Un tema para campañas electorales @INEAGS
Corrupción. La Real Academia de la Lengua Española, nos dice que es la acción y efecto de corromper; corromper, refiere: alterar y trastrocar la forma de algo; echar a perder, depravar, dañar, pudrir; sobornar a alguien con dádivas o de otra manera; pervertir o seducir a alguien; estragar, viciar. Extraviar las costumbres, el habla, la literatura; incomodar, fastidiar, irritar; oler mal.
Una causa en corrupción es la ambición, una manía desmedida de tener. Es preciso hacer el examen que Victoria Camps propone en “El gobierno de las emociones”, investigar la ambición no como algo que se padece sino como lo que se hace. El tema es educativo y cultural, es decir, se requiere una pedagogía por la que se debe aprender a sentir las emociones en las circunstancias oportunas. Un saber moral que abrace los sentimientos y eduque las emociones (transitar lo que afecta) en la medida de ser espejo de las emociones de otros. Existe un manantial de aprendizajes. Educarnos para controlar las ambiciones. La ambición compra personas e instituciones, de ello han dado pruebas los medios de comunicación, los tribunales, la auditoria social, los enriquecimientos inexplicables, muchos casos que ignoramos y que nos avergonzarían más.
Mala legislación es causa de corrupción, una norma de alto costo de aplicación para los gobernados conlleva una avenida que lleva hasta la rotonda que burla la norma. Es más barato pagar como un seguro una cantidad periódica (que cumplir con la ley), cuando la autoridad, en su caso, detecta la infracción, ésta se paga a modo de deducible, la mecánica continúa. La norma teóricamente se diseña para evitar la discrecionalidad del ejercicio del poder público, prevenir la corrupción. Empero, las decisiones requieren métodos que aseguren lo regulado. Al final del día lo que conocemos es un discurso jurídico extremadamente complejo que legitima la corrupción en una suerte de “auto clave” en que licitaciones, adjudicaciones, gerencias… ¡se hacen escrupulosamente bien! “como lo dice la normativa”.
El desempleo ha sido históricamente ruta de alta corrupción. La falta de oportunidades, la indebida aptitud laboral, los recomendados por poderes e intereses. En concordancia con el párrafo anterior, así nacen mercados ilegales (vendedores ambulantes) que además de evadir el alto costo de la aplicación de la ley son presa del desempleo. El comercio ambulante no paga impuestos pero fortalece la “mordida” y opera “el hacerse de la vista gorda”, de manera que no solo es ambulantaje sino las conductas inapropiadas y violaciones a disposiciones legales. El desempleo afecta a millones de mexicanos, en una coreografía diseñada por la violencia, el crimen (organizado), de la misma manera del padecimiento de inseguridad jurídica. El “coco” y susto para la inversión privada, y hasta pública. La ética aplicada corresponde a una razón de Estado, alcanza a todos, sin excepción.
Todos los estudios empíricos, científicos, técnicos, sociológicos, culturales… señalan que la enfermedad más grave que tiene nuestro país se llama corrupción. La nueva modalidad es una renuncia simulada y festiva a la rendición de cuentas, se antepone la “transparencia”. El engaño de corte frívolo, escuela de la posmodernidad, es que se esconde que la transparencia es consustancial a la rendición de cuentas. A la inversa es demagogia, el uso ilegitimo del poder público para el beneficio intereses particulares se escuda en la transparencia. Está “Layito el político que robó poquito” como ejemplo didáctico, nadie le puede reclamar falta de transparencia; y merced a ello es de los personajes siniestros que no rinden cuentas. Incluso su discurso se hizo cínico. Esa transparencia lo llevó al poder nuevamente, gracias al mandato de las urnas. La ecuación es perfecta. Transparencia es sinónimo de limpieza ¡bingo! Un uso arbitrario del poder con perfecta claridad, pero con rendición de cuentas nulo o mediático.
Se comenta que las campañas electorales para Diputado, en este caso 2015, son difíciles porque no aportan nada atractivo ni concreto, corrupción política. Sin duda estas campañas son una esperanza de encontrar en la ley una ruta de convivencia valoral y humanista. Es preciso empoderar el compromiso abstracto de la política, la urgencia para que el orden político, que es el diálogo, aplique con acierto en un nuevo mundo de la vida. Discutir con el electorado y comprometerse a desenmascarar a las élites y burocracias políticas y económicas que erosionen la credibilidad y legitimidad de los gobiernos; pronunciarse en contra de la concepción patrimonialista del poder; prometer fortalecer los ingresos fiscales para que los recursos públicos coadyuven al desarrollo y bienestar social; pactar a fe jurada con el pueblo para la aprobación y operación de leyes, programas y políticas públicas con sustento, con legitimidad popular; convencer a los electores que lucharán por una cultura anti-corrupción. Sobre todo acciones que demuestren el amor por México. De ninguna manera está fuera del interés del pueblo, tengo para mí que es justo y necesario.
Opinión: Ignacio Ruelas Olvera