Los debates…
Los debates políticos llegaron para quedarse en el ejercicio de la política. Es preciso no confundir los debates de tipo show y los debates que participan a la sociedad. Los primeros, sin duda, contribuyen al voto informado, pero su marketing impide el voto razonado. Los segundos, son la agenda que por todos los medios de comunicación, los partidos, los políticos, los candidatos a cargos de elección popular, someten a escrutinio público, colocan en la discusión pública y en los espacios públicos.
Hoy los debates se dan en una severa complejidad de la sociedad de la comunicación y la información, las pizarras admiten todo lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo. Se requiere una pedagogía que enseñe al uso e impida el abuso de la comunicación sin sentido. Para el caso de los debates electorales y políticos las pluralidades de voces requieren más que nunca saber ponerse de acuerdo para atender los problemas más sentidos, para que la esperanza colectiva sea un faro de luz. La técnica del debate es una herramienta muy útil para hacer política. El debate traza un triángulo en cuyos vértices descansa epistemología, saber, estudiar, investigar; en otro vértice estética, manifestarse, presentar, descubrir; en el tercer vértice política, acuerdos, consensos. El triángulo muestra: saber manifestarse para ponerse de acuerdo.
En este ejercicio de la discusión los actores políticos desarrollan competencias y mejoran la acción de la política por vía de su eje: la palabra. Una de las competencias es, sin duda, el cultivo de la argumentación mediante la contraposición de ideas y argumentos. Esta herramienta implica el estudio de técnicas de argumentación y de retórica.
También, como lo hemos visto en las últimas campañas electorales, los debates ayudan a mejorar la expresión verbal de los debatientes. Se requiere amor por la política, convicción de partido, patriotismo, además cultura, sentido de la vida compartida…, para atender el debate en su momento más intenso: la improvisación. En esta parte todo depende de la imaginación, sobre todo, de la iniciativa, del haber cultural y educativo, los talentos cultivados, de la prudencia. El elector, como espectador de los mensajes, las ideas, los proyectos, no es un menor de edad, su mayoría de edad es hasta legal, es requisito de ciudadanía, por ello debe exigir responsabilidad de los debatientes.
Democracia y política son un matrimonio perfecto, los une el pensamiento creativo, emancipador, abierto, que reconoce la complejidad del mundo y no trata de simplificarlo. Las une un pensamiento crítico con los poderes establecidos, que no da nada por sentado y es capaz de cuestionar y cuestionarse desde el respeto a los derechos humanos. La lógica de este pensar es la lógica de la responsabilidad, antagónica de la lógica de la maximización del beneficio. Se trata de revisar las formas de poder en su multiplicidad, en sus diferencias, en su reversibilidad, estudiándolas como relaciones de fuerza que se entrecruzan y remiten unas a las otras o por el contrario se oponen entre sí, como lo enseña Foucault.
Pienso que la conversación política ha de servir como un lugar de coordinación de resistencias y de impulso de innovaciones dirigidas a fortalecer y profundizar en la democracia y los derechos humanos. La realidad nos dice que filosofía jurídica y filosofía política precisan de las contribuciones de otros campos del conocimiento como la cultura y el arte. La tarea del debate es mostrar a escrutinio las reformas necesarias, en un lenguaje público que sea capaz de reformar el pensamiento mismo. El debate posibilita que, en este caso, los políticos desarrollen su responsabilidad como sujeto activo de la vida compartida. El eje del debate es: el otro puede tener razón.
Estructura y organización está en el núcleo de todo buen discurso, se requiere que la estructura discusiva sea clara, que su ingeniería soporte un discurso bien organizado. Los mismos principios que ayudan a estructurar un discurso público, (introducción, tema, sus pros y sus contras, conclusión), de manera básica, pueden ser aplicados también para confeccionar discursos con argumentos básicos a favor o en contra del problema en discusión y de refutación en un debate.
En una nuez: un discurso público debe tener cuidado extremo para limitar la cantidad de asuntos y puntos de vista que se van a enunciar; es esencial que el auditorio decodifique de manera fácil los significados compartidos, que al escuchar pueda comprender plenamente los argumentos. además, un discurso público eficaz repite sus puntos principales a lo largo del desarrollo; es importante que de manera fácil la audiencia los identifique y los siga. Un buen discurso público utiliza cuidadosamente transiciones, conectores que armonicen el cruce de las ideas, que los puntos principales queden bien unidos en las partes que integran la idea.
Por: Ignacio Ruelas Olvera