Alfredo Quiñones-Hinojosa, recibió el Premio Woodrow Wilson de la institución que tiene su sede en Washington, DC. El neurocirujano nacido en Mexicali, Baja California, es el personaje central de una historia de ensueño, provocadora, inspiradora y motivacional.

En 1987, a la edad de 19 años, se internó ilegalmente a Estados Unidos, pero fue capturado por la policía fronteriza y deportado a su país, México. Después de un segundo intento logró el objetivo en calidad de indocumentado. Llegó a Fresno, California, para trabajar inicialmente de jornalero asalariado por 3.15 dólares la hora.

Cuatro años después ingresó a la Universidad de California en Berkeley. Antes estudió inglés en un colegio de la comunidad. Después, en 1994, entró a la escuela de medicina de Harvard. Se recibió con honores y le correspondió dirigir el mensaje en la ceremonia de graduación en 1999. Terminó su recorrido en las aulas con un posdoctorado en Biología de desarrollo de células madre, en la Universidad de California, San Francisco.

Alfredo Quiñones-Hinojosa lucha incansablemente contra el cáncer. Hasta 2016, se calcula, había realizado más de 2,500 cirugías y extirpado más de 2,000 tumores. "La gente no puede creer que saco tumores por la nariz, lo hago con camaritas muy pequeñas, como si fuera ciencia ficción" dice ufano pero humilde.

En mi paso por este planeta he conocido a doctores serios, asertivos, generosos y disciplinados; con notable vocación de servicio e interés sublime por el ser humano indefenso, temeroso de su porvenir en la incierta selva de la salud.

Tal es el caso Irene mi hermana, Jorge Luis Ibarra Vicens, Gerónimo Aguayo Leytte, Francisco Esparza Parada, Juan Carlos Ramírez Calvillo, Rosa María Castellví Pagés, Raymundo Alfonso Ballesteros Villalobos, Patricia Calderón González y Luis Felipe Palomino Topete, a quienes profeso gratitud y reconocimiento eterno.

También me he topado con charlatanes que hasta por un catarro me han querido operar y de ¡emergencia!, porque suponen que la Divina Trinidad cura y ellos cobran en exceso, como si la medicina le ganara el partido a la enfermedad y no a la muerte.

En este sentido, el entonces flamante director general del Hospital Hidalgo, Gerónimo Aguayo Leytte, reconoció la existencia de esos mercenarios con piel de oveja: “No se puede negar que existe un lado oscuro de la medicina, doctores que buscan lucrar con la salud del enfermo o abusar de la ignorancia de las personas.” (El Heraldo de Aguascalientes, 23/10/2007).

Para desalentar la comercialización de la profesión, las escuelas de medicina deben ser muy rigurosas en la selección de los aspirantes, empezando por evaluar los principios, la ética y los valores contemplados en el juramento de Hipócrates.

Porque alguien debe de escribirlo: El Código Electoral del Estado de Aguascalientes obliga a que la “mejor perdedora” en las elecciones para diputados locales tiene derecho a una curul en el Congreso del Estado; en esa calidad llega a la 64 legislatura Elsa Amabel Landín Olivares.

La militante del PRI era diputada por el distrito 12 en la 63 legislatura. Se presentó en las urnas este año para reelegirse, pero los electores la rechazaron feamente, le negaron esa posibilidad, la mandaron al tercer lugar de la contienda, porque “jamás se paró en el distrito”, cuentan las desilusionadas vecinas del oriente de la ciudad capital.

En 2016 obtuvo 6,629 votos. Dos años después, en 2018, pepenó 5,468 votos, apenas el 26.48% del total contabilizado, con una lista nominal más robusta, y fue arrollada por el candidato de Morena, quien recabó el 35.41% de sufragios; hasta el abanderado de la Coalición encabezada por el PAN la rebasó por la derecha.

Ojalá este pernicioso modelo de la democracia aguascalentense no se replique en el futbol mexicano, porque entonces veríamos al colero Atlas, el “mejor perdedor” del torneo, participando en la liguilla a jugarse a finales de años; o a los “mejores reprobados” de bachillerato cursando una carrera universitaria, para desgracia de la excelencia educativa superior.

Por: Mario Granados Roldán
marigra1954@gmail.com