Oradores y el proceso educativo / La Columna J

Estimado lector con el gusto de saludarle nuevamente, retomo el tema de la oratoria ahora desde la relación con personajes destacados y los procesos educativos, es importante entender que el hablar en público implica un proceso cognitivista y constructivista al mismo tiempo, comenzamos con el ejemplo de Pericles quien fue un orador griego quien correspondía a la democracia, se destacó en las edades de oro.

Como político apoyo al arte y la literatura, bajo estas premisas se le atribuye que Grecia fue el centro de la educación de aquellos tiempos. Teniendo como prioridad los procesos de aprendizajes constructivistas, lo cuales tenían como punto de partida la reflexión filosófica.

La sociedad en general lo reconocía como un personaje de la vida pública con un elevado conocimiento y con la capacidad para desarrollar habilidades de aprendizaje en la ciudadanía. En su discurso fúnebre, se logra apreciar de manera tácita una extensa proporción de valores educativos. En la reseña histórica se representa con una memoria erudita, le aducían y otorgaban esa capacidad por su ejercicio sustentado en la oratoria.

Incluso es considerado como un discurso fundacional, enclavados en los orígenes mismo de nuestra historia, evoca en todo momento a la conciencia ciudadana y constituye un modelo de reflexión política y educativa, enfocada en la voluntad optimista de la generación de posibilidades del hombre y su progreso. Es uno de los mayores referentes que existen en cuanto a cultura y civismo que nos haya legado la antigüedad, en el cual se resaltan toda clase de valores. Concatenado con los tiempos modernos, es evidente que las nuevas generaciones son ajenas a una identidad y a un compromiso social, más aún en México se puede presenciar un sistema educativo en el que cada vez existe mayor deserción y menos integración cívica e idealista. Demóstenes Un estadista, político y un orador de gran envergadura. Las reseñas de su época refieren que este orador tenía severos problemas de tartamudez, de tal modo que la práctica de la oratoria le ayudó a vencer esa deficiencia expresiva y le abono en la generación de las competencias argumentativas, era un obstáculo gigantesco para convertirse en una figura pública.

Jaeger mencionaba “Demóstenes, cuánto talento tuvo, recibido de la naturaleza y acrecentado con el ejercicio, todo lo empleó en la oratoria, llegando a exceder energía y vehemencia a todos los que compitieron con él en la tribuna y en el foro” (Jaeger. Demóstenes, pag. 13).

Su instrucción era correspondiente a su posición social, sin embargo, siempre mostró un interés particular en aprender más, la reseña de Jaerger, expresa que era un lector voraz. Llegó a ser uno de los jóvenes más instruidos y abocados al estudio de su tiempo, ante su área de oportunidad con el tartamudeo, se impuso un régimen estricto para superar las dificultades, en donde su rutina consistía en leer y hacer planteamientos lógicos por medio de la oratoria, tomo a la educación como su base principal para poder vencer los obstáculos en su comunicación.

Con el paso del tiempo, se convirtió en un orador elocuente, pero al mismo tiempo se posicionó como un escritor renombrado, es decir, su capacidad expresiva se trasladaba a la referencia escrita, se puede inferir que no es ninguna casualidad que desarrollará una capacidad de redacción. “Las muestras más antiguas que poseemos del nuevo estilo oratorio son simples declamaciones escolares, piezas de lucimiento deportivo, destinadas a exhibir los alcances en el arte de elaborar temas del mundo de los mitos” (Jaeger. Demóstenes, pag. 43).

Hoy en día se muestran deficiencias tanto en la redacción de los alumnos universitarios y del mismo modo en su modo de expresarse. He aquí un precedente de la oratoria como un sistema de aprendizaje. Estimado lector nos vemos la siguiente semana para abordar nuevamente a Demóstenes, atentos saludos.

In silentio mei verba, la palabra es poder.
La opinión de: Roberto Valdés Ahumada