El fantasma bursátil
La especulación es la madre de todos los vicios
La semana pasada los mercados financieros se vieron fuertemente afectados por diversos factores. Hablar del tema bursátil es hablar de un tema muy complejo que tiene una vinculación prácticamente con todo el mundo moderno. La estabilidad económica de las naciones depende en gran medida de lo que suceda en los principales mercados bursátiles del mundo. Los factores de reacción son colaterales, las principales variables que alteran a los mercados son las circunstancias políticas y empresariales, de ahí se desprenden efectos secundarios los cuales son producto de la especulación.
Un factor adicional que se suma a esta ecuación es sin duda alguna la tecnología, es común que las bolsas muestren cambios y frecuencias distintas. Lo ocurrido en los últimos días es consecuencia de la operación de programas sofisticados y herramientas tecnológicas conocidas como Operadores de Alta Frecuencia.
Estas herramientas le permiten a los involucrados en el mercado bursátil analizar por medio de algoritmos la información de distintos mercados, en donde se marcan las tendencias de oferta y demanda, del mismo modo, los
algoritmos dan reseña del volumen que está en juego en las bolsas, muy similar a las gráficas estocásticas.
El promedio de caída en las principales bolsas fue de un 7.5%. La volatilidad ha aumentado a tal grado que en cierto sentido los humanos tienen como necesidad básica el utilizar algoritmos que les permitan ganar tiempo y con ello poder generar nuevas oportunidades que al final del día se puedan traducir como dividendos o ganancias.
Existen poderes por encima de los otros poderes, manos invisibles que hacen de la teoría de juegos un espectáculo mediático, a tal grado de sobrellevar las economías de las naciones. El fantasma bursátil entendido como un poder que es manejado por banqueros, inversionistas, brokers, ha puesto e impuesto tendencias y temores más fuertes que algunos gobiernos. Para muestra clara basta ver cuál es la reacción de las personas que trabajan en el Banco Central de Inglaterra cuando escuchan el nombre de George Soros.
“Los mercados están en un estado de constante flujo e incertidumbre, se gana dinero descontando lo obvio y apostando a lo inesperado”: George Soros.
No es casualidad que las bolsas hayan mostrado fuertes caídas. El escenario tampoco es tan caótico como el que se presentó en el 2008 con la crisis de las viviendas sub-prime. Sin embargo la caída mostrada en el Dow Jones no
se veía desde el 2011, a esta caída se le atribuye principalmente las posibilidades de inflación y la pérdida de confianza de las políticas proteccionistas por parte del gobierno de Donald Trump. Este es un ejemplo claro de cómo la política afecta directamente en las condiciones macroeconómicas.
Pero el factor más trascendental de este fenómeno económico es la utilización de los ya mencionados algoritmos. Es verdaderamente un fantasma que logramos apreciar desde la utilización de las aplicación más comunes entre los niños hasta los protocolos de inversión que se utilizan en wall-street.
Las computadoras evidentemente tienen ventajas sumamente considerables, son más rápidas, en teoría reducen errores, tiene la capacidad de detectar situaciones que podrían ser áreas potencialmente positivas en dividendos, no tienen sentimientos y pueden trabajar más tiempo que un ser humano. Pero en cuestiones prácticas esta situación es meramente una tendencia para delegar cada vez en mayor medida las operaciones bursátiles a modelos informáticos en lugar de personas.
“En el mundo financiero, las cosas tardan más en pasar de lo que pensabas, y después ocurren más deprisa de lo que creías”: Rudi Dornbusch.
El fantasma bursátil estriba directamente en que decisiones que afectan a todo el mundo se dejen en manos de computadoras, para que cuando ocurra algo que impacte de manera negativa, la culpabilidad se recargue directamente en algo abstracto y no se responsabilice a nadie de manera particular.
A los fantasmas se le atribuyen esas circunstancias, generar pánico, la retórica de su existencia, su presencia en momentos inesperados y la ironía de cómo alejarlos.
In silentio mei verba.