El caudal de los ingresos / Analogías
Estimado lector: en esta ocasión quisiera compartirte una práctica que bien me hubiera servido conocerla hace unos 20 años atrás. Las cosas no serían las mismas de haber contado con la información detallada que estoy a punto de revelarte.
Desde que era un niño siempre escuché en casa que el estudio era la clave del éxito en la vida adulta. Era a través de este camino en que únicamente se podía lograr el mismo cielo alcanzar. La contrariedad de dicho consejo era que ni mi padre ni mi madre habían recibido un título universitario. Ambos se formaron hasta el equivalente a preparatoria, por eso me extrañaba escuchar la repetida recomendación. Mi mamá fue una administrativa del centro de salud local, sobresaliente en el manejo numérico, se absorbía cuadrando las cuentas de los gastos, nómina del personal médico, entre otros. Mi papá, por su parte, fue un inmigrante en el sureño estado de California, Estados Unidos, posteriormente se convertiría en comerciante. A pesar de los antecedentes anteriormente expuestos, ambos querían que sus descendientes cursaran una carrera universitaria, de ser posible fuera de la localidad en la que habitaron, Jalisco.
Con el paso del tiempo mis padres unieron esfuerzos como equipo, no solo criando una familia, sino al emprender varios negocios. Pasaron del comercio a la hotelería, los bienes raíces, incluso la elaboración de alimento balanceado. Ese largo acompañamiento perduró por más de 40 años. Tiempo suficiente para predicar desde la experiencia con el titular de este artículo.
En finanzas personales se menciona que existen dos tipos de fuentes de ingresos: el ingreso activo, todo esfuerzo personal que requiere de mi presencia, por ejemplo, un trabajo remunerado; en segundo término se habla del ingreso pasivo, toda fuente o flujo de efectivo que llega a mi sin la necesidad de mis esfuerzos, por ejemplo, alquiler de una vivienda, dividendos provenientes de inversiones, etc.
Aquí es donde viene lo importante, seamos claros, por más que queramos sacarle provecho al día, solo disponemos de 24 horas. En ese lapso de tiempo dormimos, nos ejercitamos, convivimos en familia, nos alimentamos, vemos amigos, realizamos actividades de ocio o esparcimiento, etc. Es muy difícil que podamos tener más de una o máximo dos fuentes de ingresos activas. Por tanto, estamos topados a dedicar más horas, más esfuerzo en buscar una promoción laboral y por ende adquirir más responsabilidades. Lo que merma la libertad de tiempo y posibilidad de hacer otras cosas como las aficiones o hobbies.
Por lo anterior, es normal que las personas que buscan la tan anhelada y pregonada Independencia Financiera (IF), se enfoquen en el segundo rubro, el de los ingresos pasivos, aquel que mediante la inversión en un activo genera flujos mes a mes sin nuestra presencia.
El ejercicio es como sigue: de los ahorros e inversiones provenientes de mi ingreso activo, genero un flujo para adquirir activos que me permitan tener caudales de efectivo pasivo. Así, con cada activo que sumo a mi patrimonio, es un constante goteo que va llenando el balde de la abundancia.
Dicho de otra forma, comienzo por tener un empleo, vivo por debajo de mis posibilidades, así puedo destinar un porcentaje al ahorro y la inversión mes a mes. A través de ese esfuerzo económico voy adquiriendo paso a paso: casas, terrenos, bonos, acciones, fondos de inversión, y demás instrumentos que me darán una proyección de ingresos a pesar de que yo esté de vacaciones, me encuentre en el cine o esté dormido plácidamente.
La receta es así de clara y hasta cierto punto simple. ¿Por qué no todo el mundo no la sigue entonces? La respuesta suele ser la misma: porque requiere de una serie de hábitos, de disciplina, de sacrificio, de determinación, de renunciar a lujos, comodidades, deudas sin sentido al consumo, de vivir para los demás, de aplazar la gratificación inmediata, en suma, de pensar fuera de la caja y contracorriente.
El caudal de los ingresos es ese río de la abundancia del que gozan unos pocos y desean muchos. Es donde descansan los frutos del esfuerzo, de la planificación, del presupuesto, de la frugalidad (vivir por debajo de tus medios). Es el lugar en donde no falta nada, donde hay sombra y frutos para ser disfrutados, legados y heredados por generaciones.
No se ocupa de grandes sumas de dinero, es necesario partir de un cambio de mentalidad, de resetear lo que creemos saber sobre las finanzas personales, es la humildad de abrirse a escuchar a quienes desde la experiencia ya lo están haciendo y con extraordinarios resultados.
La opinión de César Omar Ramírez de León: Empresario, Consultor en Finanzas Personales e Inversionista en el Mercado de Capitales.