Afirmación de lo público

El ejercicio de la política en términos higiénicos, desesperadamente, llama a todas y todos para renovarla; requiere un cambio que mantenga un rumbo adecuado a las necesidades del país en la era de comunicación. No es aceptable más el descrédito de las instituciones por vía de un discurso in-coherente e in-eficaz. Es cierto, las instituciones requieren un afinación de sus entramados legales, a esta generación les tocó vivir y padecer una nueva realidad construida en lo virtual, en pantallas, en la vertiginosidad. La voz lucida de la política demanda la recuperación de la vida compartida ciudadana. Violar el Estado de Derecho es empobrecer las instituciones, infectar la vida social.

Una ciudadanía comprometida con los valores que regulan a la sociedad es la escena de las personas, es la cartografía de la esencial transformación social, del rediseño de las estructuras del Estado. La ciudadanía es ejercicio que un cuerpo social debe hacer para recuperar su dignidad, la vida compartida es cruce de los rumbos de la sociedad, es la avenida más importante para crear el Estado del presente siglo. La sociedad tiene sus metas, su teleología, sus fines, mediante los que combina la participación de las personas, sin duda, el ejercicio de ciudadanía es manantial de la vida y fuente de la actividad social y política.

Sin una ciudadanía participativa, deliberativa, adecuada a los nichos de redes sociales, a los conversatorios, las discusiones, los debates, la deliberación, no se logra nada. Para ello se adecua en su gramática y valores, en sus predicados reside el cambio de la sociedad. En la interlocución válida de mujeres y hombres nacen nuevos valores por vía de los comportamientos, los valores no se dan en invernaderos, los valores son el edificio de las virtudes, tienen como arquitectura la ética como eje de un chance de ser y hacer con libertad las decisiones para su felicidad. La ciudadanía es un estatus de carácter con los que hace la vida en colectivo, la ruta que conduce a buen destino los proyectos y soluciones a las necesidades colectivas; para ello el diálogo activa los diseños de la ciudad, el lugar de los ciudadanos. Así crece la ciudadanía y se convierte en garante de la activación de esos valores para lograr las virtudes sociales, son los polígonos de las utopías, la esperanza de la sociedad, la convivencia dialógica para realizar las ilusiones sociales.

El pasado domingo vimos participar a familias como células ciudadanas en manifestaciones en todas las ciudades del país, lo que constatamos en la nueva definición y entendimiento del espacio público, superó la idea geográfica, el romanticismo de los parques. La afirmación de lo público en el nuevo concepto, lo público es binario, tiene pantallas, son redes sociales; lo público como valor social que supera la idea de gobierno. La sociedad manifestada en el espacio público recupera el carácter público, éthos de la agudeza de ciudadanía. Los viejos paradigmas se actualizan, como la pasividad de la radio, las ondas hertzianas, se dimensionan hoy como espacio público merced a la interacción ciudadana; debemos reconocer que aún no madura, puesto que un porcentaje grande de las participaciones denostan a personas y no a las ideas, solo por citar un ejemplo. Las realidades que engendra la velocidad de la luz cumplen con una suerte de asamblea pública. Esperemos que cada día mejore su carácter. La ciudadanía marcó un límite entre lo público y lo estatal, ojalá que la parte oficial no desmantele esta necesaria reacción colectiva, la ciudadanía que promueva innovaciones políticas reales en la vida de los ciudadanos.

Individuo y sociedad se reconocen mutuamente en la ruta ciudadana en la que se moldea la política, en la que están en juego los derechos y responsabilidades del sistema político y jurídico en la que se procesa la democracia. La extensión cultural abraza el ejercicio comunicativo, la ética del discurso que defiende el patrimonio cultural. Las manifestaciones del pasado domingo 5 de mayo reflejaron un comportamiento colectivo solidario y sus relaciones necesarias para desarrollar la sociedad democrática. Política y economía son un matrimonio necesario e indisoluble, es el reflejo de las relaciones de las personas con la producción, el trabajo, el desarrollo, el crecimiento, la libertad de emprender, la formación profesional.

La participación política y cultural es derecho humano, está en los tratados internacionales, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Garantiza participar en las decisiones de gobierno, en los sistemas democráticos, la libertad de reunión y asociación pacífica, una ruta sagrada: derecho a participar en la vida cultural. Las manifestaciones en comento hablan muy bien de la ciudadanía democrática.

Construir una nueva ciudadanía es una obligación colectiva, gobernantes y gobernados, afectar el espacio público abierto a la participación. En esa cancha están las reglas del juego de la verdadera política.